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ARCHIVO DE VERBIGRACIA

¿Punto final del feminismo?

Mucho se ha hablado de los derechos de la mujer y de la revolución femenina. Este texto reveló en 1998, una reflexión sobre el alcance del movimiento y sus obstáculos

  • Diario El Universal

11/03/2020 04:40 pm

Victoria Camps presentó en España el equilibrio de lo que podría ser el papel de la mujer contemporánea. Comprometida con la sociedad y con la responsabilidad de pertenecer a una democracia participativa, Victoria Camps, entre otras cosas formó parte del cuerpo de la legislatura del Senado español. Preocupada por la bioética trabajó también en una comisión sobre los contenidos televisivos y en 1998 publicó un libro sobre El siglo de las mujeres. Esta conversación tuvo lugar en la sede de verano de la Universidad Menéndez Pelayo en el Palacio de la Magdalena en Santander. Actualmente, Camps es Consejera Permanente del Consejo de Estado de España y catedrática emérita de la Universidad de Barcelona. 

Esto dijo a María Ramírez Ribes a finales del siglo XX:

Acabas de publicar un libro con el título El siglo de las mujeres, ¿por qué el siglo XX es el siglo de las mujeres? 
En el libro dejo ambiguo si me estoy refiriendo al siglo XX o al siglo XXI. El siglo XX ha tenido uno de los hechos quizás más importantes, la revolución de la mujer, pero es una revolución inacabada que espero culmine en el siglo XXI. Culminar la revolución de la mujer sería ponerle punto final al feminismo; es decir, no tener que hablar del problema de la mujer ni de la causa de la mujer porque implicaría que esta situación estaría totalmente normalizada. Es decir, la mujer tendría una igualdad real y no una igualdad a medias, que es la que tenemos todavía.

Tú mencionas que Simone de Beauvoir dijo que la mujer se hace y Hellen Fisher, años después, contestó que la mujer nace. ¿La mujer nace o se hace? 
Yo no comparto la tesis de que la mujer nace con unas condiciones que la determinan y que determinan una manera de ser diferente de la del hombre. Yo quizá me siento más cercana de la tesis de Simone de Beauvoir de que son las circunstancias de la mujer las que configuran su manera de ser, pero sí comparto la idea de Hellen Fisher, de que ha habido y hay, como ella dice, en parte, una diferencia biológica, pero también hay una diferencia cultural que hace que la mujer tenga unas aptitudes y unas actitudes ante la vida distintas, y eso hay que aprovecharlo. Esa idea a mí me gusta. Yo creo que sí somos esencialmente distintos históricamente, y somos distintos por cultura y por educación, y esa diferencia no hay que verla sólo en sentido negativo, hay que superarla e igualarse a lo que ha sido siempre al sexo que ha tenido poder y que ha dominado. Hay que ver qué parte de lo que nosotras hemos cultivado es aprovechable y se puede transmitir como valor universal. 

Entre esos elementos, ¿cuáles destacarías tú por ejemplo? 
En la filosofía feminista a esos elementos se les está dando un nombre que resume un poco todos esos valores femeninos que es el valor del cuidar. Cuidar ha sido una función que ha tenido que hacer la mujer por necesidad, yo creo que hay que hacer de esa necesidad una virtud. No por el hecho de que el cuidar haya sido una función desempeñada por personas que han estado siempre en segundo lugar, que han tenido una dependencia de otras y han sido sometidas, el cuidar deja de ser un valor importante para la sociedad. Entonces lo que hay que pedir, lo que hay que exigir es que ese valor sea reconocido, no que lo sigan ejerciendo solo las mujeres, eso es lo que hay que evitar, pero es un valor que la sociedad necesita igual que necesita otras cosas. 

En relación a la familia, ¿cómo incide la transformación de la reivindicación de la mujer en la familia? Por ejemplo, tengo entendido que en España el crecimiento demográfico es cero, casi no nacen niños. ¿Qué va a pasar ahí? ¿Por qué no nacen niños? ¿Cómo va a incidir eso en el desarrollo político, social, económico? 
En España somos muy pendulares, pasamos de un extremo a otro muy rápidamente. No hay duda de que un cambio como el que se está produciendo en la vida de las mujeres afecta a toda la sociedad, porque, por una parte, es cierto que las mujeres renuncian a tener hijos porque reconocen que hay otras cosas que no quieren perderse, pero, por otra parte, yo creo que también se da lo contrario, las mujeres se sienten culpables por no tener hijos, se sienten culpables por no poder cuidarlos, no sólo porque lo consideran como una carga, sino porque ven ahí un valor que los hombres no comparten. Eso hace también que las mujeres, pese a renunciar a tener los hijos que antes tenían, no accedan del todo a puestos de responsabilidad o a trabajos que les absorben, porque no quieren sacrificar ese otro aspecto de su vida al que también le dan un valor. Eso es lo que yo creo que habría que compartir y que habría que repartir. 

Por otro lado, en países, como el caso de Venezuela que tú conoces tan bien, ocurre prácticamente lo contrario, se tienen hijos a veces sin pensar, indiscriminadamente y sin saber quién es el padre. 
El acceso de la mujer al mundo laboral y a la educación es una forma de desarrollo y eso es lo que hace que haya una reflexión y que haya un control sobre el control de natalidad y que la mujer lo piense antes de tener hijos. En España, por ejemplo, yo fui una de las pocas mujeres, chicas de mi generación, del curso académico que estudié una carrera universitaria; el porcentaje entonces era bajísimo. Hoy no hay ninguna niña a la que le preguntes qué quieres ser cuando seas mayor que te diga: “quiero ser mamá”, cosa que era totalmente habitual en nuestra época. Hoy todas las niñas piensan ser “algo”, ser arquitectas, ser abogadas, ser peluqueras. Eso en primer lugar. Ese es un cambio fundamental que ha ocurrido en España. El acceso masivo a la educación y al mundo laboral es el primer paso hacia la igualdad.

¿Cómo lograr un equilibrio entre valores masculinos y femeninos en un mundo caracterizado hoy más bien por el predominio de lo masculino? 
Sí, el problema es cómo hacerlo, pero yo creo que hemos dado ya un paso, ahora hay que ponerle voluntad. En primer lugar, no es una cuestión solo de cambiar leyes, de transformar instituciones, eso consigue ciertas cosas pero no consigue cambiar las mentalidades. Si empezamos las mujeres, —por eso me parece que incluir esto dentro del discurso feminista es importante— a reconocer que hay una serie de valores que han sido exclusivos nuestros y que deberían ser valores de todos, ese ya es un paso. Otro paso sería convencer a la otra parte de que eso es así. Qué medidas se pueden establecer, qué estrategias, ahí las políticas pueden ayudar. 

Antes hablábamos de la familia, es evidente que hoy la familia tiene que ser un objeto de reflexión política y de política activa porque hay que ayudarla para que pueda seguir desempeñándose independientemente de la forma que tenga, en eso no me meto, pero la familia es necesaria como una figura de afecto, de calidez, de intimidad, tiene que existir, pero tiene que tener una ayuda política. Es decir, hay que ayudar a la mujer para que tenga hijos. No se puede tolerar, por ejemplo, ahora que hay un cambio del concepto de trabajo y que se ha establecido en Europa el trabajo a tiempo parcial, que se piense que es muy bueno solo para las mujeres y que sean las mismas mujeres las que acepten ese trabajo como algo que les permite a ellas compaginar las obligaciones de la vida familiar con un trabajo fuera de casa. Esto tiene que equilibrarse, son hombres y mujeres los que deberían compaginar las dos cosas. ¿Qué medidas adoptar? Medidas políticas pero también medidas educativas para el hombre y para la mujer.

Por un lado entiendo a las feministas, entiendo que hay que reivindicar la igualdad de salario para la mujer y para el hombre. Pero, ¿qué piensas tú, por ejemplo, de esas reivindicaciones feministas en donde lo que cuenta es más el hecho de ser mujer que cualquier otra cosa? 
A mí me parece que eso roza el ridículo y la estupidez muchas veces. Que te inviten porque eres mujer, yo me he sentido invitada muchas veces porque soy mujer y yo creo que eso hay que aprovecharlo, hay que decir que las mujeres todavía no estamos suficientemente reconocidas por falta de costumbre y porque los hombres se están dando cuenta de que están perdiendo cuotas de poder y por lo tanto se resisten explícita o implícitamente, hay que aprovechar entonces esa oportunidad que hace que las mujeres muchas veces seamos la garantía democrática de una mesa redonda o de unas listas electorales y que estemos ahí sólo por el hecho de ser mujer. Yo no diría que esto es extremo. A mí lo que me parece extremo es una reivindicación de lo políticamente correcto, creo que ahí hay que ser un poco más inteligentes y valorar las cosas por lo que son y no simplemente porque las hacen mujeres u hombres. 

¿Cómo piensas tú que está incidiendo la revolución femenina en la actitud del hombre hacia la mujer? A mí me da la impresión a veces de que de repente la mujer se está quedando sola porque el hombre le tiene miedo. 
Es preocupante y ha habido distintas etapas. La primera fue de rechazo o de desprecio del hombre hacia la causa de la mujer; luego se pensó: bueno esto es inevitable, aquí tenemos que ser feministas todos, hombres y mujeres, no podemos decir que no lo somos; pero ahora haría falta una tercera etapa en la que el hombre estuviera tan interesado por lo que hacen las mujeres de sí mismas como las mismas mujeres, que no ocurriera, por ejemplo, lo que me ocurrió en la conferencia de esta mañana, que los hombres desaparecen y no asisten porque piensan que aquello, o todavía no va con ellos o les plantea una situación incómoda de inseguridad, de no saber qué decir, de tener miedo a meter la pata digan lo que digan.

¿Y qué pueden hacer las mujeres para que los hombres se interesen? 
Bueno, pues quizás, usar estrategias indirectas…

¿Femeninas?
Femeninas sí, pero no con librerías de mujeres, editoriales de mujeres, etcétera, eso repele al otro sector, eso quizá hay que superarlo.

¿Cómo se sitúa el sujeto kantiano en relación a las diferencias?
Cuando Kant habla del sujeto, que para él es el sujeto universal, el sujeto del imperativo categórico, habla muy en abstracto. Ahora, cuando, por ejemplo, en La metafísica de las costumbres, intenta decir cuáles son las virtudes necesarias, ahí se nota que él es un cristiano de su época que habla de las virtudes del cristianismo, y esa es una diferencia. No todos los valores en todas las religiones han sido exactamente los mismos. Si queremos convertir eso que en abstracto son unos principios, unos valores éticos fundamentales en actuaciones de tipo político o de tipo moral, es decir, convertirlos en las reglas de una moral concreta, tenemos que pensarlo desde la diferencia. ¿Qué significa hoy para nosotros la libertad y no sólo la libertad en general, la libertad de asociación, la libertad de expresión? ¿Qué significa no discriminar hoy frente al problema migratorio? ¿Qué significa no discriminar a un islámico? Pues significa interesarse por algo que nunca nos había interesado, ese es el sentido que yo doy a las diferencias. Todos estamos de acuerdo en que no hay que discriminar, eso ya está aceptado, pero en abstracto, ¿qué significa en concreto hoy?

¿Dónde establecer el límite en el que termina el respeto a la tradición y empieza el límite de lo que no se puede tolerar? Yo creo que hay que ser tolerante y a la vez poner límites. ¿Cómo establecer ese límite? 
Tenemos unos criterios que son los Derechos Humanos y, aunque siguen siendo bastante abstractos, nos permiten decidir cuándo hay algo que realmente no encaja dentro de la Declaración de los Derechos Humanos, porque es un acoso total a la libertad del individuo o es una mutilación de la persona o es algo que no puede recibir otro nombre, sino que hay que darle ese nombre. Había un filósofo de la moral que decía: “el problema no es decir que el asesinato es malo, el problema es decidir qué es un asesinato”. Aquí en España hoy (año 1998), el problema mayor que tenemos es el problema del terrorismo vasco, los terroristas no se llaman a sí mismos terroristas, hablan de banda armada y no hablan de asesinatos, para ellos asesino es el Estado, entonces ese trasvase de nombres no es tolerable. Para que podamos entendernos hay unos mínimos que debemos compartir y esos mínimos son los Derechos Humanos.

¿Cómo van a incidir las migraciones en las legislaciones europeas? 
Hay muchos problemas. En lo que se refiere a la enseñanza de la religión, por ejemplo, España era un país oficialmente católico, ahora ha pasado a ser un país laico con una preponderancia de la religión católica, pero se está empezando a pedir que en las escuelas haya también enseñanza de otras religiones que ya no son tan minoritarias. En España hay ya muchas mezquitas. Habrá que aceptar diferencias culturales en las escuelas como, por ejemplo, padres musulmanes que no quieren que sus hijas aprendan danza o vayan a colonias de verano con otros niños. Con todo esto habrá que tener una cierta flexibilidad, pero una flexibilidad con unos límites muy claros; es decir, bueno, hasta cierto punto hay cosas que se pueden aceptar y tenemos que ser maleables, tenemos que ser flexibles, pero hay cosas que aquí ya no podemos aceptar, que no podemos retroceder hasta el punto de decir: todo está permitido.

Para terminar, una última pregunta un poco irreverente. Pensando en América Latina, ¿qué responsabilidad ha tenido la Iglesia en la educación de la mujer en relación al control de la natalidad? 
No ha hecho nada. La Iglesia ahí tiene una doctrina muy clara, ha dicho que el objetivo fundamental del matrimonio, lo que justifica la relación sexual es la maternidad o la paternidad, es la reproducción. En ese sentido ha ido aceptando, pero muy lentamente, métodos de limitación de la natalidad, pero no lo ha asumido casi por fundamentalismo, por mantener una doctrina rígida que no admite el adaptarse a los tiempos y a las situaciones. En uno de los últimos congresos sobre la mujer, me parece que fue en Pekín, ese fue el tema fundamental por el mensaje del Vaticano contra la reivindicación del aborto y la reivindicación de un control de la natalidad por parte de las mujeres del Tercer Mundo, que es el que más necesita de ese control.

Publicado el sábado 9 de noviembre de 2000. Verbigracia Nº5 / Año IV 
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