Sombras del mal: El Niño del Terror fue un joven asesino en serie
Con solo 15 años acumuló 23 asesinatos y el día que cumplió los 20 recibió la misma dosis
Esta semana conoceremos a un asesino en serie ecuatoriano, quien además es uno de los más jóvenes del continente. Un criminal conocido como “el Niño del Terror”.
Tal fue la identidad que los medios le dieron a Juan Fernando Hermosa, nacido el 28 de febrero de 1975 en la provincia ecuatoriana de Sucumbíos.
Al poco tiempo su mamá murió y su padre no se hizo cargo de él, por lo que fue dado en adopción a Rafael Olivo Hermosa Fonseca y Zoila Amada Suárez Mejía, quienes se lo llevaron al norte de Quito.
Cuando su padre adoptivo viajaba a la provincia de Sucumbíos, el niño cuidaba a su madre adoptiva, una mujer sorda que sufría de artritis. Desde niño fue muy difícil de controlar pues solía escapar de la escuela.
Su llegada a la vida criminal comenzó hurtando y robando a comerciantes y vecinos y reunió a su alrededor a unos 10 adolescentes descarriados, con quienes compartía en salas de videojuegos, discotecas y bares.
El 22 de noviembre de 1991 cometió su primer asesinato: le disparó al conductor de un taxi con una pistola que horas antes había comprado.
Una semana más tarde estaba consumiendo alcohol en una peluquería, propiedad de una transexual llamada Charlie, junto a unos amigos, cuando se produjo una discusión entre Juan Fernando y la peluquera. La asesinó a tiros por la espalda.
De pronto desató una ola de asesinatos que sumaría 23 víctimas. Durante los fines de semana se dedicó a cazar y asesinar a homosexuales y taxistas, además de un chofer y su ayudante y otras dos personas.
La repentina ola de crímenes hizo que la policía creara un escuadrón dedicado a darle cacería a “el Niño del Terror”. Tras detener a un grupo de ladrones adolescentes lograron dar con la casa de Juan Fernando.
La policía implementó un operativo madrugador y supuestamente sigiloso. A las 3:00 am del 16 de enero de 1992 rodearon la casa e ingresaron por un tragaluz que daba a la habitación de Hermosa, pero este estaba durmiendo con su madre.
El ruido alertó al asesino que respondió a tiros y con una granada contra la policía. En el tiroteo la madre recibió once balazos. Tras 15 minutos de batalla se rindió.
Su primera declaración fue: “Quiero dejar en claro que mi nombre es Juan Fernando Hermosa Suárez y que el 28 de febrero cumplo 16 años”. Es decir, era un adolescente.
Según las leyes ecuatorianas, la máxima condena para un menor de edad era de cuatro años en un centro de rehabilitación de menores.
En el reformatorio se convirtió en líder de los internos y logró que su novia ingresara una pistola. A los pocos meses se escapó, no sin antes asesinar a un policía.
De Ecuador huyó a Colombia, donde intentó extender su reino delictivo, pero la competencia no era fácil con las bandas locales y la policía buscándolo. Se mantuvo escondido hasta que fue capturado y deportado. Cumplió su pena en un centro de máxima seguridad hasta 1996.
Se fue a vivir con su padre a Sucumbíos. Cuatro años más tarde, el día de su cumpleaños número 20, su cadáver fue localizado a la orilla de un río. Fue identificado por los documentos, pues su cuerpo estaba desfigurado, tenía heridas por machete y armas de fuego, así como signos de tortura. Su asesinato nunca fue aclarado.
Tal fue la identidad que los medios le dieron a Juan Fernando Hermosa, nacido el 28 de febrero de 1975 en la provincia ecuatoriana de Sucumbíos.
Al poco tiempo su mamá murió y su padre no se hizo cargo de él, por lo que fue dado en adopción a Rafael Olivo Hermosa Fonseca y Zoila Amada Suárez Mejía, quienes se lo llevaron al norte de Quito.
Cuando su padre adoptivo viajaba a la provincia de Sucumbíos, el niño cuidaba a su madre adoptiva, una mujer sorda que sufría de artritis. Desde niño fue muy difícil de controlar pues solía escapar de la escuela.
Su llegada a la vida criminal comenzó hurtando y robando a comerciantes y vecinos y reunió a su alrededor a unos 10 adolescentes descarriados, con quienes compartía en salas de videojuegos, discotecas y bares.
El 22 de noviembre de 1991 cometió su primer asesinato: le disparó al conductor de un taxi con una pistola que horas antes había comprado.
Una semana más tarde estaba consumiendo alcohol en una peluquería, propiedad de una transexual llamada Charlie, junto a unos amigos, cuando se produjo una discusión entre Juan Fernando y la peluquera. La asesinó a tiros por la espalda.
De pronto desató una ola de asesinatos que sumaría 23 víctimas. Durante los fines de semana se dedicó a cazar y asesinar a homosexuales y taxistas, además de un chofer y su ayudante y otras dos personas.
La repentina ola de crímenes hizo que la policía creara un escuadrón dedicado a darle cacería a “el Niño del Terror”. Tras detener a un grupo de ladrones adolescentes lograron dar con la casa de Juan Fernando.
La policía implementó un operativo madrugador y supuestamente sigiloso. A las 3:00 am del 16 de enero de 1992 rodearon la casa e ingresaron por un tragaluz que daba a la habitación de Hermosa, pero este estaba durmiendo con su madre.
El ruido alertó al asesino que respondió a tiros y con una granada contra la policía. En el tiroteo la madre recibió once balazos. Tras 15 minutos de batalla se rindió.
Su primera declaración fue: “Quiero dejar en claro que mi nombre es Juan Fernando Hermosa Suárez y que el 28 de febrero cumplo 16 años”. Es decir, era un adolescente.
Según las leyes ecuatorianas, la máxima condena para un menor de edad era de cuatro años en un centro de rehabilitación de menores.
En el reformatorio se convirtió en líder de los internos y logró que su novia ingresara una pistola. A los pocos meses se escapó, no sin antes asesinar a un policía.
De Ecuador huyó a Colombia, donde intentó extender su reino delictivo, pero la competencia no era fácil con las bandas locales y la policía buscándolo. Se mantuvo escondido hasta que fue capturado y deportado. Cumplió su pena en un centro de máxima seguridad hasta 1996.
Se fue a vivir con su padre a Sucumbíos. Cuatro años más tarde, el día de su cumpleaños número 20, su cadáver fue localizado a la orilla de un río. Fue identificado por los documentos, pues su cuerpo estaba desfigurado, tenía heridas por machete y armas de fuego, así como signos de tortura. Su asesinato nunca fue aclarado.
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