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En los 70 el comunismo era indefendible

El comunismo en los países de Europa Central se desarrollaba de forma distinta. Habían tantas diferencias que realmente se podía hablar de otro tipo de socialismo en cada país

  • ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL

16/12/2020 09:29 am

Por Bernard Guetta, Eurodiputado francés. 

En los 70 era periodista de la revista semanal Le Nouvel Observateur, especializada en los movimientos disidentes en los países del bloque comunista. Eso me dio una ocasión única para ver de cerca cómo era el comunismo en la Unión Soviética y en los países satélites. Y fijando los ojos en él, observé una regla –que la historia del comunismo en Europa es de facto la historia de su caída.

De ello resultaba que los regímenes comunistas no sabían manejar la economía para nada. Eficaz resultó solo un programa económico – una Nueva Política Económica (NEP) proclamada en 1921 por Vladímir Lenin. Después de un fiasco le seguía otro fiasco. Es una de las razones por las que los poderes comunistas empezaron a recurrir al terror. La violencia se convirtió en un atributo inherente de los regímenes gobernantes en la URSS y en sus países satélites. Mientras que se lograba mantener un fuego revolucionario entre los que estaban en poder, eso no se notaba tanto. Pero al fin llegó el estancamiento. Y después del estancamiento se produjo la bancarrota de todo el sistema. 

En los países de Europa Central el comunismo terminó casi al mismo tiempo –en 1989. La coincidencia de fechas y la similitud de ese proceso hasta piden una generalización. Pero sería un error, porque el comunismo en los países de esa región se desarrollaba de forma distinta. Habían tantas diferencias que realmente se podía hablar de otro tipo de socialismo en cada país. Por ejemplo cuando estaba en Rumanía gobernada por Nicolae Ceauşescu, simplemente tenía miedo. En Polonia nunca sentía nada parecido. Por supuesto, ambos países eran regímenes comunistas donde no había pluralismo político y libres medios de comunicación. Pero en Polonia en un círculo privado se podía hablar en cierta medida abiertamente –en Rumanía eso era impensable.

Ese era el efecto de la evolución del comunismo en cada uno de los países. Desde 1956 en Polonia el marco de las libertades civiles se ampliaba –a consecuencia de siguientes formas de protesta en contra del poder. Después de cada revuelta (1968, 1970, 1976, finalmente 1980) el margen de la libertad se estaba ampliando. En Rumanía era al revés. Si en la política exterior Ceauşescu subrayaba su independencia de Moscú (mantenía relaciones diplomáticas con Israel, mandaba a los deportistas a las Olimpiadas de Los Ángeles en 1984 –aunque otros países comunistas las boicotearon), en la política interior sus gobiernos eran en realidad una versión rumana del estalinismo. Ese régimen atemorizaba por lo despiadado que era. 

Todavía diferente era la situación en Checoslovaquia. El partido comunista que estaba gobernando allí rechazó a desestalinización en 1956. Los habitantes del país empezaron a forzar cambios no antes de 1968, lo que terminó con una invasión soviética. De ese modo la Unión Soviética bloqueó cambios en ese país realmente hasta 1989. Aunque el régimen checoslovaco no era tan despiadado como el rumano. Ciertamente la situación en Praga era diferente que en Polonia, en Hungría (allí había mucha apertura) o en otros países de la región.

El comunismo en los países de Europa Central en cada lugar tenía otro matiz. Estas diferencias resultaban en gran parte de las circunstancias históricas. En Checoslovaquia ya antes de la Segunda Guerra Mundial existía un partido comunista muy popular. Cuando después de la guerra los comunistas tomaron el poder, se basaron en él, aprovecharon esa popularidad que realmente no se debilitó hasta la Revolución de Terciopelo. En cambio, en Polonia los comunistas nunca gozaban de popularidad, por eso después de la toma del poder no lograron un amplio apoyo –más porque los polacos son tradicionalmente antirrusos y es bien sabido que el nuevo régimen tenía la autorización de Moscú.

En Polonia seguía manteniéndose una constante tensión entre el poder comunista y la sociedad. Aparte, en Polonia casi nadie creía en el socialismo. Por eso el sistema lo logró estabilizar Edward Gierek quien tomó el poder después de los acontecimientos de Gdańsk de 1970. El entendió que no convencería a los polacos al comunismo ni por terror, ni por fuego ideológico. Por esa razón acudió a los argumentos económicos –y hoy vemos que fue quién estuvo más cerca de convencer a los polacos al comunismo. Es seguro que logró más que Gomułka o Jaruzelski. Ese último, por cierto, entendió en qué situación tan terrible se encontró y por esa razón dio un sí para la transformación del sistema en 1989. De forma parecida actuaron otros líderes comunistas en Europa Central. Así fue como cayó el sistema. 

No fueron los disidentes quiénes causaron la caída del comunismo. No fue Juan Pablo II, ni Ronald Reagan. El comunismo mismo fue el que llevó a su derrota. Por supuesto no se puede menospreciar el papel de los opositores, del papa o del presidente estadounidense. Si no fuera por sus actos, los comunistas podían haberse mantenido en el poder más tiempo, tal vez 10 o incluso 20 años. Pero al final ese sistema igual habría caído. Porque su mayor defecto eran los problemas que generaba y los que no sabía resolver.

Texto publicado simultáneamente con la revista mensual polaca de opinión Wszystko Co Najważniejsze en el marco del proyecto realizado con el Instituto de la Memoria Nacional.

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