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Viajando como excusa

La Cascada del Vino

Una joya larense. Un edén desconocido tanto por oriundos como por los turistas gracias a lo apartado y resguardado que está

  • Diario El Universal

02/03/2020 04:40 pm


Luis Fernando Diaz
Después de salir muy temprano desde Valencia, cuando ya estoy entrando a Barquisimeto, veo como la grandeza de El Obelisco me recibe y yo, desde mi ventana, lo abrazo con la mirada de la misma forma en la que se abrazan dos amigos que no se ven desde hace años, tenemos historia y ambos lo sabemos. 

A medida que transito por las calles de la ciudad crepuscular llega el guayabo, pero como llega se va, así que decido relajarme, porque todavía me queda camino por recorrer, tengo que rodar mucho más, debo llegar al pueblo de Barbacoas, el cual sin dudas es uno de los más hermosos que he visitado. En esta población larense me espera uno de sus destinos definitivos más emblemáticos: la contundente Cascada del Vino. En mi mochila no llevo casi peso, estoy viajando ligero, solo me acompañan mi equipo de camping, una cantidad no muy ostentosa de efectivo, mis 2 cámaras, dos mudas de ropa, documentos personales, el celular, una lata de leche condensada y 4 cachapas. Mi corazón me dice que esto va ser una aventura.

Le recomiendo este destino para semana santa, si lo que se busca es una opción original y diferente, un edén desconocido tanto por oriundos como por los turistas gracias a lo apartado y resguardado que esta. Es una joya, su agua, vegetación, clima, y energía hacen la invitación a dejarse envolver y a entregarse a la experiencia que representa el sentirse pequeño e ínfimo ante su impactante estampa. Su ubicación la convierte en un destino versátil para realizar diferentes tipos de actividades que van desde el senderismo tradicional hasta la escalada sin arnés. Les hablo de la Cascada del Vino. Una caída de agua que posee unas características bastantes particulares que la hacen una de las más especiales en el país.

Naturaleza que enamora
Paz, tranquilidad, una vista simplemente abrumadora y 90 contundentes y hermosos metros de altura, enmarcados por enormes rocas adornadas con musgo verde por las cuales se desbarrancan cantidades absurdas de agua color vino tinto a temperaturas tan frías que aturden y entumecen las extremidades. Así es la Cascada del Vino, un espectáculo larense maravilloso ubicado en el municipio Moran, en el sector norte del Parque Nacional Dinira a 1.672 Metros sobre el nivel del mar. Un destino turístico que no solo sorprende por su belleza y su clima, sino que también obliga al turista a relajarse y a dejarse cautivar por su muy bonita flora y su fauna en donde el oso montañero es uno de los principales y más conocidos habitantes.

El agua como protagonista
Son muchas las cosas que enamoran y hacen de la Cascada del Vino un lugar sumamente especial, pero entre todas la que más resalta, indudablemente, no es otra más que el peculiar y curioso color tinto del agua, que genera una explosión de matices rojos, amarillos y naranjas al contrastarse con las piedras ahogadas. Un espectáculo visual que es de película.
Dicha característica es producto de la mezcla de antocianina (una sustancia química que desprenden las raíces y las hojas en descomposición de las plantas del parque nacional Dinira) y del material ferroso que se desprende de las corrientes de río. Cuando ambos se encuentran se genera una mezcla que produce como consecuencia que el agua se tiña de un color rojizo muy parecido al del vino tinto. De allí viene su popular nombre.

No hay nada más glorioso y divertido que darse un chapuzón en ese oasis colorado. Como visitante, hacerlo es prácticamente una obligación, y también, cabe destacar, cuenta totalmente como tarea extrema solamente apta para personas valientes, resteadas y con guáramo, porque con temperaturas que van entre los 15 a 20 grados Celsius, el agua es increíblemente fría. La sensación es realmente intensa, pero se disfruta muchísimo.

Me voy de Barbacoas, convencido de que el estado Lara esconde maravillas naturales increíbles, miro hacia atrás y no puedo sentir otra cosa más que agradecimiento. La ruta ha sido generosa, el camino ha sido bueno, la Cascada del Vino me trato con cariño. Tengo la certeza absoluta de que volveré, y lo haré con tiempo, para empaparme de nuevo con esa agua colorada tan particular y para respirar ese aire fino otra vez. Por ahora me regreso a mi ciudad ligero como la pluma y pensando en cuál será mi próximo destino.
@luisviaja
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