¿Y si la clave del éxito no reside en un estilo de liderazgo, sino en la maestría de dos? En el tablero ejecutivo actual, donde la volatilidad y la complejidad se han vuelto constantes, la dicotomía entre mirar hacia afuera y gestionar hacia adentro define supervivencia y crecimiento. Se nos exige ser estrategas visionarios capaces de navegar la incertidumbre y, simultáneamente, tácticos enfocados en la ejecución interna que optimice recursos y talento. Esta dualidad se encarna en la sinergia de dos modelos complementarios: el liderazgo transformacional y el situacional.

El liderazgo transformacional, creado por James MacGregor Burns, es la brújula que orienta a la organización en el turbulento océano del mercado global. Su poder radica en articular una visión inspiradora que, como señala Bernard M. Bass, motiva a los equipos a "trascender sus propios intereses por un bien mayor". El líder transformacional escanea constantemente el horizonte, anticipa disrupciones tecnológicas y sociales, y moviliza la empresa hacia un futuro deseado. Su mecanismo psicológico es la inspiración: crea un "porqué" tan poderoso que estimula intelectualmente y genera un compromiso emocional que va más allá del cumplimiento mecánico de tareas.

En contraste, el liderazgo situacional, desarrollado por Paul Hersey y Ken Blanchard, es el motor interno que impulsa la compleja maquinaria organizacional. Su foco no está en el "qué" lejano del futuro, sino en el "quién" y "cómo" inmediato del presente operativo. Este líder adapta fluidamente su estilo —dirigiendo, persuadiendo, participando o delegando— según el nivel de madurez (competencia técnica y compromiso emocional) de cada colaborador. Su efectividad se basa en el diagnóstico preciso del estado del equipo para aplicar la dosis correcta de apoyo socioemocional o dirección técnica, optimizando así el rendimiento individual y colectivo.

La genialidad gerencial no reside en elegir uno, sino en integrarlos. Una visión transformadora sin ejecución adaptativa es un sueño estéril. Una ejecución impecable sin visión es correr rápido hacia ninguna parte. Gigantes como Mercado Libre, Inditex o Femsa no surgieron solo de una visión disruptiva; su expansión dependió de líderes que supieron adaptar su estilo para ejecutar esa visión con equipos diversos. La estrategia práctica es ser un "líder anfibio", capaz de respirar en el aire de la estrategia y nadar en las aguas de la operación diaria.

La verdadera maestría del liderazgo moderno es saber cuándo levantar el periscopio para trazar rumbo en un entorno incierto y cuándo sumergirse para comandar la sala de máquinas con precisión. Frente a su próximo gran desafío, ¿está preparado para ser solo el estratega que inspira o el táctico que ejecuta? ¿O es consciente de que debe ser ambos?


El liderazgo transformacional es la brújula. CORTESÍA