Edgar Sánchez: "Una obra es un momento multiplicado"
El artista visual, Premio Nacional de Artes Plásticas 1999, inaugurará el 14 de este mes, en la galería Odalys de Madrid, su primera muestra individual en la capital española: "Transfiguraciones"
IVANNA MÉNDEZ
EL UNIVERSAL
El arte no solo ha de imitar la naturaleza, sino ser capaz de captar los procesos aparentemente invisibles. Sin importar si se trata de retratos o paisajes, Edgar Sánchez ha logrado, sin proponérselo, establecer un sello propio que recorre su larga obra dibujística y pictórica. Algo de ello puede observarse en Transfiguraciones, su primera individual en Madrid que inaugurará el 14 de abril en la galería Odalys (de la Calle Orfila 5, 28010) y en la que recoge tanto obras recientes como piezas de distintas épocas.
Durante sus más de 50 años en el arte venezolano no ha cesado en su búsqueda. Para Sánchez, la pintura es "un hecho vital, imprescindible e impostergable". Desde sus comienzos han sido su pasión y su curiosidad, el deseo por relacionarse de manera distinta con su entorno y la necesidad de crear un lenguaje propio, los que lo han guiado. Aquello que se ha transformado, pero que nunca ha desaparecido.
Los inicios de su obra se remontan a los años sesenta, cuando llegó a Caracas para estudiar Arquitectura. Por entonces daba largas a sus estudios para pintar y dibujar.
Aunque se considera un artista figurativo, piensa que ha llevado una concepción propia a la pintura, que es la que lo caracteriza, interesándose por ella como forma de expresión, buscando el "clima poético" que se desprende de cada obra.
"Podría decirse que he transitado dentro del abstraccionismo porque la esencia misma de las obras no es una anécdota, no soy un retratista, soy una persona que va más a lo subjetivo a través de un lenguaje muy objetual", explica.
Fue protagonista en un ambiente que favoreció su virtuosismo y su técnica, así lo demuestra el Primer Premio que se le otorgó en el Salón Nacional del Dibujo Nuevo en 1979. En aquel entonces su motivo eran los rostros y las máscaras, más adelante sustituidos por unos más sosegados, enigmáticos. Rostros que lo han perseguido desde siempre y que evocan la memoria.

Los primeros paisajes de Sánchez fueron una extensión de todo aquello, pero que luego logró manejar de forma independiente. Se adentró en el estudio del paisaje, desde las planicies del estado Lara que lo vieron nacer hasta las montañas que rodean el valle de Caracas y que observa todos los días desde el amplio ventanal de su casa. Espacios en los que el propio espectador es capaz de reconocerse y que a su vez resultan envolventes, hasta dominar el espacio.
El Ávila aparece en casi todas sus obras, aun cuando no tenga una forma física. "Llegas a extraer lo esencial de la ciudad y eso lo que te acompaña", agrega el artista.
Lo mismo dice del ambiente urbano, que retrata de los tiempos en los que se sentía libre y salía a recorrer Sabana Grande. Vestigios de una ciudad que añora con nostalgia y que ahora le recuerda al relato Casa tomada de Julio Cortázar. "Uno siente que son entes que se van apoderando de aquella casa, van reduciendo los espacios hasta el punto en que las personas tienen que huir y refugiarse en otra habitación, eso mismo ha pasado con Caracas".
Su obra recoge la distancia, la atemporalidad a través de tonos difuminados que retratan la atmósfera. "Una especie de color psicológico", afirma.
Para el artista, la pintura se basa en muchos aspectos que suelen pasar desapercibidos: la forma, el espacio, el ritmo, el color... Su técnica no fue parte de una planificación, sino de un proceso orgánico y exploratorio en el que buscaba hallar una "caligrafía" para activar el espacio. "Todos los seres humanos nos identificamos con una gama", dice sobre los naranjas y azules que visten sus lienzos.
A pesar de tratarse de figuras, paisajes, ambiente y ciudad, para Sánchez, al final, todo se reduce a lo mismo: distintos tiempos del retrato interior del ejecutante. Impresiones que recogen momentos, una obra que recurre a los sentidos y la sensibilidad.
"El estilo es único. El estilo, el hombre" y es que para el artista esa búsqueda constante por refinar las formas de expresión ha sido una misión que ha asumido con convicción y que representa el producto de toda una vida. Luego de años de trabajo, en los que no ha pasado un día sin al menos reflexionar sobre sus lienzos, ha logrado establecer una iconografía propia, una obra que se retroalimenta de sí misma.
"A medida que va pasando el tiempo y se van acumulando las obras, creo que uno va modificando ese retrato que uno lleva y que no pretende, pero que aflora en cada uno de los rasgos que traza".
Para Sánchez, a eso se debe el nombre de su exposición en Madrid, Transfiguraciones: a que todos los cambios guardan relación con un solo hecho, a que la obra completa de un artista "es una unidad transformada en el tiempo, que se integra, se transforma, pero que nunca pierde su esencia".
Sostiene que una obra de arte nunca puede ser estática. Siempre está abierta. "Creo que los venezolanos tenemos esa característica, de estar muy proclives a la universalidad. Somos personas que estamos dispuestas a comprender, aceptar, ver e integrarse, compartir con otras realidades".
A través de sus paisajes y sus formas continúa construyendo ese retrato fragmentado que ha ido componiendo cuidadosamente. Y con el mismo ímpetu de sus inicios, sigue asombrándose, reflexionando y pintando. "La pasión no se me ha terminado todavía".
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