Sombras del mal: “El hombre de hielo” fue sicario y serial
Contratado por la mafia, este asesino aseguró haber matado entre 100 y 200 personas
Entre las historias criminales nos hemos centrado en los asesinos en serie, esos que actúan por motivaciones psicológicas, pero no podemos ignorar a los de otro tipo: los que hacen de la muerte su negocio, los asesinos a sueldo, hoy conocidos como sicarios.
Esta es la historia de uno de ellos, Richard Leonard Kuklinski, nacido en Jersey City, Nueva Jersey, Estados Unidos, el 11 de abril de 1935, y muerto en la cárcel de Trenton, Nueva Jersey, el 5 de marzo de 2006, donde purgó condena por seis asesinatos, aunque luego confesó haber cometido entre 100 y 200.
Es conocido como "Iceman" (“Hombre de Hielo”) por uno de sus métodos favoritos para confundir a las autoridades: congelaba a sus víctimas por largos períodos y luego los dejaba para que fuesen descubiertos.
Era hijo de Stanley Kuklinski, un inmigrante polaco, y Anna McNally, una férrea católica irlandesa. Sufrió de maltrato a manos de sus padres que le propinaron frecuentes palizas. La policía cree que se inició matando animales para desquitarse.
Fue el tercero de cuatro hermanos. El mayor murió a manos de su propio padre en una golpiza, y el menor fue condenado por asesinar y abusar sexualmente de una niña de 12 años.
Muy joven comenzó su carrera criminal en una banda local. Su sangre fría llamó la atención del clan DeCavalcante, una familia criminal de Nueva York, que lo contrató como sicario, para lo que le exigieron una prueba: matar a dos integrantes del grupo. Lo hizo sin miramientos.
A mediados de 1950, Kuklinski asesinó a diestra y siniestra en Hell’s Kitchen y Manhattan, frente a una policía desconcertada. Se unió a organizaciones criminales y se fue entrenando en formas de matar: veneno, explosivos, tiros, golpes, falsos secuestros, accidentes, apuñalamientos. Las utilizó casi todas.
A mediados de los 70 se casó, formó una familia y aparentaba una vida normal. Pero paralelamente afinó su método de deshacerse de los cuerpos: los quemaba, descuartizaba, enterraba o colocaba en carros que enviaban a deshuesaderos.
“Iceman” llegó a asegurar que participó en uno de los casos sin resolver más importantes de Estados Unidos: el asesinato de Jimmy Hoffa. Aseguró que ayudó a desaparecer el cuerpo del sindicalista, que “terminó en una acerera en Japón”.
A mediados de los 80 comenzó a cometer errores que terminaron delatándolo. La policía creó una fuerza especial para capturarlo, “Operación Iceman”, que logró infiltrar su organización y en 1986 lo conectó a seis homicidios, por los que lo detuvo.
En marzo de 1988, un jurado lo encontró culpable de cinco asesinatos y fue condenado a dos cadenas perpetuas consecutivas, con posibilidad de libertad condicional a los 110 años de edad.
Estando preso se convirtió en un asiduo entrevistado, en esas charlas confesó la cifra de sus crímenes. Su fama lo convirtió en protagonista de películas, libros y series.
Murió a los 70 años, en un ala de seguridad en el St. Francis Medical Center en Trenton, Nueva Jersey.
Esta es la historia de uno de ellos, Richard Leonard Kuklinski, nacido en Jersey City, Nueva Jersey, Estados Unidos, el 11 de abril de 1935, y muerto en la cárcel de Trenton, Nueva Jersey, el 5 de marzo de 2006, donde purgó condena por seis asesinatos, aunque luego confesó haber cometido entre 100 y 200.
Es conocido como "Iceman" (“Hombre de Hielo”) por uno de sus métodos favoritos para confundir a las autoridades: congelaba a sus víctimas por largos períodos y luego los dejaba para que fuesen descubiertos.
Era hijo de Stanley Kuklinski, un inmigrante polaco, y Anna McNally, una férrea católica irlandesa. Sufrió de maltrato a manos de sus padres que le propinaron frecuentes palizas. La policía cree que se inició matando animales para desquitarse.
Fue el tercero de cuatro hermanos. El mayor murió a manos de su propio padre en una golpiza, y el menor fue condenado por asesinar y abusar sexualmente de una niña de 12 años.
Muy joven comenzó su carrera criminal en una banda local. Su sangre fría llamó la atención del clan DeCavalcante, una familia criminal de Nueva York, que lo contrató como sicario, para lo que le exigieron una prueba: matar a dos integrantes del grupo. Lo hizo sin miramientos.
A mediados de 1950, Kuklinski asesinó a diestra y siniestra en Hell’s Kitchen y Manhattan, frente a una policía desconcertada. Se unió a organizaciones criminales y se fue entrenando en formas de matar: veneno, explosivos, tiros, golpes, falsos secuestros, accidentes, apuñalamientos. Las utilizó casi todas.
A mediados de los 70 se casó, formó una familia y aparentaba una vida normal. Pero paralelamente afinó su método de deshacerse de los cuerpos: los quemaba, descuartizaba, enterraba o colocaba en carros que enviaban a deshuesaderos.
“Iceman” llegó a asegurar que participó en uno de los casos sin resolver más importantes de Estados Unidos: el asesinato de Jimmy Hoffa. Aseguró que ayudó a desaparecer el cuerpo del sindicalista, que “terminó en una acerera en Japón”.
A mediados de los 80 comenzó a cometer errores que terminaron delatándolo. La policía creó una fuerza especial para capturarlo, “Operación Iceman”, que logró infiltrar su organización y en 1986 lo conectó a seis homicidios, por los que lo detuvo.
En marzo de 1988, un jurado lo encontró culpable de cinco asesinatos y fue condenado a dos cadenas perpetuas consecutivas, con posibilidad de libertad condicional a los 110 años de edad.
Estando preso se convirtió en un asiduo entrevistado, en esas charlas confesó la cifra de sus crímenes. Su fama lo convirtió en protagonista de películas, libros y series.
Murió a los 70 años, en un ala de seguridad en el St. Francis Medical Center en Trenton, Nueva Jersey.
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