¿Estamos frente a una crisis creativa en los cuarteles de Hollywood? La cantidad de remakes, reboots, secuelas y live-actions pareciera indicar que sí, que el contenido original es un concepto que cada vez pasa más de moda. Y, sin embargo, es injusto afirmar que hay una crisis el mismo año en que se proyectan películas como Desafiantes o Tipos de gentileza.

Las películas basadas en franquicias ya existentes han demostrado que el público se acerca a verlas siempre y cuando están bien hechas. Tornados, por ejemplo, fue bautizada como la película de este verano. Y Alien: Rómulo, con una interesante combinación de efectos especiales con efectos prácticos, ha sabido revivir el lore de esta distopía de ciencia ficción.

Entonces, ¿hasta qué punto vale la pena ordeñar un imaginario en pro de un estudio cinematográfico? ¿Son las segundas partes una buena alternativa? Todo depende del autor. Tim Burton lo acaba de comprobar en Venecia, y lo corrobora haciendo 111 millones de dólares de taquilla doméstica.

Beetlejuice Beetlejuice es más que una simple continuación. Es un homenaje a la primera película, con guiños a otros íconos de la filmografía de Tim Burton y una historia que respeta por completo la evolución de los personajes.

Aunque desordenada al momento de establecer los conflictos, Beetlejuice Beetlejuice sabe dar continuidad a las relaciones de sus personajes y ahondar en otros conflictos que siempre le han interesado a Burton, como la conexión con el más allá y los matices del duelo.

30 años han transcurrido desde los hechos de Beetlejuice. Lydia Deetz (Winona Ryder) es una famosa médium que viaja por Estados Unidos visitando matrimonios atormentados por presencias malignas en sus hogares.

La obsesión de Lydia con el más allá le impide tener una buena relación con Astrid (Jenna Ortega), su hija, quien también resiente que su madre no sea capaz de darse cuenta de que Rory (Justin Theroux), su mánager y prometido, solo la está usando.

Delia (Catherine O’Hara) será la encargada de reunirlas: ha ocurrido una tragedia familiar y las tres mujeres deberán poner la casa en venta, donde aún vive el espíritu de Beetlejuice, quien no ha olvidado a Lydia y hará lo que sea para convertirla en su esposa.

Parte de la magia de Beetlejuice Beetlejuice es su profundo respeto a la evolución de sus personajes. A sus 73 años, Michael Keaton sigue siendo la única opción posible para encarnar al icónico fantasma, y Winona Ryder a sus 52 hace un bello homenaje a la Lydia original.

El tratamiento de estos personajes me hace pensar en Yo soy Betty, la fea: la historia continúa, perpetrada por Amazon Prime. Sin la participación de Fernando Gaitán, que murió en 2019, los nuevos guionistas no se preocuparon por revisar otras preocupaciones de la industria de la moda que podrían afectar a una actual Ecomoda, sino que se limitaron a explotar miserias que los personajes habían dejado atrás hacía décadas.

Sin respeto a la evolución de Betty, Armando, Marcela, Nicolás o Hugo, esta continuación de Yo soy Betty, la fea no hace más que ahondar en el anacronismo de estos personajes que, en su época, nos hacían reflexionar sobre la industria de la moda y la belleza, sus desmanes, la tragedia de ser una mujer poco agraciada en una industria -y en un país- donde ser hermosa es un sinónimo de éxito, bondad y prosperidad.

¿Cómo vincular estas secuelas? ¿De qué nos hablan las continuaciones de Yo soy Betty, la fea y de Beetlejuice, siendo polos tan opuestos? Precisamente de la importancia de saber leer los temas de discusión actuales, y de encontrar la manera de volver a ser relevante y original.
@enlazonac