La inercia del Interregno
El conflicto que enfrenta a Estados Unidos con Venezuela se encuentra en una suerte de interregno, no solo porque un nuevo presidente despachará desde la Casa Blanca en los próximos días, sino porque las acciones correspondientes a la estrategia diseñada para el cambio del gobierno de Venezuela lucen agotadas.
Hay un nuevo cuadro, en Washington se están designando nuevos actores y equipos que tendrán que revisar las acciones desplegadas, redefinir objetivos y diseñar las estrategias a seguir. En el interregno, predominará la inercia. La nueva situación en EEUU se caracteriza por la derrota electoral de Donald Trump, así como por una profunda crisis de la sociedad y sus instituciones. “No al azar, 8 de cada 10 estadounidenses estaban insatisfechos con el estado de cosas en el país a mediados de 2020”, apunta Juan Tokliatán.
Al desmantelamiento del Estado de bienestar, el incremento de desigualdades, la disminución del sector productivo y el impacto de los cambios demográficos se le ha sumado como elemento puntual la desconfianza en un sistema de votación y de conteo de votos inseguro y de fácil manipulación.
LOS OBJETIVOS
La política de Washington hacia Venezuela ha estado marcada esencialmente por el objetivo de reinsertarla en su dispositivo geoestratégico, por eso se habla de una posición bipartidista. De modo que no es muy probable que se produzca una modificación de esta meta, a pesar de la presencia en el nuevo gobierno de los sectores progresistas. La historia muestra que en las metrópolis es difícil para las élites zafarse de los intereses de sus países como potencias, como lo ha mostrado en repetidas ocasiones el laborismo inglés o el socialismo francés.
Sin embargo, no hay que cerrar completamente la perspectiva de una redefinición de objetivos de parte de los equipos de Joe Biden, en la medida en que las condiciones internas no son propicias y en lo internacional se tiende a la multipolaridad.
En este contexto, pudiera comprenderse la necesidad de establecer otras formas de relacionarse con Venezuela, a través de acuerdos de cooperación que respeten la separación geopolítica de Venezuela, que no sería pieza enemiga en el tablero, pero tampoco ficha subordinada.
Un proceso interno futuro de alternancia en el Ejecutivo se realizaría dentro de estos parámetros de soberanía, que comportan como uno de sus pilares la estructura y la doctrina de defensa de la institución militar venezolana.
EL MÉTODO
En cuanto al método o estrategia diseñada por Washington para alcanzar el objetivo trazado, es razonable pensar que se introducirán cambios, al menos en relación al estilo y los tiempos.
Pero también puede pensarse que se irá algo más lejos. Ya el propio Juan Sebastián González, que será el nuevo asesor en la Casa blanca para el hemisferio occidental, ha declarado que Biden “rechaza el enfoque fallido de sanciones unilaterales de la administración Trump”.
De los vectores del flujograma seguido hasta ahora, el de la amenaza de una intervención militar tiende a desvanecerse en los discursos. Sobre el vector del poder dual, que consiste básicamente en la apropiación por EEUU de activos y fondos venezolanos, aislamiento diplomático y toma de la embajada en Washington, todavía no se ha despejado la incógnita sobre lo que decidirá Biden.
EL 23-F
Ahora bien, el vector fundamental, de profundidad, de la estrategia seguida desde enero de 2019 es el del bloqueo por medio de sanciones, que tiene como propósito incrementar el malestar social para que se produzca una insurgencia. En el equipo de Biden se habla de mantener vigente este vector para alcanzar el objetivo buscado, pero con algunas modificaciones, en la idea de “sanciones inteligentes”, “más acción multilateral” y “mayor concertación con Europa”, es decir, lo que se conoce como alivio de las sanciones.
Otro de los elementos de presión que se ha utilizado ha sido el de la ayuda humanitaria, que tuvo su momento de más prominencia el 23 de febrero de 2019. De mantenerse la estrategia del poder dual y el esquema de sanciones, la ayuda pudiera convertirse nuevamente en un foco de conflicto, en la medida en que sea concebido como un instrumento para desconocer y pasar por encima del Estado venezolano y no como un mecanismo de solidaridad.
De conservar Biden la misma estrategia, aunque más suave, se incurriría en los mismos errores de Trump, aunque seguramente de una forma menos beligerante y más diplomática.
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