En víspera de Corpus Christi el diablo anda suelto
La tradición religiosa de los Diablos Danzantes de Naiguatá
Wilmer Castañeda
Para nosotros, era un día más, para los habitantes de Naiguatá, era el día previo a la celebración de Corpus Christi, donde seríamos testigos de una colorida fiesta, una experiencia religiosa, la tradición de los Diablos Danzantes de Naiguatá.
En el camino se presagiaba un hermoso día, con un sol radiante, el cual apreciábamos en el recorrido de bajada de Caracas a Naiguatá. El mar que nos acompañó en la vía estaba tan brillante que encandilaba.
Gabriel Pinto, un joven artista plástico y fotógrafo, conocedor de la zona, nos apoyó en nuestra travesía. Contrario a lo que podemos pensar los que desconocemos el tema, aunque se les llame diablos no se rinde culto a ese tenebroso personaje, es una conmemoración que representa la lucha del bien contra el mal.
Diablos Danzantes de Naiguatá
En la víspera de Corpus Christi, el día en que el diablo anda suelto, fuimos a la casa de los Iriarte, hogar de uno de los pioneros de la Sociedad de Diablos Danzantes de Naiguatá, Ciriaco Iriarte. Ahí nos conseguimos con sus parientes, quienes nos recibieron con gran cordialidad: “Entren con toda confianza, aquí estamos para servirles”, dijeron al unísono.
El hogar de los Iriarte es una casa sencilla de dos plantas, llena de alegría; en sus paredes hay fotos enmarcadas de Ciriaco y Norberto Iriarte, además de algunas pinturas de barcos que fueron arrastradas en la tragedia de Vargas en 1999, pero luego recuperadas y restauradas.
Se respiraba un ambiente festivo, con las máscaras colgadas en la terraza y los trajes sobre el sofá. Una de las mujeres de la familia, Norbenys, nos hizo varias recomendaciones sobre el trabajo que íbamos a realizar, hora en que debíamos subir y lugar donde deberíamos estar.
La festividad de los Diablos Danzantes es una manifestación popular religiosa que data de más de 200 años, reconocida en 2012 como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco y es celebrada por 11 cofradías en el país, incluida esta, la única que permite la participación de la mujer en su danza, y que se mantiene viva gracias a la colaboración y participación de los pobladores del Litoral Central.
Norbenys, nieta e hija de Diablos Mayores: Ciriaco y Norberto, nos narró que la costumbre de los diablos nació con el desplazamiento y la huida de los africanos antes del año 1700.
“Por la tradición oral, no hay exactitud del año en que comenzó la tradición, pero sabemos hacer de esto una tradición católica, mágico-religiosa y que fue impuesta por los españoles, a raíz de la formación católica que dieron a la población”, indicó Norbenys.
Las mujeres en los Diablos de Naiguatá
En cuanto a la inclusión de la mujer en esta festividad, data del siglo XX. Por referencia directa de su bisabuelo, Ciriaco Iriarte, quien comenzó a ser el “Diablo Mayor” de Naiguatá desde 1928 hasta 1985, cuando muere, un grupo de mujeres le pidió el favor de que pagara las promesas al Santísimo cuando comenzó el auge, debido a que se incrementaba el número de diablos: Primero fueron cinco, luego 12 hasta llegar a 28, eso para ellos era demasiado. Como consecuencia de esta petición, su bisabuelo Ciriaco manifestó que era necesario que las mujeres participaran.
“Yo no puedo pagar las promesas que piden las mujeres, porque necesito danzar por mí, para mí, y si esto es una tradición de los diablos, el diablo se le puede aparecer en cualquier forma, la mujer tiene que participar, porque, así como pide una promesa, también tiene que pagarla”, dijo don Ciriaco.
Se dice que las primeras diablas mujeres se integraron de 1973 en adelante. Norbenys aclaró que no es una fecha exacta, pero hay mujeres que le han comentado que su abuelo Ciriaco les dio la oportunidad de bailar en 1976. “Estamos hablando de cuatro o cinco generaciones de mujeres concurriendo a la celebración, creando un espacio de coexistencia dentro de la cofradía”.
Pese a no haber conocido a su bisabuelo Ciriaco, Norbenys nos aseguró que su papá recomendaba que la tradición no se perdiera, y que la única forma era dándole la oportunidad a nuevos integrantes. “Lo que no se imaginó fue que en muy poco tiempo pasaron de ser cerca de 40 diablos a 250, incrementándose el número considerablemente, y eso ocurrió porque personas igual que yo, que ven que sus familiares bailan por promesas, comenzaron a bailar por tradición”.
La integrante de la cofradía nos recordó que tiene más de 25 años cumpliendo la tradición. “Unos diablos bailan por promesas y otros por tradición, como en mi caso, que luego de hacer mi comunión a los nueve años, y consultarlo con mi familia, me inicié en esta celebración religiosa”.
El Cerro Colorado
El día previo a Corpus Christi, hombres, mujeres, niños y niñas suben al Cerro Colorado, donde realizan un ritual colocándose sus trajes y máscaras con todos sus atuendos. Los trajes son elaborados con mucha imaginación y creatividad en el diseño; en la parte posterior de las camisas dibujan con pintura fría imágenes religiosas, como San Miguel Arcángel, el Sagrado Corazón de Jesús, cruces.
Los Diablos son unos verdaderos artistas que combinan su indumentaria con accesorios, alpargatas, mantas que cubren sus cabezas, un cinturón de campanas y las impresionantes máscaras elaboradas por ellos mismos, donde se involucra toda la familia. Las realizan con formas de animales, en su mayoría marinos y terrestres.
Al mediodía, el señor Victor Millán Iriarte, uno de los Diablos Mayores, se encarga de encender los cohetones y en la iglesia se escucha el toque de las campanas, anunciando que ya deben bajar del Cerro Colorado los Diablos Danzantes de Naiguatá.
La gente que va a pagar promesas, “los promeseros”, se integran a la celebración y junto a los diablos se movilizan hacia la Iglesia de San Francisco de Asís, que permanece con las puertas cerradas, mientras se desplazan de rodillas como lo manda la tradición.
Al ritmo de la caja (tambor), ejecutada por el cajero mayor, los Diablos bailan su danza pidiéndole al Santísimo Sacramento del Altar por su salud, bienestar, abundancia y prosperidad.
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