“Las chicas del cable” terminan su lucha unidas para salvar vidas
La última temporada reúne los cinco episodios restantes que Netflix soltó el pasado viernes, en congruencia con el lema feminista con el que la serie se popularizó
La historia que comenzara con cuatro muchachas que cruzaron sus caminos en la primera compañía telefónica de España, en 1928 llega a su final con las telefonistas favoritas de Netflix convertidas en unas aguerridas mujeres que tuvieron que hacer muchos sacrificios, los necesarios para reivindicar los derechos de las mujeres que para la época en la que se desarrolla la serie, prácticamente, no existían.
Desde la primera temporada de Las chicas del cable la consigna siempre fue que sus protagonistas: Alba/Lidia (Blanca Suárez), Carlota (Ana Fernández), Ángeles (Maggie Civantos), Marga (Nadia de Santiago) y Sarah/Óscar (Ana Polvorosa), exterorizaran las diferentes luchas que muchas mujeres han tenido que emprender para reclamar su posición de igualdad en la sociedad, pero sobre todo que sus aportes no fuesen dirigidos a buscar la felicidad propia, sino hacia algo que primara por encima de cualquier victoria personal, como lo es, la libertad.
Desde la primera temporada de Las chicas del cable la consigna siempre fue que sus protagonistas: Alba/Lidia (Blanca Suárez), Carlota (Ana Fernández), Ángeles (Maggie Civantos), Marga (Nadia de Santiago) y Sarah/Óscar (Ana Polvorosa), exterorizaran las diferentes luchas que muchas mujeres han tenido que emprender para reclamar su posición de igualdad en la sociedad, pero sobre todo que sus aportes no fuesen dirigidos a buscar la felicidad propia, sino hacia algo que primara por encima de cualquier victoria personal, como lo es, la libertad.
Estos últimos episodios, un cierre que deja una espinita clavada en el corazón de los que aún creen en la felicidad como finalidad de cualquier historia, son congruentes con el planteamiento inicial y las interminables batallas a las que estas heroínas se enfrentaron durante las cinco temporadas de la serie, aunque no lo sea tanto con el tono novelesco que adquirió la obra audiovisual, donde el sufrimiento se hace presente por cada segundo de felicidad conseguido.
Netflix apostó por prolongar el interés de las audiencias con el ya manido recurso de dividir su final en dos partes. La primera, que se estrenó el 14 febrero pasado, sirvió de antesala para desarrollar el posterior desenlace, donde las chicas, una vez más, quedaban con sus destinos comprometidos y con Lidia (Blanca Suárez), la líder de esta historia, cayendo en manos de su gran enemiga, Doña Carmen. Así dejaba en suspenso, -aunque deducible- lo que se avecinaría después.
La segunda parte del final se inicia con otro salto en el tiempo, esta vez de siete meses, y como ha sido habitual durante toda la serie, con la voz en off de Lidia poniendo a los espectadores en contexto de lo que está por ocurrir. Ahora, ella está recluida en un campo de re-educación franquista dirigido por Doña Carmen, en medio de una Madrid caótica, abatida aún por los estragos de la Guerra Civil, recién terminada.. Es 1939, Marga está embarazada de ocho meses y su marido Pablo (Nico Romero) escondido de los enemigos que se ganó al escapar del frente de la guerra. Por su parte, Carlota y Òscar viven el peor momento de su atípica relación, y Sofía (Denisse Peña), la hija de Ángeles, a salvo gracias a Lidia e ideando un plan con Francisco (Yon González) para rescatar a su madre sustituta de las manos de la siempre hábil, cruel y casi omnipresente villana de la trama, Carmen Cifuentes (Concha Velasco).
A lo largo de los cinco capítulos que conforman el cierre de Las chicas del cable reaparecen personajes secundarios que en algún momento tuvieron su propia historia y cuya participación ahora se justifica para ir cerrando las tramas principales. Y como era de esperarse, el final de esta historia no sería nada placentero o feliz, pues los protagonistas tienen que hacer encajar todo lo que habían estado cocinando en el comienzo lanzado en febrero, en una batalla final.
Para ello, Lidia recurre nuevamente al heroísmo que la caracteriza para idear un plan que, en esta ocasión, no salvará solamente las vidas de sus allegados, sino las de las numerosas mujeres que se convirtieron en sus compañeras en el centro de re-educación, ¿Cómo lo logrará? Los guionistas vuelven a enredarnos en una cadena de favores que involucra progresivamente a todos los personajes y con ello, surgen más sacrificios que, por momentos, hacen merecer la pena, y por otros, mantienen al público en una espiral de emociones esperando a llegue una justa recompensa para los protagonistas.
Netflix apostó por prolongar el interés de las audiencias con el ya manido recurso de dividir su final en dos partes. La primera, que se estrenó el 14 febrero pasado, sirvió de antesala para desarrollar el posterior desenlace, donde las chicas, una vez más, quedaban con sus destinos comprometidos y con Lidia (Blanca Suárez), la líder de esta historia, cayendo en manos de su gran enemiga, Doña Carmen. Así dejaba en suspenso, -aunque deducible- lo que se avecinaría después.
La segunda parte del final se inicia con otro salto en el tiempo, esta vez de siete meses, y como ha sido habitual durante toda la serie, con la voz en off de Lidia poniendo a los espectadores en contexto de lo que está por ocurrir. Ahora, ella está recluida en un campo de re-educación franquista dirigido por Doña Carmen, en medio de una Madrid caótica, abatida aún por los estragos de la Guerra Civil, recién terminada.. Es 1939, Marga está embarazada de ocho meses y su marido Pablo (Nico Romero) escondido de los enemigos que se ganó al escapar del frente de la guerra. Por su parte, Carlota y Òscar viven el peor momento de su atípica relación, y Sofía (Denisse Peña), la hija de Ángeles, a salvo gracias a Lidia e ideando un plan con Francisco (Yon González) para rescatar a su madre sustituta de las manos de la siempre hábil, cruel y casi omnipresente villana de la trama, Carmen Cifuentes (Concha Velasco).
A lo largo de los cinco capítulos que conforman el cierre de Las chicas del cable reaparecen personajes secundarios que en algún momento tuvieron su propia historia y cuya participación ahora se justifica para ir cerrando las tramas principales. Y como era de esperarse, el final de esta historia no sería nada placentero o feliz, pues los protagonistas tienen que hacer encajar todo lo que habían estado cocinando en el comienzo lanzado en febrero, en una batalla final.
Para ello, Lidia recurre nuevamente al heroísmo que la caracteriza para idear un plan que, en esta ocasión, no salvará solamente las vidas de sus allegados, sino las de las numerosas mujeres que se convirtieron en sus compañeras en el centro de re-educación, ¿Cómo lo logrará? Los guionistas vuelven a enredarnos en una cadena de favores que involucra progresivamente a todos los personajes y con ello, surgen más sacrificios que, por momentos, hacen merecer la pena, y por otros, mantienen al público en una espiral de emociones esperando a llegue una justa recompensa para los protagonistas.
La crítica más dura con Las chicas del cable, sin duda, ha venido del público español, que ha tildado la serie de “culebrón“ que frivoliza momentos tan delicados en la historia de ese país como lo fue La Guerra Civil, la dictadura de Francisco Franco o el secuestro de niños para ser vendidos durante los días de la represión. Incluso, muchos espectadores ha tachado la trama de "cursi" y la acusan de ser incongruente con el tiempo en el que se desarrolla la historia pues éste es recreado utilizando elementos contemporáneos. Los expertos echan más leña a la candela: dicen que la producción abusa de los recursos típicos de las telenovelas latinoamericanas para mantener enganchados a los espectadores.
La productora ejecutiva de la serie, Teresa Fernández Valdés, se defendió de esos "ataques" expresando que “ aunque el final se desarrolla en un momento tan delicado como la Guerra Civil, la serie no pretende ser un retrato histórico, sino centrarse en la parte humana”, y que después de todo, Las chicas del cable “sigue siendo una ficción”, dijo al diario ABC.
Para algunos medios españoles, no todo es tan criticable.
Si nos trasladamos temporadas atrás, cuando la serie nos sumergió en la aventura de unas “simples telefonistas” que con su amistad nos mantuvieron entretenidos en todos los giros que dieron sus vidas; cuando la trama nos mostró las luchas individuales de cada una de estas valientes mujeres; cuando se plantearon aspectos como el ser transgénero en los años 20, el auge del feminismo y el imparable ascenso profesional de la mujer en un mercado laboral de estructura patriarcal, se podría decir que desde su estreno en 2017 esta serie, dirigida en esencia a audiencias femeninas, usó con buen tino todos los elementos del melodrama televisivo para emocionar y conectar con sus seguidores, como efectivamente lo hace con el discurso final de Lidia... capaz de hacer llorar a cualquiera.
Para algunos medios españoles, no todo es tan criticable.
Si nos trasladamos temporadas atrás, cuando la serie nos sumergió en la aventura de unas “simples telefonistas” que con su amistad nos mantuvieron entretenidos en todos los giros que dieron sus vidas; cuando la trama nos mostró las luchas individuales de cada una de estas valientes mujeres; cuando se plantearon aspectos como el ser transgénero en los años 20, el auge del feminismo y el imparable ascenso profesional de la mujer en un mercado laboral de estructura patriarcal, se podría decir que desde su estreno en 2017 esta serie, dirigida en esencia a audiencias femeninas, usó con buen tino todos los elementos del melodrama televisivo para emocionar y conectar con sus seguidores, como efectivamente lo hace con el discurso final de Lidia... capaz de hacer llorar a cualquiera.
@LuRoj
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