La toma de posesión de Alberto Fernández quedó opacada por la despedida que, parte del pueblo argentino, “la pensante”, le hizo a Mauricio Macri. Una multitud que, al día de hoy ya es mayoría, no está de acuerdo con la izquierda que tratará de gobernar ese país, pero hoy es tarde; ahora habrá que esperar unos años. Es así el juego democrático. Macri es practicamente el unico presidente no peronista que termina bien su periodo.

Lo que preocupa en Argentina no es tanto su presidente electo, el problema es su vicepresidenta, Cristina Fernández, investigada y señalada en más de diez casos, y no sólo de corrupción; con facturitas pendientes por el caso del fiscal Nisman, el ataque terrorista a la Asociación Mutual Judia Argentina (AMIA), así como por su relación con el régimen de Irán, lo que la tiene bajo la lupa del mundo, sobre todo de los gringos e israelíes.

Cristina optó por esa vicepresidenta pensando que será indultada, sin embargo hay delitos que son imprescriptibles y la Corte Penal Internacional, de ser necesario actuará, pero cuidado y se produce el efecto Ecuador donde Lenín Moreno se desmarcó muy rápido de Correa.

Alberto Fernández ya anunció la intervención de los servicios de inteligencia, lo que significa que la revancha comenzó; por eso, y tantas cosas más los latinoamericanos no dejaremos la miseria y seguiremos siendo la burla del mundo civilizado.

En la toma de posesión Cristina no tuvo la decencia de mirar a los ojos a Macri; ella sabe que es un “alma en pena”. Lo que veremos en esa fórmula de gobierno será un Alberto que propicie el acercamiento y una Cristina en modo saboteo.

Para hacernos una idea por dónde van los tiros en Argentina, basta con resaltar que Pablo Gentili -una pieza clave de Podemos en España-, deja ese pais para asumir un cargo en el Ministerio de Educación de Argentina. Ya empiezan las malas juntas; las bandas se reagrupan.

De Macri, responsablemente, tenemos que decir que fue un buen presidente, un gran demócrata y dejó en las arcas el doble de lo que consiguió. Quedó una tarea pendiente en la economía en crisis pero, ésa, los peronistas jamás podrán resolverla.