“Nunca fui expulsado”
El autor y presentador de televisión venezolano-español fue uno de los invitados a la reciente edición del Hay Festival Cartagena, donde presentó su novela autobiográfica Tiempo de tormentas
“El salón de ensayos de la Academia y Ballet Nena Coronil quedaba en la planta baja de una inmensa casa colonial en lo alto de La Florida, la que había sido una de las mejores urbanizaciones de Caracas. La casa en sí parecía una réplica tropical del Partenón, con frisos calcados a los que se conservan en el Museo Británico solo que más coloridos, por lo tropical. Esos colores, aun brillantes, tenían pequeñas marcas del paso del tiempo. No es común que un edificio sobreviva en esta ciudad, pero este había conseguido atravesar décadas favorecido por alguna ley patrimonial. Allí sería el funeral por Belén Lobo. Mi mamá. Las dos maneras que a lo largo de cincuenta años tuve para llamarla. Las dos mujeres que había sido para mí”.
Cuando se habla de Boris
Izaguirre viene a la mente
la estrella de televisión y el escritor.
En esa dualidad que ha
sido constante: disléxico-gay,
sudaca-gay se mueve
el autor venezolano, quien
confiesa que su vida en Miami
estuvo llena de vacíos que lo hicieron
reflexionar sobre su carrera,
sobre el país que lo acogió
cuando decidió irse en el
año 1992, después del golpe, enfrentando
a su ego, reconciliándose
con la palabra humildad.
Su primera novela, El vuelo
de los avestruces (1991), es la historia
del asesinato de una madre,
y sin proponérselo, Tiempo
de tormentas cierra un ciclo
donde nuevamente la figura de
la madre está presente con la
historia de un hijo ante la muerte
de su progenitora, obra que
le permite a Izaguirre desnudarse
ante los lectores y ante todo
aquel que cuestione su talento:
“Nunca fui expulsado, yo decidí
irme de Venezuela. Entiendo
a mis compatriotas que ahora
son expulsados. Soy una
prueba que sin tener una formación
académica, mi cabeza
ha sido mi gran arma y defensa.
Lo que les digo a mis compatriotas
que quedar huérfano
de país y vivir todas las humillaciones
que significa ser de
otro lugar valen la pena porque
en el mundo que estamos enfrentando,
de un momento a
otro, nos tocará a todos ser
extranjeros”.
¿Cómo concibió la orfandad?
Mientras escribí mi nueva
novela, aparte de la orfandad de
mi madre, era la sensación que
la orfandad más grande era la
desaparición de mi país. Y en el fondo yo creo que Tiempo de
tormentas es la historia de
amor entre una madre y un hijo
que luchan por ser las personas
que realmente quieren ser,
pero además no pueden evitar
de convertirse en espectadores
del fracaso de un país. En algún
momento la historia de mi
madre pasó a un segundo plano
ante mi deber de contar lo
que estaba pasando.
¿Se ha sentido alguna vez
huérfano de país?
Desde hace unos años he sentido
que no soy de ninguna parte,
aunque cada día de mi vida me levanto entre dos países,
dos recuerdos, dos culturas, dos
familias. No me visualizo de
vuelta, hace mucho tiempo que
hice esa ruptura.
Ante el éxito, algunos cuestionan
su oficio de escritor.
Ser un escritor y celebrity, es
parte de mi realidad. Yo he sido
muy indisciplinado, no tuve
una buena academia porque
no me podía concentrar, entonces
la fama me ayudó a controlar
mi tiempo, mis actividades.
Por otra parte, para mí escribir
es un refugio, pero también
con una fecha de entrega. Soy
un tipo de escritor que tiene un
grupo importante de escritores
que exigen un trabajo cada cierto
tiempo y también tengo mi
deseo de plantear ciertos temas
en mis libros.
No puedo dejar
de ser una cosa por la otra. Creo
que se puede realizar con calidad
ambos trabajos, enfrentarme
a los universos creativos
que la televisión me ofrece y a
los universos narrativos que la
literatura me ofrece.
He puesto mi carrera en jaque
muchas veces, he hecho programas que no han funcionado, he
escrito novelas algo desafortunadas,
me he equivocado en declaraciones,
pero también he
podido recuperarme.
¿Quiere ser recordado como
escritor o celebrity?
Nunca pienso en eso, preferiría
ser recordado por ir
siempre muy bien vestido y con
mucha personalidad.
¿Hasta qué punto marcó la
dislexia al personaje de hoy?
Mi madre tuvo toda la paciencia hasta que por fin se produjo un milagro y las letras dejaron
de moverse, era horrible. Yo
nunca quise ser niño, nunca
aprendía a leer, nunca aprendía
a escribir. Y cuando por fin lo
hice, no paré de leer y leer, vivía
en un mundo que no estaba
dispuesto para mí, la lectura
y la escritura me permitió
ese lugar que necesitaba en el
mundo. Por eso insisto tanto
que un escritor antes es un gran
lector. Poder leer y escribir fue
un triunfo ante la dislexia.
También, y es algo que cuento
en Tiempo de tormentas, tener
que disimular la dislexia me enseñó
sobre el arte de disimular,
me propuso mi natural amaneramiento
-que en realidad era
mucha torpeza- convertirlo en
una señal de identidad.
Mi madre y mi madrina, Carolina
Capriles, se propusieron
que mi enfermedad no fuera un
obstáculo. Fueron años, que al
recordarlos, me entristecen mucho. Mi madre, que era una mujer increíble, tuvo un hijo que fue un verdadero desastre.
Y a eso debemos sumarle su identidad sexual.
La combinación era bastante jodida. Después cuando emigré pasé a ser sudaca y gay, nunca en mi vida me he podido definir en una sola cosa. Pero también aprendí algo, cuando emigras empiezas de cero, no tienes nada atrás, todo es futuro, eso da vigor. Entonces, aprendí a ser yo: Boris, ya no era el hijo de Lobo o Izaguirre, el escritor de telenovelas o el columnista de un periódico.
¿Recuerda alguna de las humillaciones que sufrió por ser extranjero?
Recuerdo todas, especialmente esa frase: “aquí las cosas no son así”. A todo le puedes dar la vuelta y hacer la extranjería más cómoda, pero siempre los países que te acogen tratan de imponer su criterio. Recuerdo lo que alguna vez me dijo Juan Gabriel y que nunca –hasta ese momento- había pensado: “has logrado triunfar en un país que no es el tuyo”.
Tuvo la experiencia de trabajar con José Ignacio Cabrujas...
Todo el día lo tengo presente, fue un maestro en todas las cosas de la vida. Recuerdo que me dijo: si Francisco Umbral refleja la sociedad española Ud. puede hacer lo mismo.
¿La razón de escribir durante casi treinta años?
De alguna manera mis novelas son laberintos que se comunican entre sí, en especial Azul petróleo, Villa Diamante y Tiempo de tormentas donde hago una radiografía de lo que ha sido el país en estos años. Así que escribimos para perdemos en un laberinto.
¿Cómo es la ventana por donde mira Boris Izaguirre?
Rosada. Me encanta descubrir todo el tiempo en el cielo, y en la luz de ese color. Además prefiero mil veces estar asociado a lo femenino que a lo masculino.
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