Madrid.- El socialista Pedro Sánchez desalojó del Ejecutivo español al conservador Mariano Rajoy en junio gracias a una moción de censura apoyada por partidos de diverso signo.
En menos de dos meses, esa base heterogénea demostró ser un pilar peligroso y frágil para el nuevo Gobierno en Madrid. Dos noticias preocuparon a Sánchez esta semana: los sectores más duros dentro del Partido Demócrata Europeo Catalán (PDeCAT) se hicieron con el control de la formación independentista, y el Partido Popular (PP) eligió como sucesor de Rajoy y nuevo jefe de la oposición a Pablo Casado, el aspirante más conservador, reseñó DPA.
Es verdad que Sánchez podía esperar poco margen de negociación con un PP herido y decidido a hacer una oposición frontal para recuperar el Gobierno, pero la renovación de la cúpula del PDeCAT, el partido del presidente catalán Joaquim Torra y de su antecesor Carles Puigdemont, abrió un riesgo real y nuevo para Madrid.
"La radicalización del PDeCAT pone más cuesta arriba la legislatura de Sánchez", analizó en un editorial el diario catalán La Vanguardia, para el que "la fragilidad del Gobierno aumentará" si el PDeCAT cobra más caro su apoyo parlamentario.
"Lo que resta de legislatura puede convertirse en una montaña rusa", alertó el diario. Lo dejó claro la nueva vicepresidenta del partido separatista, Míriam Nogueras, que en una de sus primeras entrevistas tras asumir el cargo avisó de que Sánchez tendrá ahora "más difícil" contar con el apoyo del PDeCAT en el Congreso, un reflejo de la política de confrontación que impulsa el ex presidente Puigdemont y líder de la formación.
Sánchez necesitó el apoyo de siete partidos más el de su PSOE para ganar con lo justo la moción de censura que le dio el Gobierno el 1 de junio.
La duda es si el mandatario de 46 años lo mantendrá ahora cuando toque sacar adelante votaciones clave. La primera, los objetivos de déficit hoy en el Congreso.
El PDeCAT rebajó el tono de su nueva directiva y Elsa Artadi, portavoz del Gobierno regional de Cataluña, aseguró que tanto su partido como el también independentista Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) mantendrán su apoyo a Sánchez "siempre y cuando el Gobierno siga caminando en el camino del diálogo y la negociación".
Pero las incertidumbres abiertas cuando Sánchez lleva menos de 60 días en el Gobierno volvieron a agitar ya durante la semana un fantasma que acompañó su mandato desde el comienzo: la convocatoria de elecciones anticipadas para formar un nuevo Gobierno salido de las urnas y con mayor solidez parlamentaria.
"Sánchez dijo que convocaría elecciones y se contradijo", criticó Albert Rivera, líder del partido liberal Ciudadanos y principal interesado en nuevos comicios por su buena situación en los sondeos. "Sigo pensando que ese es el pecado original de este Ejecutivo, un Gobierno débil y que no ha pasado por las urnas".
La portavoz del Gobierno, Isabel Celaá, respondió con una frase ambigua que terminó echando más leña al fuego de las especulaciones: "Nadie está pensando en adelantar elecciones", zanjó, para añadir a continuación: "si bien nadie va a resistir más allá de lo razonable".
La pregunta fue unánime: "¿Cuánto es "más allá de lo razonable"?
La respuesta dependerá de factores como el grado de radicalidad de los separatistas catalanes, la evolución del diálogo reabierto por Sánchez con el president Torra, el poder retórico de Casado para incomodar al Gobierno socialista o el uso que el PP quiera hacer de la mayoría absoluta que conserva en el Senado.
La votación de este viernes en el Congreso sobre los objetivos de déficit del Gobierno para 2019 -un elemento crucial en la política financiera de España dentro de la Unión Europea (UE)- ofrecerá una foto de la situación actual de Sánchez. Nadie asegura que sea la definitiva en una legislatura apoyada sobre equilibrios inestables.
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