La muerte de nuestros abuelos supone perder, en parte, a una generación que fue protagonista en gran parte de la construcción de una España moderna y próspera como la que tenemos hoy.

La pérdida acelerada de empleos es un golpe muy duro para las familias, especialmente si tenemos en cuenta que España estaba recuperándose de la terrible crisis de 2008 que tantos sacrificios exigió de muchos españoles. 

Por eso es tan importante que ahora se haga un gran esfuerzo para que la crisis sea coyuntural y se pueda superar pronto, y para que nadie se quede atrás sin un apoyo económico que le permita superar esta situación tan difícil para las familias.

Por último, el duro confinamiento al que han tenido que someterse los españoles es una experiencia difícil para un pueblo que se define por ser sociable por naturaleza y en el que gran parte de la vida social transcurre en calles y en espacios públicos.

Y, sin embargo, parece que empieza a verse la luz al final del túnel. Una luz que estamos encendiendo los propios españoles con nuestro esfuerzo y disciplina. 

Frente a la pérdida de seres queridos, los profesionales del sistema de salud están demostrando ser los héroes de esta crisis con su humanidad en la compañía y despedida de cada persona que fallece. 

Son cada vez más los casos de enfermos recuperados del virus y familiares de fallecidos que expresan su testimonio sobre la profesionalidad y humanidad que muestran los profesionales del sistema de salud. Y la sociedad también se moviliza en tiempos de aflicción, con testimonios como las organizaciones que ofrecen asesoramiento psicológico telefónico por la pérdida de un familiar y las que llaman a ancianos para evitar su soledad.

Frente a la pérdida de empleo y el aumento de la precariedad, las autoridades públicas y la sociedad española en su conjunto se están movilizando para que nadie pase hambre. 

Son numerosas las iniciativas, desde grandes chefs que preparan comidas para personas en situación vulnerable hasta grupos de vecinos que se organizan para hacer la compra a los mayores que no pueden salir a la calle.

Y frente al aislamiento, España sale a los balcones cada noche para rendir tributo a los sanitarios que nos curan y cantan la canción que expresa el sentir de todos, “Resistiré”. Además, aprovechan para charlar y socializar porque, aunque no se pueda salir a la calle, no vamos a renunciar a lo que nos caracteriza, una sociedad acostumbrada a compartir.

Los datos que se van conociendo esta semana son esperanzadores y parecen mostrar una tendencia menos negativa. El número de nuevos contagios y de fallecimientos diarios está disminuyendo y todo parece indicar que la curva de contagios y muertes se está aplanando y la estrategia de duro confinamiento está dando resultados.

Y, mientras tanto, la democracia española no se hiberna durante la crisis del COVID-19. El Parlamento español recupera poco a poco su función natural de casa de la democracia y de control del gobierno, con debates intensos entre las principales formaciones políticas, que no siempre coinciden en el análisis de la situación pero que no por ello dejan de trabajar todas en el objetivo común de superar la crisis. 

El diálogo entre los líderes de las principales formaciones y de los poderes territoriales se reactiva con vistas a la inminente reconstrucción de la economía nacional y se contempla la creación de una comisión parlamentaria en el Congreso de los Diputados.

España y el planeta superarán este cruel virus y saldremos de nuestras casas; y será el momento de recordar a todos aquellos que se han marchado y a cada héroe anónimo que ha luchado por salvarnos. A todos ellos nuestro reconocimiento. Solo unidos venceremos al virus.