Un revolcón necesario
En la media en que pasan los días y las horas, se van perfilando entonces dos maneras, dos visiones sobre los acontecimientos en Ucrania
Las causas nobles de la humanidad, esas que casi nadie las niega y que apoyan y defienden con honor, como son los derechos humanos, los temas ambientales y la ayuda humanitaria han sido desplazadas por los temas tenebrosos; los conflictos bélicos, los heridos, los refugiados y pare usted de contar. Los acontecimientos en Ucrania no sólo le han dado un revolcón a la agenda internacional, sino que han puesto en guardia a los partidarios de los temas bonitos.
En verdad, se ha producido un cambio inesperado en los círculos académicos, en la opinión, en los medios de comunicación y las redes sociales, originándose así una especie de apocalipsis verbal, que tiene como resultado la toma de posiciones contrarias a la avanzada rusa de manera no tradicional, lo que ha llevado a colgar un sorprendente antifaz que esconde una ilimitada violencia.
Esta mezcla de narrativas confusas y de imágenes chocantes han ido colocando al menos dos lecturas de la crisis de Ucrania. Por un lado, Occidente ha respondido a la osadía de Putin con una estrategia novedosa basada en la teoría híbrida del poder, donde las sanciones financieras, comerciales y virtuales se juntan con el enfoque humanitario. Por la otra, Rusia ha respondido con la ortodoxa teoría del poder desnudo, donde no caben los ecos sobre la vida sino el ruido de las balas.
En la media en que pasan los días y las horas, se van perfilando entonces dos maneras, dos visiones sobre los acontecimientos en Ucrania. Una está basada en la utilización de los temas nobles como la palanca fundamental para la narrativa y la plena iluminación de ese escenario y otra se basa en la conquista y la destrucción masiva.
¿Por qué se van desarrollando dos tipos ideales tan diferentes? Para dar una respuesta preliminar y débil todavía, hay una decisión de Estados Unidos y la OTAN: no enfrentar militar y directamente a Rusia. De parte de Moscú, se debe hacer todo lo contrario. Razón tuvo un colega en advertirme que hoy era más útil suprimir el servicio Swift a los bancos rusos que desplazar una batería de tanques.
No se trata de encasillar las decisiones de cada jugador sino más bien alertar que a grosso modo y como consecuencia de todo lo comentado, los temas humanitarios pudieran perder sus fundamentos al ser utilizados (una vez más) por los intereses estratégicos que en este momento chocan entre sí y que pueden derivar en un caos mayor, sobre todo en cuanto el tema económico.
De paso, cabe añadir que no es fácil proyectar un escenario pos-conflicto, dado que Moscú está esperando negociar luego de asegurar sus posiciones militares y Estados Unidos y la OTAN apuestan por el desprestigio internacional y doméstico de Putin. ¡Por algo Biden lo llama ahora dictador!
Cerrando estas reflexiones parciales sobre un proceso que es sin duda multicolor y confuso, cabe destacar para el futuro de la agenda mundial dos cosas: recobrar la esencia de los temas bonitos y arrimar a su justa dimensión los temas feos. Así se verá con mayor nitidez lo que es la paz relativa basada en la negociación y lo que son los conflictos basados en la violencia desmedida.
romecan53@hotmail.com
En verdad, se ha producido un cambio inesperado en los círculos académicos, en la opinión, en los medios de comunicación y las redes sociales, originándose así una especie de apocalipsis verbal, que tiene como resultado la toma de posiciones contrarias a la avanzada rusa de manera no tradicional, lo que ha llevado a colgar un sorprendente antifaz que esconde una ilimitada violencia.
Esta mezcla de narrativas confusas y de imágenes chocantes han ido colocando al menos dos lecturas de la crisis de Ucrania. Por un lado, Occidente ha respondido a la osadía de Putin con una estrategia novedosa basada en la teoría híbrida del poder, donde las sanciones financieras, comerciales y virtuales se juntan con el enfoque humanitario. Por la otra, Rusia ha respondido con la ortodoxa teoría del poder desnudo, donde no caben los ecos sobre la vida sino el ruido de las balas.
En la media en que pasan los días y las horas, se van perfilando entonces dos maneras, dos visiones sobre los acontecimientos en Ucrania. Una está basada en la utilización de los temas nobles como la palanca fundamental para la narrativa y la plena iluminación de ese escenario y otra se basa en la conquista y la destrucción masiva.
¿Por qué se van desarrollando dos tipos ideales tan diferentes? Para dar una respuesta preliminar y débil todavía, hay una decisión de Estados Unidos y la OTAN: no enfrentar militar y directamente a Rusia. De parte de Moscú, se debe hacer todo lo contrario. Razón tuvo un colega en advertirme que hoy era más útil suprimir el servicio Swift a los bancos rusos que desplazar una batería de tanques.
No se trata de encasillar las decisiones de cada jugador sino más bien alertar que a grosso modo y como consecuencia de todo lo comentado, los temas humanitarios pudieran perder sus fundamentos al ser utilizados (una vez más) por los intereses estratégicos que en este momento chocan entre sí y que pueden derivar en un caos mayor, sobre todo en cuanto el tema económico.
De paso, cabe añadir que no es fácil proyectar un escenario pos-conflicto, dado que Moscú está esperando negociar luego de asegurar sus posiciones militares y Estados Unidos y la OTAN apuestan por el desprestigio internacional y doméstico de Putin. ¡Por algo Biden lo llama ahora dictador!
Cerrando estas reflexiones parciales sobre un proceso que es sin duda multicolor y confuso, cabe destacar para el futuro de la agenda mundial dos cosas: recobrar la esencia de los temas bonitos y arrimar a su justa dimensión los temas feos. Así se verá con mayor nitidez lo que es la paz relativa basada en la negociación y lo que son los conflictos basados en la violencia desmedida.
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