Europa Central: Comunidad de aspiraciones compartidas
Europa Central constituye el ejemplo perfecto del formidable poder creativo que puede comprender la libertad
Por Andrzej Duda, Presidente de la República de Polonia
Ha comenzado una nueva década del siglo 21. Una década signada por la incertidumbre que nos trajo la pandemia global y sus consecuencias, pero también una década de esperanza. Una década de oportunidades para la civilización y para la recuperación económica, una oportunidad para crear un mundo que sea mejor, más justo, más verde, y uno que respete los principios del desarrollo sostenible. Mientras ponemos la mirada en el futuro, buscamos las regiones que serán centro de cambios dinámicos y positivos. Tengo la certeza de que Europa Central será una de esas regiones, tanto en la escala europea como en la global.
Europa Central o Europa del Este (ambos términos se utilizan indistintamente) es una entidad regional significativa, una comunidad de fe compartida en términos geográficos, políticos y económicos, así como en el ámbito de las ideas y de la cultura. En cuanto a su ubicación sobe el mapa, es percibida como una región entre los mares Báltico, Adriático y Mar Negro o (aunque se trate de una simplificación) entre Alemania y Rusia. Pero, sobre todo, conformamos un círculo de memoria en común. Hemos tenido nuestra cuota de experiencias históricas similares, particularmente durante el dramático siglo 20. Sufrimos dos totalitarismos, los marrones y los rojos, que nos suprimieron y oprimieron. Pero también tenemos grandiosas, gloriosas experiencias de siglos atrás. Los siglos del 15 al 17, la llamada era de “la Europa de la dinastía Jaguelónica”, que luego sería llamada la Mancomunidad polaco-lituana, vio florecer una unión política voluntaria en parte substancial de su territorio, precursora de la Unión Europea de hoy, que significó el amistoso hogar para muchas culturas y creencias religiosas, siempre respetuosa del imperio de la ley, del parlamentarismo y de la democracia. Llevamos hacia el futuro las lecciones de esas experiencias –las buenas y las malas– como una advertencia universal, así como una inspiración para trabajar por el bien común, la prosperidad de la región y por una Europa totalmente integrada.
La descripción de Europa Central en términos de valores es igualmente importante. Al formar parte de la civilización occidental por más de mil años, compartimos sus fundamentos ideológicos. Milan Kundera llamó sugestivamente a Europa Central como “un Oeste secuestrado”, al ser parte de la de la civilización occidental, pero encontrarse a sí misma, en contra de su voluntad, bajo la dominación imperial y autoritaria soviética, imposibilitada de gestionarla racionalmente. Debemos hacer énfasis, sin embargo, que nuestro compromiso con esos valores que forjaron la cultura europea no carece de reflexiones. Estamos al tanto, quizá mejor que otros, del alto precio que uno debe pagar por defender esos valores. Estamos conscientes de que uno debe cultivar y reconciliar la libertad y la responsabilidad, derechos y deberes, individualismo y solidaridad, el talante de la crítica, innovación y modernización, en comunión con la herencia y las tradiciones que definen nuestra identidad.
Al borde del cambio histórico de 1989, Timothy Garton Ash escribió que el concepto de Europa Central despertó a Occidente de pensar en los términos de la Guerra Fría, desafió las nociones comunes y las prioridades, pero también hizo que hubiera algo nuevo que ofrecer a cambio. Esta opinión pareciera validada hoy, cuando la participación de los países de Europa Central en la UE y en la OTAN, resulta una crucial y solidificada parte del orden europeo y atlántico, y cuando nuestra región, con su sólido crecimiento económico, ha protagonizado un significativo salto como civilización. También hoy, el concepto de Europa Central guarda un contenido dinámico y positivo. Si me propusiera definir acertadamente el rostro de Europa Central, incluida Polonia como el país más grande de la región, diría lo siguiente: es, al mismo tiempo, la comunidad de éxitos y aspiraciones compartidas.
Europa Central constituye el ejemplo perfecto del formidable poder creativo que puede comprender la libertad. La libertad y sus hermanos –la libertad económica, el emprendimiento, el autogobierno– abrieron el espacio para la realización de audaces ambiciones y aspiraciones. El desarrollo acompaña el progreso de la libertad. Las tres décadas que han transcurrido desde la caída del comunismo, los avances iniciados por el movimiento de “Solidaridad” polaca, conforman la historia de un grandioso éxito económico, de avances sociales de una civilización que difícilmente hayan ocurrido en la historia mundial, en un período de tiempo tan corto. Polonia y toda Europa Central constituyen un fascinante testimonio de las oportunidades que trae la libertad.
Así mismo, podemos servir como un inspirador ejemplo de cómo la cooperación, las iniciativas conjuntas y los emprendimientos brindan resultados positivos. Gracias a ellos Europa Central cesó de ser, como fue en tiempos adversos, apenas un área periférica entre Occidente y el Este, entre poderes imperiales, para convertirse en una estructura con múltiples lazos, una que está al tanto de sus intereses y que tiene influencia en el curso de los asuntos europeos. La emancipación de la Europa Central y del Este fue un éxito; somos parte crucial de los procesos políticos y civilizadores.
Permítanme traer su atención a tres importantes planes de cooperación de Europa Central, que no sólo revisten una relevancia regional, sino que resultan cruciales para la UE, la dimensión atlántica e incluso la global. La primera de ella es el Grupo Visegrad, una longeva entidad que reúne a Polonia, la República Checa, Eslovaquia y Hungría. Iniciada en 1991 como una plataforma para el diálogo y la coordinación de esfuerzos orientados a obtener las membresías de la OTAN y la UE, el Grupo Visegrad se ha probado útil más allá de los objetivos estratégicos que alcanzara. Hoy se erige como uno de los más importantes agentes para activar la cooperación regional en Europa Central y buscar la comprensión de los asuntos de Europa.
El segundo de los planes lo conforma Los nueve de Bucarest, una estructura de países del flanco oriental de la OTAN: Polonia, Rumania, Lituania, Letonia, Estonia, Hungría, Eslovaquia, República Checa y Bulgaria. Fue establecido en 2015 en Bucarest, donde firmamos una declaración conjunta que establecía que los países de Los nueve de Bucarest unían esfuerzos para asegurar, donde fuere necesario, una “robusta, creíble y sostenible presencia militar aliada” en la región. A gran escala, el B9 es una respuesta a las políticas agresivas de Rusia, a las violaciones fronterizas y de la integridad territorial de la fronteriza Ucrania, que constituye una amenaza a la seguridad regional y atlántica; no seremos testigos ociosos.
El tercer plan de cooperación es La Iniciativa de los Tres Mares, que fuera iniciada en 2015 por el presidente de Croacia Kolinda Grabar-Kitarović y mi persona. El grupo comprende a países localizados entre los mares Báltico, Adriático y Mar Negro: Austria, Croacia, República Checa, Estonia, Lituania, Letonia, Polonia, Rumania, Eslovaquia, Eslovenia y Hungría. El objetivo es realizar inversiones conjuntas en infraestructura, transporte, energía y nuevas tecnologías, orientadas a impulsar el desarrollo de nuestros países y contribuir con la cohesión de la Unión Europea. Cuando miramos un mapa de las conexiones económicas dentro de la UE, veremos una ventaja significativa en los flujos horizontales a través del eje Oeste-Este, por sobre el flujo vertical a través del eje Norte-Sur. Esto incluye el flujo de ciudadanos, bienes, servicios y capital, pero también de redes de infraestructura: autopistas, ferrovías, estaciones, tuberías, tendidos eléctricos y de comunicaciones. La Iniciativa de los Tres Mares, un proyecto que apunta a impulsar la transformación estructural de esta parte de Europa, está destinada a llenar los elementos faltantes del “andamio” que ayudará a reforzar la integración de nuestra región, así como de toda la UE. El hecho de que más allá del capital dentro de la UE, inversores de Estados Unidos, China y otras partes del mundo se hayan involucrado con La Iniciativa de los Tres Mares, asegura a diversificación de beneficios y una mutua interdependencia.
Esta es la fotografía del hoy y la visión de futuro de Europa Central, como una comunidad de actividades compartidas, éxitos y aspiraciones ambiciosas. Hemos recorrido un largo y exitoso camino –de haber sido una región casi no existente en la mente de los actores principales del escenario mundial durante mucho tiempo (“en Polonia, eso es decir en ninguna parte”, como escribiera Alfred Jarry en el siglo 19)– a convertirnos en una región que se erige en el espectro global como una de las zonas de desarrollo más dinámico y que aspira conformarse como uno de los centros de la civilización. Europa Central –¿acaso el nombre no lo dice todo? Siéntanse invitados a formar parte de esta fascinante aventura.
El texto es publicado simultáneamente por la revista mensual polaca “Wszystko Co Najważniejsze” en asociación con la Bolsa de Varsovia.
Ha comenzado una nueva década del siglo 21. Una década signada por la incertidumbre que nos trajo la pandemia global y sus consecuencias, pero también una década de esperanza. Una década de oportunidades para la civilización y para la recuperación económica, una oportunidad para crear un mundo que sea mejor, más justo, más verde, y uno que respete los principios del desarrollo sostenible. Mientras ponemos la mirada en el futuro, buscamos las regiones que serán centro de cambios dinámicos y positivos. Tengo la certeza de que Europa Central será una de esas regiones, tanto en la escala europea como en la global.
Europa Central o Europa del Este (ambos términos se utilizan indistintamente) es una entidad regional significativa, una comunidad de fe compartida en términos geográficos, políticos y económicos, así como en el ámbito de las ideas y de la cultura. En cuanto a su ubicación sobe el mapa, es percibida como una región entre los mares Báltico, Adriático y Mar Negro o (aunque se trate de una simplificación) entre Alemania y Rusia. Pero, sobre todo, conformamos un círculo de memoria en común. Hemos tenido nuestra cuota de experiencias históricas similares, particularmente durante el dramático siglo 20. Sufrimos dos totalitarismos, los marrones y los rojos, que nos suprimieron y oprimieron. Pero también tenemos grandiosas, gloriosas experiencias de siglos atrás. Los siglos del 15 al 17, la llamada era de “la Europa de la dinastía Jaguelónica”, que luego sería llamada la Mancomunidad polaco-lituana, vio florecer una unión política voluntaria en parte substancial de su territorio, precursora de la Unión Europea de hoy, que significó el amistoso hogar para muchas culturas y creencias religiosas, siempre respetuosa del imperio de la ley, del parlamentarismo y de la democracia. Llevamos hacia el futuro las lecciones de esas experiencias –las buenas y las malas– como una advertencia universal, así como una inspiración para trabajar por el bien común, la prosperidad de la región y por una Europa totalmente integrada.
La descripción de Europa Central en términos de valores es igualmente importante. Al formar parte de la civilización occidental por más de mil años, compartimos sus fundamentos ideológicos. Milan Kundera llamó sugestivamente a Europa Central como “un Oeste secuestrado”, al ser parte de la de la civilización occidental, pero encontrarse a sí misma, en contra de su voluntad, bajo la dominación imperial y autoritaria soviética, imposibilitada de gestionarla racionalmente. Debemos hacer énfasis, sin embargo, que nuestro compromiso con esos valores que forjaron la cultura europea no carece de reflexiones. Estamos al tanto, quizá mejor que otros, del alto precio que uno debe pagar por defender esos valores. Estamos conscientes de que uno debe cultivar y reconciliar la libertad y la responsabilidad, derechos y deberes, individualismo y solidaridad, el talante de la crítica, innovación y modernización, en comunión con la herencia y las tradiciones que definen nuestra identidad.
Al borde del cambio histórico de 1989, Timothy Garton Ash escribió que el concepto de Europa Central despertó a Occidente de pensar en los términos de la Guerra Fría, desafió las nociones comunes y las prioridades, pero también hizo que hubiera algo nuevo que ofrecer a cambio. Esta opinión pareciera validada hoy, cuando la participación de los países de Europa Central en la UE y en la OTAN, resulta una crucial y solidificada parte del orden europeo y atlántico, y cuando nuestra región, con su sólido crecimiento económico, ha protagonizado un significativo salto como civilización. También hoy, el concepto de Europa Central guarda un contenido dinámico y positivo. Si me propusiera definir acertadamente el rostro de Europa Central, incluida Polonia como el país más grande de la región, diría lo siguiente: es, al mismo tiempo, la comunidad de éxitos y aspiraciones compartidas.
Europa Central constituye el ejemplo perfecto del formidable poder creativo que puede comprender la libertad. La libertad y sus hermanos –la libertad económica, el emprendimiento, el autogobierno– abrieron el espacio para la realización de audaces ambiciones y aspiraciones. El desarrollo acompaña el progreso de la libertad. Las tres décadas que han transcurrido desde la caída del comunismo, los avances iniciados por el movimiento de “Solidaridad” polaca, conforman la historia de un grandioso éxito económico, de avances sociales de una civilización que difícilmente hayan ocurrido en la historia mundial, en un período de tiempo tan corto. Polonia y toda Europa Central constituyen un fascinante testimonio de las oportunidades que trae la libertad.
Así mismo, podemos servir como un inspirador ejemplo de cómo la cooperación, las iniciativas conjuntas y los emprendimientos brindan resultados positivos. Gracias a ellos Europa Central cesó de ser, como fue en tiempos adversos, apenas un área periférica entre Occidente y el Este, entre poderes imperiales, para convertirse en una estructura con múltiples lazos, una que está al tanto de sus intereses y que tiene influencia en el curso de los asuntos europeos. La emancipación de la Europa Central y del Este fue un éxito; somos parte crucial de los procesos políticos y civilizadores.
Permítanme traer su atención a tres importantes planes de cooperación de Europa Central, que no sólo revisten una relevancia regional, sino que resultan cruciales para la UE, la dimensión atlántica e incluso la global. La primera de ella es el Grupo Visegrad, una longeva entidad que reúne a Polonia, la República Checa, Eslovaquia y Hungría. Iniciada en 1991 como una plataforma para el diálogo y la coordinación de esfuerzos orientados a obtener las membresías de la OTAN y la UE, el Grupo Visegrad se ha probado útil más allá de los objetivos estratégicos que alcanzara. Hoy se erige como uno de los más importantes agentes para activar la cooperación regional en Europa Central y buscar la comprensión de los asuntos de Europa.
El segundo de los planes lo conforma Los nueve de Bucarest, una estructura de países del flanco oriental de la OTAN: Polonia, Rumania, Lituania, Letonia, Estonia, Hungría, Eslovaquia, República Checa y Bulgaria. Fue establecido en 2015 en Bucarest, donde firmamos una declaración conjunta que establecía que los países de Los nueve de Bucarest unían esfuerzos para asegurar, donde fuere necesario, una “robusta, creíble y sostenible presencia militar aliada” en la región. A gran escala, el B9 es una respuesta a las políticas agresivas de Rusia, a las violaciones fronterizas y de la integridad territorial de la fronteriza Ucrania, que constituye una amenaza a la seguridad regional y atlántica; no seremos testigos ociosos.
El tercer plan de cooperación es La Iniciativa de los Tres Mares, que fuera iniciada en 2015 por el presidente de Croacia Kolinda Grabar-Kitarović y mi persona. El grupo comprende a países localizados entre los mares Báltico, Adriático y Mar Negro: Austria, Croacia, República Checa, Estonia, Lituania, Letonia, Polonia, Rumania, Eslovaquia, Eslovenia y Hungría. El objetivo es realizar inversiones conjuntas en infraestructura, transporte, energía y nuevas tecnologías, orientadas a impulsar el desarrollo de nuestros países y contribuir con la cohesión de la Unión Europea. Cuando miramos un mapa de las conexiones económicas dentro de la UE, veremos una ventaja significativa en los flujos horizontales a través del eje Oeste-Este, por sobre el flujo vertical a través del eje Norte-Sur. Esto incluye el flujo de ciudadanos, bienes, servicios y capital, pero también de redes de infraestructura: autopistas, ferrovías, estaciones, tuberías, tendidos eléctricos y de comunicaciones. La Iniciativa de los Tres Mares, un proyecto que apunta a impulsar la transformación estructural de esta parte de Europa, está destinada a llenar los elementos faltantes del “andamio” que ayudará a reforzar la integración de nuestra región, así como de toda la UE. El hecho de que más allá del capital dentro de la UE, inversores de Estados Unidos, China y otras partes del mundo se hayan involucrado con La Iniciativa de los Tres Mares, asegura a diversificación de beneficios y una mutua interdependencia.
Esta es la fotografía del hoy y la visión de futuro de Europa Central, como una comunidad de actividades compartidas, éxitos y aspiraciones ambiciosas. Hemos recorrido un largo y exitoso camino –de haber sido una región casi no existente en la mente de los actores principales del escenario mundial durante mucho tiempo (“en Polonia, eso es decir en ninguna parte”, como escribiera Alfred Jarry en el siglo 19)– a convertirnos en una región que se erige en el espectro global como una de las zonas de desarrollo más dinámico y que aspira conformarse como uno de los centros de la civilización. Europa Central –¿acaso el nombre no lo dice todo? Siéntanse invitados a formar parte de esta fascinante aventura.
El texto es publicado simultáneamente por la revista mensual polaca “Wszystko Co Najważniejsze” en asociación con la Bolsa de Varsovia.
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