ENTORNO URBANO
Ciudades migrantes
Según datos de 2020 del Banco Interamericano de Desarrollo, al menos 20% de los migrantes se han concentrado en grandes ciudades de otros países
MARIA VICTORIA CHIRINOS
Este movimiento migratorio, que es uno de los más grandes del mundo, representa un reto para la región y sus ciudades en términos sociales, económicos y culturales, debido a los cambios transitorios y permanentes que se manifiestan en el ámbito urbano. Según datos de 2020 del Banco Interamericano de Desarrollo, al menos 20% de los migrantes se han concentrado en grandes ciudades de otros países.
Desde la perspectiva cultural, los ciudadanos como principal bien patrimonial intangible de una nación han demostrado ser la herencia más importante del país como un capital en desplazamiento, capaces de transmitir el legado cultural de un territorio a otro.
Los viajes no sólo transportan maletas con insumos básicos, también en su equipaje cargan creencias, valores, hábitos y carencias del país. Con estos aspectos, los migrantes deben negociar e integrarse a nuevos lugares para tejer nuevos vínculos.
El intercambio sociocultural se sobreexpone más allá de las transacciones económicas y laborales: ofrece beneficios para los huéspedes y también para los anfitriones. Esto se ve reflejado en las dinámicas las zonas de interés de los migrantes en las ciudades, denominados por la Unesco, en el año 2011, como “polos de esperanza”.
Para el sociólogo Manuel Castell, estos procesos sobrepasan fronteras y exponen a las ciudades como espacios de transformación intercultural de información y conocimiento.
A lo largo de la historia los movimientos migratorios han sido parte de las ciudades desde su fundación como un agente de desarrollo y detonante de cambios urbanos.
Todo ello ha representado un desafío territorial para la comunidad receptora que enfrenta nuevos contextos, paradigmas y mutaciones de identidad.
No es casual que el centro, como origen de la ciudad, sea un lugar de captación migratoria por ser uno de los espacios, generalmente, más consolidados y reconocibles en términos urbanos como espacios de oportunidad para la inserción de nuevas dinámicas.
Así ha sido el caso del barrio chino en Nueva York con una dinámica turística singular; la comunidad española en la Candelaria en Caracas, con un reconocido desarrollo gastronómico; la comunidad venezolana, en Santiago Centro en Chile, re-habitando esta zona y aportando a la actividad económica del país; o la migración asiática y árabe como impulso comercial en el centro de Barquisimeto.
Han sido las comunidades extranjeras las que han construido un nuevo hábitat multicultural. En estos lugares se han resignificado sus tradiciones. Le han dado un nuevo rostro de las calles que los han recibido, generando cambios con nuevas identidades a los entornos que ahora habitan. Se han convertido parte indisoluble de la ciudad y en un patrimonio compartido.
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