Caracas.- Luego de una semana larga de paralización, la incertidumbre se extendido a lo largo y ancho del país. Difícilmente hay alguna familia en Venezuela que no tenga las alarmas encendidas, sobre las perspectivas de futuro y lo mismo debe ocurrirle al 100% de las empresas. Hasta es posible que haya chavistas que hayan saltado la talanquera emocional y mental en esta Semana Santa. Se impuso la sensación de que estamos a la deriva, de que se ha perdido la gobernabilidad en cada vez más áreas y sectores de la vida nacional y, que el gobierno, no tiene como responder a la crisis para solucionarla. Por ejemplo, en un área como los Claps, una de las banderas sociales más importantes del chavismo, cada vez hay más quejas en cuanto a la frecuencia, contenido y hay temor de que desaparezcan. Hasta diciembre, la incertidumbre era relativamente más baja, pues había la sensación de que el chavismo estaba en control, que tenían un plan, que no era bueno y no le gustaba a la mayoría del país, pero nos daba señales claras y podíamos anticipar con cierta facilidad los siguientes pasos. Eso ya no es mas así y ya no se sabe quién tiene el control. Si lo notan, no he mencionado a la oposición, pues se trata del chavismo enfrentado a sí mismo; se trata de un problema de gestión y, cuanto más tiempo pasa, más claro está que este no es el camino. La sugerencia, mientras se desarrolla el juego del poder, es despolitizar ciertos sectores y someterlos a una gerencia profesional independiente, no para buscar soluciones inmediatas (con este modelo no son viables), sino para planificar. El mejor remedio para la incertidumbre, es planificación, con premisas aterrizadas