El dispositivo de seguridad es imponente, con cerca de 90.000 policías movilizados en todo el territorio, pero las escenas de guerrilla urbana que hace una semana impactaron al mundo se repiten.
Más de 700 personas han sido detenidas en todo el país, entre ellas 581 en París por llevar consigo máscaras, martillos o adoquines. Algunos fueron arrestados a "título preventivo" durante la semana.
Calma en el resto del país
En el resto del país parece prevalecer la calma a pesar de que muchas carreteras y autopistas están bloqueadas antes de las manifestaciones previstas por la tarde.
La autopista que conecta París con Burdeos estaba totalmente paralizada después de que un centenar de personas prendieran fuego a palés de madera y a neumáticos.
En la frontera franco-española, los "chalecos amarillos" montaron una barricada selectiva que bloqueaba el paso de los camiones procedentes de España, informó la prefectura de los Pirineos Atlánticos.
En Marsella, 2.000 "chalecos amarillos" desfilaban por el centro de esta ciudad del sureste de Francia. "Es la primera vez que me manifiesto. Recibo 1.248 euros de jubilación y son mis cuatro hijos los que me tienen que ayudar", explicaba Sylvia Paloma, de 70 años.
En algunas regiones de Francia, las autoridades prohibieron las manifestaciones, así como la venta y transporte de gasolina, los artificios pirotécnicos y productos inflamables o químicos.
Muchos de los "chalecos amarillos" se manifiestan sin violencia. Los más radicalizados y sobre todo miembros de grupos de extrema derecha y extrema izquierda irrumpen en las protestas y se enfrentan a la policía.
Algunos manifestantes lamentaban este sábado los destrozos.
"Que destruyan los bancos, las multinacionales, no me importa, pero los pequeños comercios, es algo totalmente estúpido", consideraba Anthony, un manifestante de 23 años. "Es absurdo", añade su pareja, enfadada con aquellos que vienen "solo a destruir" y desacreditan el movimiento.
"Chalecos amarillos" en Bruselas
Unas 70 personas fueron detenidas durante una manifestación de "chalecos amarillos" en Bruselas, donde el barrio de las instituciones europeas fue cerrado completamente, informaron fuentes de la policía.
"Hemos contabilizado unas 70 detenciones luego de los controles que se han hecho de manera preventiva", explicó Ilse Van De Keere, portavoz de la zona de Bruselas-Capital-Ixelles.
Unas decenas de personas se reunieron antes del mediodía en dos lugares de la capital belga, Arts-Lois y Porte de Namur, pero sin que se produjeran actos violentos.
Las autoridades desplegaron cordones policiales alrededor de todo el barrio europeo, donde están concentradas las instituciones del bloque (Comisión, Consejo y Parlamento Europeo), impidiendo el acceso de vehículos e incluso de peatones.
Según la agencia Belga, los "chalecos amarillos" bloquearon también al autopista E17 hacia Rekkem, una ciudad de Flandes situada cerca de la frontera con Francia. Otra autopista que conduce a la frontera con Francia también ha sido bloqueada por los manifestantes.
El movimiento de los "chalecos amarillos" surgió en zonas rurales y de clase trabajadora en varias provincias de Francia, con una primera jornada de protestas el 17 de noviembre para reclamar contra un aumento de los impuestos a los combustibles, pero en las últimas semanas se ha convertido en una protesta generalizada contra la política económica y social del gobierno del presidente Emmanuel Macron.
El movimiento se ha exportado a Bélgica, particularmente a la región francófona.
El 30 de noviembre, una manifestación de 300 personas también terminó en disturbios en Bruselas, donde quemaron dos vehículos de la policía.
Tuit de Trump
El presidente estadounidense Donald Trump echó leña al fuego. "El Acuerdo de París no está funcionando muy bien para París. Protestas y disturbios por toda Francia", escribió Trump en un tuit.
"La gente no quiere pagar grandes sumas de dinero, muchas a países del tercer mundo (que están dirigidos cuestionablemente), para tal vez proteger el ambiente", siguió en un tuit publicado mientras se desarrolla en Polonia la 24ª Conferencia sobre Clima de la ONU.
Esta ola de manifestaciones comenzó el 17 de noviembre en oposición a un aumento de los impuestos a los combustibles.
Macron cedió esta semana a algunas de las demandas de los manifestantes. Anuló el alza del gravamen a los combustibles, que formaba parte de un plan para combatir el cambio climático, y congeló los precios del gas y la electricidad durante los próximos meses.
Estas medidas no han sido suficientes para apagar la cólera de un movimiento sin estructura ni dirigentes, que expresa el hartazgo de la clase media por la pérdida de poder adquisitivo.
Con el paso de los días otros sectores, sobre todo los estudiantes, se sumaron a las protestas.
"¡Despiértense, vengan con nosotros, pónganse un chaleco amarillo!", gritaban este sábado en París algunos manifestantes dirigiéndose a los gendarmes.
Macron, cuya popularidad se ha derrumbado, se mantiene en silencio, en medio de la peor crisis de su presidencia. Está previsto que hable la próxima semana.
La crispación en el país es extrema. La deconexión entre los ciudadanos y los políticos va en aumento.
En este contexto, varios colaborados de Macron recibieron amenazas de muerte. El diputado Benoit Potterie afirma haber recibido una bala por correo.
A nivel internacional, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, criticó la "violencia desproporcionada" de las autoridades. Ankara reprimió con gran dureza policial las manifestaciones antigubernamentales de 2013.