Daniel Meléndez
ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL
Cuando el diario vivir está acompañado de pensamientos que llevan cotidianamente a compartir con la naturaleza, te permite estar en la búsqueda constante de nuevos lugares, en la región donde vives o en cualquier parte del mundo.

Para los que vivimos en Valencia, estado Carabobo, tenemos esa pequeña joya, es como una especie de regalo que nos ha dado la madre naturaleza, en medio de las montañas que adornan el paisaje de estos valles que cubren una ciudad tan hermosa como esta.

El lindero sur del Parque Nacional San Esteban cuenta con un verdadero paraíso escondido, que se ha ido descubriendo poco a poco, aunque aún faltan miles de personas por conocerlo. Se trata del río La Cumaca, en el sector La Cumaca del municipio San Diego. El cauce de este río, que viene descendiendo de la cumbre del cerro, se ve como hilos de agua que nacen de la tierra y de las rocas y que van haciendo un camino pedregoso desde lo más alto del sector.

Si decidimos ascender a través del lecho pedregoso, encontramos pozos y corrientes de aguas que se van haciendo camino formando una especie de piscina natural, o un circuito para avanzar como caminante.

Eso es el río La Cumaca, un paraíso que abre las puertas naturales para que, como ser humano, te hagas parte de él.

Poco a poco han ido surgiendo agrupaciones naturistas, guías y organizaciones que han intentado hacer un espacio turístico por excelencia con instalaciones para spa y actividades de fines de semana.

La verdadera joya, en medio del verdor natural de esta montaña, cambia según la temporada de verano o invierno. Pero para quien busca escaparse de la cotidianidad, ese momento de relax se da en cualquier estación del año.

En la temporada de sequía vemos como los árboles quedan completamente desnudos, y el paisaje se apodera de colores tierra; pero el agua no deja de existir, sigue haciendo presencia.

Pero cuando llega la época de invierno, en que la lluvia tapa con nubes grises la cúspide, el agua supera unas medidas que llegan a generar miedo, convirtiéndolo en todo un espectáculo.