Brasileños entre Bolsonaro y Haddad
Analistas creen inevitable una segunda vuelta que defina al ganador, en vista de que hace falta obtener 50% de los votos mas uno para declararse vencedor en primera ronda.
Por Jesús E. Mazzei Alfonzo
Las relaciones entre Venezuela y Brasil pasaron por varios estadios entre 1959 y 2018.
En el periodo histórico que va de 1959 hasta 1964 las relaciones entre ambos países pasaron por un período de pura cooperación, influenciado por la buena relación y empatía entre los presidentes Rómulo Betancourt y Juscelino Kubitschek y por la evolución de los procesos democratizadores en las dos naciones. Entre 1964 y 1966, las relaciones son de carácter existencial, producto del golpe militar en Brasil contra el presidente João Goulart y la aplicación de la Doctrina Betancourt. De 1966 a 1971, las relaciones son de carácter agonal: a finales de 1966 se restablecen las relaciones entre ambos países. Las relaciones mixtas abarcan los períodos 1973-1979 y 1979-1993, producto de la progresiva redemocratización del Brasil y la apertura política en 1982 con la elección de gobernadores y el Congreso, que elegiría el primer presidente civil en más de veinte años en una elección indirecta.
En 1992, las relaciones son de carácter agonal (discrepancias en los objetivos, por los problemas del tratamiento de los garimpeiros, que originaron incidentes fronterizos como el derrumbamiento de una avioneta de mineros ilegales en la frontera con Brasil que deterioró las relaciones entre ambos países) y, de 1994 en adelante, las relaciones son de cooperación y relanzamiento producto de la firma del Protocolo de La Guzmania, en marzo de 1994, entre los presidentes Rafael Caldera e Itamar Franco.
En el período 1999-2016, en los gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, con las administraciones de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, serán relaciones cooperación. De 2016 en adelante son de conflicto agonal y no cooperativo con el gobierno de Michel Temer, por el no reconocimiento de éste, luego del impeachement y el progresivo deterioro que llevó a la declaración de persona no grata de los jefes de misión con la consecuencia de bajar el nivel del estado de las relaciones bilaterales entre ambos países entre funcionarios diplomáticos de menos rango.
Así las cosas, dentro del contexto del cambio que se produce en la estructura internacional, generado por la fase más reciente del proceso de globalización que impulsa las tendencias de integración y regionalización en el mundo, la reaproximación con Brasil se da dentro de un contexto propicio de búsqueda de establecer alianzas estratégicas con algunos de los países vecinos.
En efecto, durante la primera presidencia de Caldera (1969-1974), enmarcado pues en las ideas de lo que se denominó el pluralismo ideológico, la solidaridad pluralista, la justicia social internacional y el bien común internacional como valores que marcaron y dieron un giro importante a la formulación e implementación de la política exterior, en aquel tiempo, se dio esta importante cita entre los presidentes Caldera y Médici, en la población venezolana de Santa Elena de Uairén, el 20 de febrero de 1973, en la zona fronteriza con Brasil. Por primera vez, jefes de Estado de ambos países podían encontrarse y conversar sobre temas tanto bilaterales como multilaterales.
Hoy en día las relaciones están en un bajo nivel de relacionamiento. Sin embargo desde hace casi un mes se producen acercamientos. Primero el encuentro sostenido entre los ministros de Defensa, Vladimir Padrino López y Joaquim Silva, el pasado 15 de septiembre, en el que se trataron temas bilaterales como la emigración venezolana en el estado de Roraima y se restablecieron los mecanismos de cooperación bilateral de carácter militar. En la reunión de los cancilleres Jorge Arreaza y Aloysio Nunes Ferreira el pasado viernes 28 de septiembre, a solicitud de Caracas y en el marco de la Asamblea de Naciones Unidas, se trataron temas de agenda como la emigración venezolana, crímenes transnacionales, problemas epidemiológicos y energía, más concretamente la venta de energía eléctrica al norte de Brasil. Éste último país suspendió la compra de energía eléctrica el mes pasado. Las citas implicaron para Venezuela el reconocimiento tácito del Gobierno de Michel Temer, algo que Caracas se había negado a hacer desde mayo de 2016, y la retoma de relaciones entre ambos países.
Esto no significa que las relaciones alcancen el nivel que tuvieron antes de 2016, pues el escenario electoral brasileño está muy difícil de pronosticar.
Si el vencedor en definitiva es Jair Bolsonaro, las relaciones estarán marcadas por un conflicto existencial no cooperativo, pero si el vencedor es Fernando Haddad, este tendrá que hacer una labor de filigrana política-diplomática para que vuelvan al nivel óptimo de los años anteriores a 2016, dada la cercanía de su Partido de los Trabajadores (PT) con el chavismo.
El resultado electoral, de acuerdo a las últimas encuestas, es que vencerá en la primera vuelta holgadamente Bolsonaro, con un porcentaje cercano al 40%, y Haddad sacará un 25% aproximadamente. Dependerá de si los partidos que apoyaron a Geraldo Alckmin, Ciro Gomes y Marina Silva le trasladan los votos a Haddad para que venza en segunda vuelta el 28 de octubre.
El próximo gobierno se enfrentará a un escenario que propone una verdadera reflexión y reformas al sistema político. Aunque no sea a través de un gobierno de coalición, éste camino buscará la moderación y la convergencia con sectores moderados del nuevo Legislativo, impulsando reformas con el apoyo de la opinión pública (escenario deseable).
Otro camino es un gobierno tradicional de coalición, sea de centroizquierda o de centroderecha, que pueda resistir el mandato emparchando ciertas legislaciones y que hasta pueda traer cierta estabilidad, pero que no buscará discutir los problemas de fondo.
Y el camino más duro es la radicalización y el populismo, y Brasil tiene como perspectiva la gobernabilidad interpartidista, producto de un nuevo acuerdo de coalición presidencial, que otorgue sustento al sistema político brasileño y que hace mas de 35 años fue dibujado informalmente, desde 1984, alrededor de seis partidos políticos: PMDB, PSDB, PFL, DEM, PSB y PT. Esa gobernabilidad interpartidista habría que recomponerla alrededor de una formación emergente, el partido liberal. Cómo en otros países de América Latina, Brasil requiere de un acuerdo de gobernabilidad estable y eficiente. Veremos que pasa.
Jesús E. Mazzei Alfonzo es politólogo y diplomático, articulista del Diario El Universal
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