"Hace poco, el Papa fue a Regina Coeli para alzar la voz por los presos y donarles sus últimos bienes: 200.000 euros", declaró monseñor Benoni Ambarus, obispo delegado para la caridad y las cárceles, al diario La Repubblica. Según Corriere della Sera, los fondos se destinaron a iniciativas en la prisión de Rebibbia y el centro de menores Casal del Marmo.

Ambarus relató que, al solicitar una donación, Francisco le confesó que los fondos papales estaban agotados. Sin embargo, añadió: "No te preocupes, tengo algo en mi cuenta personal", y donó la totalidad de esos 200.000 euros. «Su testamento revela que será enterrado gracias a un benefactor, porque él lo dio todo», afirmó el obispo.

No obstante, Ambarus expresó su pesar por la falta de respuesta de las autoridades a los llamados del Papa: "Sus gestos, como el lavatorio de pies, y sus súplicas por la dignidad de los presos apenas se tradujeron en acciones concretas. Pidió esfuerzos para el Jubileo, como reducciones de penas, pero no hubo avances. Los presos sentían tristeza al ver que las instituciones no respondían, ni siquiera con gestos pequeños, como un mes de reducción de condena".

La conexión de Francisco con los reclusos fue constante. El 26 de diciembre de 2024, abrió la segunda puerta santa del Año Jubilar en Rebibbia, la mayor prisión de Italia, atendiendo una petición directa de los internos. "Quise que esta puerta santa estuviera en una cárcel, para que todos puedan abrir las puertas del corazón y encontrar la esperanza", dijo el Pontífice al llegar.

El legado de Francisco, marcado por la empatía y la acción, sigue resonando como un recordatorio de la necesidad de dignificar a los más marginados.