Hastings, Reino Unido.- Las discrepancias sobre la relación con Europa, que han dividido a los conservadores británicos durante tres décadas, son tan evidentes en los pasillos del poder como en las calles de Hastings, una pequeña ciudad en la costa sur de Inglaterra.
Esta localidad de unos 90.000 habitantes es un ejemplo típico de la Inglaterra de provincias. En el referendo de junio de 2016 votó a 55% a favor del Brexit. Y aquí el pasional enfrentamiento entre moderados y radicales llega incluso al seno de algunas parejas.
En la principal calle comercial de Hastings, Jean Nash, de 77 años, dice estar contenta de que la primera ministra conservadora Theresa May sobreviviese el miércoles al voto de censura lanzado por diputados de su propio partido.
Pero su marido, Tom Nash, también de 77 años, se alinea con el campo de los rebeldes.
Ambos votaron por salir de la Unión Europea en 2016 y simpatizan con el Partido Conservador pero ahora discrepan sobre si May logrará sacar a Reino Unido de la Unió Europea (UE) con un acuerdo que responda a lo que querían los electores.
"Me alegra de que siga porque la están bombardeando por todas partes... Sigo creyendo que vamos a salir" de la Unión Europea, dice Jean.
Su esposo, está mucho menos seguro: "Creo que no ha sido lo suficientemente dura con la UE".
"No está haciendo lo que quiere la gente", agrega bajo los graznidos de las gaviotas. "Seguimos en el limbo, simplemente no sabemos qué está pasando", asegura Tom.
Una vieja pelea
El Partido Conservador británico ha sufrido enfrentamientos internos sobre Europa desde finales de los años 1980.
Este tema acabó con los 11 años de gobierno de Margaret Thatcher en 1990 y contribuyó a empujar a su sucesor John Major a una derrota electoral en 1997.
El premier David Cameron prometió en 2013 un referéndum para poner fin a la querella y silenciar a los euroescépticos, confiando en ganar con facilidad.
Pero la campaña dividió aún más al partido y al país.
En el tema de Europa "los conservadores se comportan como ratas en un saco", dice Pippa Caterall, profesora de Historia y Política en la Universidad de Westminster.
Ahora, muchos de los británicos que votaron por el Brexit temen que su sueño de libertad naufrague.
"Estoy harta de verlos arrastrando los pies", dice Caron Hart, de 59 años. "Es evidente que están intentando escapar" al Brexit, afirma.
También Bettina Fennell, de 79 años, quiere que se cumpla el resultado del referéndum pero desconfía de los motivos de los rivales de May.
"Pasó lo mismo con Thatcher: no les gusta que una mujer inteligente les diga qué hacer, sobre todo si tiene razón".
Un "falso" Brexit
Michael Edwards, un concejal conservador de Hastings y miembro del partido durante 45 años, afirma que este está acostumbrado a las divisiones sobre Europa, pero reconoce que se quedó de piedra cuando May sobrevivió al voto de censura interno y afirma temer ahora una "falsa" salida de la UE.
"Los diputados lo han sepultado", dice en un café decorado con fotos que muestran la historia de Hastings como destino costero. Se perdió "una oportunidad para cambiar de rumbo, para restaurar la dirección del Brexit", lamenta.
La diputada local, la ministra de Trabajo Amber Rudd, votó contra el Brexit en 2016 y afirma que volvería hacerlo si se convoca otro referendo, una opción que para algunos sería la única manera de salir de un bloqueo parlamentario.
Una contradicción más para los habitantes de Hastings, mayoritariamente probrexit.
Así, Valerie Duffell, de 69 años, afirma estar desilusionada con May y la política británica en general.
"Con tantas facciones, no vamos a llegar a ningún lado", sentencia.
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