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MARÍA HELENA PABÓN (1930-2020)

Otra manera de decir adiós

El pasado 16 de abril falleció víctima del COVID-19 una leyenda del periodismo venezolano

  • Diario El Universal

19/04/2020 09:39 am

Lo leí en Twitter: “Me entero de la muerte de nuestra querida Mariahé Pabón”, escribió en su cuenta César Miguel Rondón. “Una mujer entrañable. Periodista de garra y fuelle”. 

Sí, Mariahé era periodista, una periodista de las buenas, pero sobre todo una periodista feliz porque amaba su profesión. A pesar de no ejercer de manera formal en un medio, en los últimos tiempos colaboró con El Nacional, y practicaba el oficio en su día a día, porque como bien escribió Martha (su hija) en Instagram, para Mariahé el periodismo era una religión. Ella lo practicaba con fe ciega.

Ávida consumidora de información, despertaba y a las pocas horas se instalaba en su computadora para navegar por los portales de noticias, mientras admiraba desde su balcón el cielo, el Sol y el mar, los tres espléndidos en Miami, y el ir y venir de carros hacia la embriagante Miami Beach, ciudad donde residía desde hace varios años. Si alguien sabía lo que pasaba en el mundo era ella. Y luego, para deleite de quienes teníamos el gusto de ser sus amigos en Facebook, iba soltando una especie de “cápsulas informativas”, muy a su estilo: precisas y concisas, en ocasiones dosificadas con una justa medida de un humor negro, “memorable y peligroso” en palabras de Rondón, que solo destilan quienes han sido dotados por una mente brillante y acuciosa, en su caso alimentada con la lectura y el conocimiento.



"Reportera" 

Así le gustaba presentarse. Ese era el oficio que la hacía sentirse orgullosa y el que desempeñó por muchos años, primero y por muy poco tiempo en Colombia, su país natal, en la revista Semana, luego de graduarse en filosofía y letras, y después en Venezuela a donde llegó buscando un mejor porvenir. Lo tuvo. Hizo una exitosa carrera en los diarios La Esfera de Caracas, bajo la dirección de quien luego sería uno de sus grandes amigos, el recordado "chivo negro" Óscar Yánez; en El Nacional; en El Mundo; Meridiano, del que fue fundadora; Así es la noticia, en Notitarde, y en esta casa editorial, donde ejerció como directora de la revista Estampas. También colaboró en la revista Look Caras con una columna exquisita y entrevistas a personalidades. Su labor fue reconocida con el Premio Nacional de Periodismo y el Premio de Periodismo Científico.

Entrevistadora de postín, para ella no había personaje insignificante. Así como tuvo preguntas inteligentes para Fidel Castro, también se las hacía, con maestría, a los jóvenes que se topaba en una parada de autobús al salir de sus clases de inglés acá en Miami, y a los conductores de Uber que la llevaban a casa. 




Mi amiga Mariahé. 

Su pluma era brillante. Creo que lo primero que leí de Mariahé fue una entrevista deliciosa de principio a fin, que le hizo a la actriz y cantante María Conchita Alonso para Feriado, la revista dominical editada por El Nacional en los 90´s. A partir de la lectura de esa entrevista me convertí en admirador de su trabajo. Quién iba a decirme en ese momento que terminaríamos siendo grandes amigos. 

Nos conocimos a través de Yajaira Núñez, también periodista y promotora cultural con quien tuve el gusto de trabajar por varios años. Cuando teníamos el estreno de una obra de teatro o un musical, me decía: “invita a Mariahé, tú no sabes lo grande que es esa mujer”. No lo sabía, pero lo supe, y de la admiración y el respeto nació una gran amistad que sorprendía a muchos por la diferencia de edad: ella estaba en sus ochenta y tantos y yo en mis cuarenta, pero eso no era impedimento para compartir; todo lo contrario. Podíamos pasar horas hablando en la casa de su hija Martha, que era su casa, acompañados, eso sí, de una botella de vino y algo para picar. 



Era un gusto hablar con ella, era un lujo escucharla. Su vida estaba llena de anécdotas y ella las compartía conmigo. Así supe del gran amor que sintió por su abuela paterna, la que le hablaba a las plantas para que crecieran bonito y quien la crió ante la ausencia de la madre; de su papá, un galán de ascendencia alemana, padre responsable de muchos hijos; de sus estudios en un internado en Pamplona, Colombia; de su llegada a Caracas, joven, con sus piernas de infarto, todavía legendarias, y con su hija Martha en brazos, que al crecer se dedicaría a la actuación y a la producción teatral; de su entrañable amistad con Celia Cruz; de la canción que le escribió un reconocido compositor; de Abi Sujovolsky, el gran amor de su vida, al que extrañaba y nombraba con frecuencia; de su gusto por los vallenatos clásicos de Rafael Escalona y los modernos de Silvestre Dangond; de su pasión por los versos de Federico García Lorca y el jazz. De sus ganas de trabajar, de seguir haciendo periodismo. Fue una mente brillante, una "mujer de avanzada", que se rebeló sin éxito ante las limitaciones que impone el paso inexorable de los años. Al escuchar anécdotas sobre sus entrevistados, la animaba a que publicara un libro, una recopilación de sus mejores entrevistas acompañadas por su recuerdo de cada encuentro.

Para hacer más dura su partida, se fue sin posibilidad alguna de decirle adiós con los ritos que nos hemos inventado los hombres para atenuar nuestra impotencia ante la muerte. Ya no habrán más tertulias, ni recomendaciones de libros, ni el disfrute de los conciertos del Maestro Eduardo Marturet y los videos musicales de su nieta, la cantante Manu Manzo, de la que era fan número uno. 

Queda lo compartido, el gusto de haber tenido como amiga a la periodista que admiré. Queda el silencio al otro lado del teléfono en el lugar de su risa después de mi “cómo está la Pabón”.


por Alejandro Celedón, periodista y editor.
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