Historias de la Violencia: Minas de oro bañadas de sangre
La ambición y la violencia tiñeron de muerte el oro de Tumeremo
La historia que esta semana nos atañe, no terminó con una vida, ni se detuvo en el tiempo, ha sido una masacre a cuentagotas que a lo largo de los últimos años ha cobrado la vida de cientos de personas que se han atrevido a buscar fortuna en las infames minas de los estados Bolívar y Amazonas.
La tierra de nadie, tal vez, de nadie conocido. Es verde, calurosa, sofocante, pobre y rica a la vez. Un pueblo en el que el oro es la moneda, pequeñas botellas que contienen las esperanzas de los mineros. Una tierra violenta, donde las bandas, guerrilleros y esa oscura sombra que se oculta detrás del poder deciden el destino de quienes fueron a parar allí.
Esta es la historia de la primera masacre de Tumeremo, esa que dejó al descubierto la guerra del oro que se vivía en el sur. Es la primera porque luego de esa matazón sucedieron otras más y aún hoy la sangre corre de vez en cuando y las muertes siguen acumulándose.
El protagonista de esta historia es un oscuro sujeto nacido en Ecuador, quien emigró a Venezuela el año 2002, Jamilton Andrés Ulloa Suárez, de 44 años, alias El Topo, con amplia experiencia militar. Presuntamente, habría formado parte de las fuerzas paramilitares que se batieron con la guerrilla en Colombia, de allí ingresó a Venezuela.
En marzo de 2016, alias El Topo y su banda, montaron una alcabala en las cercanías de la mina Atenas, ubicada en el fundo El Peregrino, y fueron deteniendo a todos los mineros que pasaban por el lugar, los amarraban y los obligaban a esperar en un descampado.
La acción supuestamente estaba destinada “a acabar con malandros” que se habían infiltrado para quitarle las minas a alias El Topo.
Poco a poco se fueron acumulando los hombres y mujeres detenidos y el 4 de marzo se inició la masacre. “A pesar de que decían que era para matar a los delincuentes, eso fue mentira, asesinaron a mucha gente inocente, trabajadores, gente que quería ganarse la vida y ayudar a su familia”, dijo uno de los sobrevivientes en su oportunidad.
De pronto comenzaron a matar gente, los cadáveres eran colocados en un camión y en camionetas, algunos eran descuartizados en el sitio, el objetivo estaba claro, lo que buscaban era intimidar a los sobrevivientes.
Otro grupo de la banda fue a “la bulla”, como es denominado el sitio donde se encuentra oro, y allí asesinaron a varias personas, los mineros que estaban en el paraje huyeron, se internaron en la selva y se escondieron hasta que se fueron los delincuentes.
Horas más tarde el caso se hacía público: al menos 28 personas habrían sido asesinadas y sus cuerpos desaparecidos y sus familiares comenzaron a protestar.
De pronto comenzaron los pronunciamientos, uno de los primeros lo hizo el gobernador de la entidad, Francisco Rangel Gómez, quien aseguró que no existía “un solo elemento que demostrara que habían fallecidos o masacrados” y dijo que las denuncias eran parte de un show mediático de la oposición venezolana.
Sin embargo, más tarde, y dada la magnitud de la protesta, el Ministerio Público, la Defensoría del Pueblo y otros organismos del Estado realizaron un operativo en el que participaron más de mil funcionarios.
Poco a poco fueron apareciendo los cuerpos, primero fueron cuatro cadáveres. Luego, el 14 de marzo de 2016 se informó sobre el hallazgo de 17 cadáveres.
Tras el hallazgo se inició una operación en la que detuvieron a varios integrantes de la banda. El 6 de mayo de 2016 Jamilton Andrés Ulloa Suárez resultaba muerto a la edad de 44 años al enfrentarse a comisiones del Sebin.
Todavía hoy hay al menos 13 personas desaparecidas
La tierra de nadie, tal vez, de nadie conocido. Es verde, calurosa, sofocante, pobre y rica a la vez. Un pueblo en el que el oro es la moneda, pequeñas botellas que contienen las esperanzas de los mineros. Una tierra violenta, donde las bandas, guerrilleros y esa oscura sombra que se oculta detrás del poder deciden el destino de quienes fueron a parar allí.
Esta es la historia de la primera masacre de Tumeremo, esa que dejó al descubierto la guerra del oro que se vivía en el sur. Es la primera porque luego de esa matazón sucedieron otras más y aún hoy la sangre corre de vez en cuando y las muertes siguen acumulándose.
El protagonista de esta historia es un oscuro sujeto nacido en Ecuador, quien emigró a Venezuela el año 2002, Jamilton Andrés Ulloa Suárez, de 44 años, alias El Topo, con amplia experiencia militar. Presuntamente, habría formado parte de las fuerzas paramilitares que se batieron con la guerrilla en Colombia, de allí ingresó a Venezuela.
En marzo de 2016, alias El Topo y su banda, montaron una alcabala en las cercanías de la mina Atenas, ubicada en el fundo El Peregrino, y fueron deteniendo a todos los mineros que pasaban por el lugar, los amarraban y los obligaban a esperar en un descampado.
La acción supuestamente estaba destinada “a acabar con malandros” que se habían infiltrado para quitarle las minas a alias El Topo.
Poco a poco se fueron acumulando los hombres y mujeres detenidos y el 4 de marzo se inició la masacre. “A pesar de que decían que era para matar a los delincuentes, eso fue mentira, asesinaron a mucha gente inocente, trabajadores, gente que quería ganarse la vida y ayudar a su familia”, dijo uno de los sobrevivientes en su oportunidad.
De pronto comenzaron a matar gente, los cadáveres eran colocados en un camión y en camionetas, algunos eran descuartizados en el sitio, el objetivo estaba claro, lo que buscaban era intimidar a los sobrevivientes.
Otro grupo de la banda fue a “la bulla”, como es denominado el sitio donde se encuentra oro, y allí asesinaron a varias personas, los mineros que estaban en el paraje huyeron, se internaron en la selva y se escondieron hasta que se fueron los delincuentes.
Horas más tarde el caso se hacía público: al menos 28 personas habrían sido asesinadas y sus cuerpos desaparecidos y sus familiares comenzaron a protestar.
De pronto comenzaron los pronunciamientos, uno de los primeros lo hizo el gobernador de la entidad, Francisco Rangel Gómez, quien aseguró que no existía “un solo elemento que demostrara que habían fallecidos o masacrados” y dijo que las denuncias eran parte de un show mediático de la oposición venezolana.
Sin embargo, más tarde, y dada la magnitud de la protesta, el Ministerio Público, la Defensoría del Pueblo y otros organismos del Estado realizaron un operativo en el que participaron más de mil funcionarios.
Poco a poco fueron apareciendo los cuerpos, primero fueron cuatro cadáveres. Luego, el 14 de marzo de 2016 se informó sobre el hallazgo de 17 cadáveres.
Tras el hallazgo se inició una operación en la que detuvieron a varios integrantes de la banda. El 6 de mayo de 2016 Jamilton Andrés Ulloa Suárez resultaba muerto a la edad de 44 años al enfrentarse a comisiones del Sebin.
Todavía hoy hay al menos 13 personas desaparecidas
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