Con un vehículo, con unas carreteras de calidad, si no sé dónde ir, de nada sirve lo que tengo. “Dónde ir”, hacia qué me dirijo, es muy importante: ese es el fin de la actuación, la visión de lo que se quiere.
Mostrar a Jesucristo es el fin de la Iglesia. Él es “Camino Verdad y Vida”, el Hijo de Dios hecho hombre. Sin duda que a lo largo del tiempo esto se ha manifestado de mil modos. Al final, la fe en Jesucristo debe llegar al corazón de los niños y jóvenes para que libremente crezcan con convicciones profundas y responsablemente sean constructores de un mundo renovado.
Con educación los pueblos adquieren fundamentos. Así, el trabajo, la honestidad, la verdad, la diligencia, la solidaridad, el cuidado del ambiente, el amor por los más débiles, crean un estilo de vida solidario, que abre camino a la fe y a la caridad. Esto debe ser una convicción muy profunda.
Hoy el trabajo evangelizador de la Iglesia requiere hombres y mujeres amantes de la docencia, no sólo y necesariamente maestros o profesores, sino entender que hay una aldea educativa global donde el niño y el adolescente aprende: todos tenemos un rol educador y, a la vez, podemos desarrollar anticuerpos contra los antivalores que sin duda se tratan de imponer. Es lo que Francisco llama el “Pacto Educativo” para crear una aldea global donde el niño sea educado. Es estar firmemente convencidos que los antivalores crean jóvenes apáticos, cómodos, egoístas y sin ideales. Siempre hay que construir con profundas convicciones: lo contrario es destruir.
Frecuentemente identifico personas con arraigada vocación docente. Los invito a que se sumen a la educación que ayude a los niños y jóvenes a identificarse y conocerse. Así, podrán descubrir el potencial de bien a través de su ser de hombre o mujer. A la vez, tratando de involucrar a las familias abrimos el camino para un cambio social.
El compromiso por educar en valores, allana el camino para que Jesucristo arraigue en hombres nuevos, ciudadanos, amantes de la familia y solidarios con los más débiles.
fcastroa@gmail.com
Mostrar a Jesucristo es el fin de la Iglesia. Él es “Camino Verdad y Vida”, el Hijo de Dios hecho hombre. Sin duda que a lo largo del tiempo esto se ha manifestado de mil modos. Al final, la fe en Jesucristo debe llegar al corazón de los niños y jóvenes para que libremente crezcan con convicciones profundas y responsablemente sean constructores de un mundo renovado.
Con educación los pueblos adquieren fundamentos. Así, el trabajo, la honestidad, la verdad, la diligencia, la solidaridad, el cuidado del ambiente, el amor por los más débiles, crean un estilo de vida solidario, que abre camino a la fe y a la caridad. Esto debe ser una convicción muy profunda.
Hoy el trabajo evangelizador de la Iglesia requiere hombres y mujeres amantes de la docencia, no sólo y necesariamente maestros o profesores, sino entender que hay una aldea educativa global donde el niño y el adolescente aprende: todos tenemos un rol educador y, a la vez, podemos desarrollar anticuerpos contra los antivalores que sin duda se tratan de imponer. Es lo que Francisco llama el “Pacto Educativo” para crear una aldea global donde el niño sea educado. Es estar firmemente convencidos que los antivalores crean jóvenes apáticos, cómodos, egoístas y sin ideales. Siempre hay que construir con profundas convicciones: lo contrario es destruir.
Frecuentemente identifico personas con arraigada vocación docente. Los invito a que se sumen a la educación que ayude a los niños y jóvenes a identificarse y conocerse. Así, podrán descubrir el potencial de bien a través de su ser de hombre o mujer. A la vez, tratando de involucrar a las familias abrimos el camino para un cambio social.
El compromiso por educar en valores, allana el camino para que Jesucristo arraigue en hombres nuevos, ciudadanos, amantes de la familia y solidarios con los más débiles.
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