Turismo y negocios
Ciudades de Japón
Cada día atraen a mas turistas que se ven seducidos por su cultura, historia y delicias gastronómicas
Rascacielos en la electrizante Tokio, templos en Kamakura, jardines zen en Kioto y el parque de Nara es parte del itinerario que el turista debe seguir en en Japón. La mayor parte de la población se concentra en las grandes ciudades de las cuatro islas principales: Hokkaido, Honshu, Shikoku y Kyushu. En Honshu, la más extensa, se encuentran algunas de las ciudades que más nos suenan: Tokio, Kioto, Yokohama, Osaka e Hiroshima. En un primer viaje vamos a limitarnos a un periplo abarcable en 10 o 12 días y fácilmente realizable utilizando trenes y transporte público. Visitaremos Tokio, la megalópolis que cada día atrae a más viajeros de todo el mundo; Kioto, la auténtica capital cultural del Japón, y dos ciudades monumentales distantes a menos de una hora en tren de cada una de ellas: Kamakura y Nara.
Tokio
Levantada en la llanura de Kanto, regada por el río Sumida, y bordeando la bahía que lleva su nombre, Tokio no es una capital antigua. Su verdadera fundación se remonta a finales del siglo XVI, cuando el shogun Tokugawa Ieyasu decidió construirse una fortaleza en la antigua aldea de pescadores conocida por el nombre de Edo. Desde entonces, Tokio ha soportado asedios, incendios, terremotos, tifones y destrucciones de barrios enteros a cargo de los bombarderos B-29 durante la Segunda Guerra Mundial. Todo lo cual no ha impedido que en la actualidad su monstruosa área metropolitana, servida por una de las redes de metro y ferrocarril más densas del planeta.
En Tokio lo viejo y lo nuevo conviven incluso en los mismos barrios: no es nada extraño que a la vuelta de las rutilantes y bulliciosas avenidas de Shibuya se escondan pequeños templos budistas, o que tras los rascacielos de Shinjuku, se extiendan callejuelas con pequeñas y bares . Una magnífica panorámica de la ciudad puede obtenerse en observatorios como el del impresionante edificio del Ayuntamiento (Tôchô) en Shinjuku, desde el que en los días claros puede verse el monte Fuji, o por medio de un crucero por el Sumida, en un trayecto que conduce desde el popular distrito de Asakusa, en el que es imprescindible la visita al templo Senso-ji y al dédalo de calles repletas de puestos que lo rodean),hasta Odaiba, un barrio ultramoderno ganado al mar.
Kamakura
Después de la inmersión en Tokio, Kamakura, situada a 50 kilómetros al sur de la capital y a la que es fácil llegar en tren, supone un oasis de tranquilidad y recogimiento. Rodeada de colinas y bañada por el mar, entra de lleno en la historia en el siglo XII, cuando el cruel shogun Minamoto no Yoritomo la convierte en sede del primer Gobierno feudal de Japón. Kamakura conserva uno de los más impresionantes conjuntos de templos y santuarios de todo el país, y sus playas de arena gris suelen verse repletas de bañistas en verano. El viajero que acuda para pasar solo un día deberá elegir entre la increíble oferta monumental. Entre lo más destacable es preciso citar el gigantesco templo budista de Engaku-ji, fundado en el siglo XIII y reconstruido tras el terremoto de 1923. Se trata de un conjunto religioso que alberga diversos pabellones y edificios sagrados y que cuenta con un pequeño cementerio en el que está, casi escondida, la tumba del gran cineasta Yasujiro Ozu (1903-1963). Otros monumentos imprescindibles son el templo Kencho-ji, emplazado en un bosque de cedros, y el santuario sintoísta Tsurugaoka Hachimangu. Pero sin duda el lugar más visitado en Kamakura es el Daibutsu o Gran Buda, la segunda mayor estatua que el fundador del budismo tiene en Japón. Construida en 1252, ha resistido a tifones, incendios y terremotos. La enorme estructura de bronce representa a Buda meditando, con una sonrisa enigmática y, en medio de su frente, una especie de bucle de plata puntiagudo a modo de un tercer ojo con el que ilumina a la humanidad para sacarla de las tinieblas.
Kioto
Dos horas y 40 minutos en el tren bala (Shinkansen) separan Tokio de Kioto. Rodeada de montañas que la han protegido de los tifones y terremotos que afectan al litoral, fue la capital imperial durante casi un milenio. Ese privilegio, unido al hecho de que fuera deliberadamente preservada de los devastadores bombardeos estadounidenses, ha concentrado en ella un patrimonio cultural tan rico y variado que la han convertido en la auténtica capital cultural del país. Kioto, a la que intentó evangelizar (en vano) el jesuita Francisco Javier en el siglo XVI, es también la ciudad de la tradición, de las geishas y maikos (aprendices de geisha), de las casas de té tradicionales (ochaya), de los quimonos y de las recoletas callejas del barrio de Gion, en el que abundan las antiguas casas de madera (machiya) y acogedoras izakayas donde puede degustarse auténtica gastronomía kaiseki.
Nara
Nara, a 42 kilómetros al sur de Kioto, fue la primera capital de Japón y, al igual que Kamakura, sus monumentos principales pueden visitarse en un solo día utilizando los autobuses que parten de las cercanías de la estación. El templo Todai-ji, en pleno parque de Nara, es la sede religiosa de la rama budista Kegon, introducida en Japón en el siglo VIII por el bonzo chino Dosen; su pabellón principal, al que se accede a través de la gigantesca puerta Nandaimon, es el mayor edificio de madera del mundo y en él se aloja, además de otras estatuas, un Daibutsu (buda gigante) en bronce mayor que el de Kamakura. Entre los otros monumentos que merecen el viaje a Nara destacan el santuario de Kasuga Taisha y el templo Kofukuji, con su airosa pagoda de cinco pisos.
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