A CONTROL REMOTO
Demagógico y oportunista Óscar
El rotundo triunfo de la película “Todo a la vez en todas partes” en los premios de la Academia de Hollywood ha llevado a los expertos a preguntarse “¿este es el presente del cine?”
Digámoslo de entrada: Todo a la vez en todas partes es un plomo de película. No la soporté. Me pareció grandilocuente y pretenciosa. Cómo han cambiado los patrones de lo que se considera “buen cine”. Este filme es más fastidioso que la soporífera ceremonia de los Óscar, lo cual es decir bastante. Es un producto cinematográfico indigesto y chapucero. ¡Qué mal está la Academia! ¿Así pretende congraciarse con las audiencias perdidas? ¿Acaso cree que lo logrará sobrevalorando a la ciencia ficción, un género que tradicionalmente ha arrinconado en el ámbito de los renglones técnicos? Once nominaciones y siete estatuillas. Arrasó llevándose las correspondientes a edición, guion original, actriz de reparto, actor de reparto, actriz en rol protagónico y dirección. Pero todo no quedó allí, pues obtuvo también la de mejor película. ¿Se volvieron locos?
“¿Esta cosa es el presente del cine?”, se pregunta el respetado crítico Carlos Boyero, del diario español El País. “Los Óscar deciden que lo mejor de su oferta es esta lamentable película, un disparate inentendible, bobamente imaginativo, pesado de ver y de escuchar (…). Representa el futuro para un arte consistente en narrar historias con la cámara, que está gravemente enfermo desde hace demasiado tiempo”. Y remata: “Hollywood todavía necesita algo más que la vacua, aparatosa y repetitiva Marvel para convencer al público de que pague la entrada y retorne a la sala oscura”. Más lapidario imposible.
Analistas de la industria destacan que este reconocimiento de la Academia pretende mostrar su respaldo a los nuevos formatos, cercanos a la manera de consumir video de los más jóvenes en las redes sociales. Pero ocurre que aunque en Estados Unidos Todo a la vez en todas partes ha recaudado más de 100 millones de dólares, en el resto del mundo la taquilla ha sido más bien discreta. Desde 1927, con Metrópolis, de Fritz Lang, la ciencia ficción ha formado parte del cine. Franquicias como Star Wars o Matrix resultaron galardonadas por sus logros técnicos, pero no por mucho más. Aunque en la última década, con títulos como Mandalorian y Dune, se ha registrado una mayor permeabilidad hacia la ciencia ficción. La Academia, oportunista y demagógicamente, intenta ponerse al día, pero lo ha hecho con una película de un nivel de calidad francamente cuestionable. Busca la novedad de los “multiversos”, de la misma manera que en años recientes lo han hecho con la diversidad reivindicando a los afroamericanos y, como acaban de hacerlo en la ceremonia de este año, a las luminarias de origen asiático. En cuanto a las películas, se inclinan por los presupuestos más reducidos, aquellos que generen una recuperación rápida y segura de la inversión. Pero el mensaje más contundente es que los grandes nombres ya no tienen en la consideración de los votantes el peso de antes. Y si no que lo diga Steven Spielberg, que se fue con las manos vacías al no ganar en ninguna de las siete nominaciones que tenía Los Fabelman. ¡Quién lo diría hace unos pocos años!
@aquilinojmata
“¿Esta cosa es el presente del cine?”, se pregunta el respetado crítico Carlos Boyero, del diario español El País. “Los Óscar deciden que lo mejor de su oferta es esta lamentable película, un disparate inentendible, bobamente imaginativo, pesado de ver y de escuchar (…). Representa el futuro para un arte consistente en narrar historias con la cámara, que está gravemente enfermo desde hace demasiado tiempo”. Y remata: “Hollywood todavía necesita algo más que la vacua, aparatosa y repetitiva Marvel para convencer al público de que pague la entrada y retorne a la sala oscura”. Más lapidario imposible.
Analistas de la industria destacan que este reconocimiento de la Academia pretende mostrar su respaldo a los nuevos formatos, cercanos a la manera de consumir video de los más jóvenes en las redes sociales. Pero ocurre que aunque en Estados Unidos Todo a la vez en todas partes ha recaudado más de 100 millones de dólares, en el resto del mundo la taquilla ha sido más bien discreta. Desde 1927, con Metrópolis, de Fritz Lang, la ciencia ficción ha formado parte del cine. Franquicias como Star Wars o Matrix resultaron galardonadas por sus logros técnicos, pero no por mucho más. Aunque en la última década, con títulos como Mandalorian y Dune, se ha registrado una mayor permeabilidad hacia la ciencia ficción. La Academia, oportunista y demagógicamente, intenta ponerse al día, pero lo ha hecho con una película de un nivel de calidad francamente cuestionable. Busca la novedad de los “multiversos”, de la misma manera que en años recientes lo han hecho con la diversidad reivindicando a los afroamericanos y, como acaban de hacerlo en la ceremonia de este año, a las luminarias de origen asiático. En cuanto a las películas, se inclinan por los presupuestos más reducidos, aquellos que generen una recuperación rápida y segura de la inversión. Pero el mensaje más contundente es que los grandes nombres ya no tienen en la consideración de los votantes el peso de antes. Y si no que lo diga Steven Spielberg, que se fue con las manos vacías al no ganar en ninguna de las siete nominaciones que tenía Los Fabelman. ¡Quién lo diría hace unos pocos años!
@aquilinojmata
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