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Jean Carlo Simancas: “Nunca ha sido una opción hacer mi vida en otras montañas”

El actor llegó a dudar de la fidelidad del público, pero la retrasmisión de Ka Ina le demostró lo contrario

  • EDUARDO ANDRES MURIA

13/04/2021 03:25 pm

En los últimos veinte años, tanto la carrera profesional de Jean Carlo Simancas (Maracaibo, 1949), como la de buena parte de sus colegas en la industria de las telenovelas, ha estado expuesta a factores pocos favorables que han borrado de la escena a emblemáticas figuras de la televisión nacional. Ante tal panorama, el actor venezolano llegó a dudar de la fidelidad del público, hasta que Venevisión inició la retransmisión de Ka Ina, dramático escrito por Cesar Miguel Rondón, el cual protagonizó junto a Hilda Abrahamz y Viviana Gibelli en 1995.

“La crisis de la televisión. Después la pandemia y la cuarentena, pues por Zoom o por Instagram, pero siempre hemos estado y así seguimos. Nunca pensé que la gente fuera tan constante. Me contaba una amiga que en su casa, su hija de catorce años corta cualquier opción en la pantalla familiar cuando llega el horario de Ka Ina. Luego, al saber que su madre y yo que éramos amigos, le dijo que quería conocerme. Por supuesto, le estoy dando largas, no quiero que piense que le están presentado al papá del Chalanero”, comenta Simancas.

-¿Qué anécdota se mantiene vigente en su memoria veinticinco años después de protagonizar Ka Ina?
-Esta es de las preguntas más esperadas que nos hacen a los actores y no sé por qué extraña razón, nunca tengo la anécdota a mano de tantas que vivimos. Lo que sí es cierto es que de todas las novelas que tuve la suerte de proponer a la consideración de la gente, Ka Ina, en este momento, sería una de las historias con mejor futuro en el nuevo lenguaje de las series que emiten grandes empresas como Netflix: llenos de buenas historias y talento para entrar en competencia con la narrativa latinoamericana; en ese nuevo lenguaje, claro, como dice el bolero ranchero, Amazon Prime, HBO, FOX, podrían rescatar nuestra carpeta de posibilidades. Bueno, en realidad estamos: “Si nos dejan” cuando termine el secuestro. Sin reglas claras todo se hace cuesta arriba y muy pocos empresarios se atreven a invertir.

Según el actor, "el hombre como especie necesita un susto de vez en cuando para descubrir la suerte que tiene al habitar en el mejor planeta del cosmos" (CORTESÍA)

-¿Qué significa para usted haber sido uno de los actores predilectos de José Ignacio Cabrujas. ¿Cuál cree que es el legado que dejó el dramaturgo?
-No quisiera caer en la expresión de moda porque me suena un tanto manoseada y, como manoseada, percudida. De cualquier modo se las dejo, a ver si le dan descanso: he sido bendecido y todas sus variantes. En fin, la verdad es que nuestra generación tuvo la suerte de coincidir en un tiempo, unos hombres y un país que se revisaba, se equivocaba, se caía y se levantaba. Tiempos de Elisa Lerner, Pilar y Mariela Romero, de Giménez, de Chocrón, Verdial, Cabrujas, y más y muchos más. Pero me preguntas de Cabrujas, el de la búsqueda incansable en descubrir qué somos, cómo somos y por qué nos duele tanto crecer. Es largo. Es otra cosa que me gustaría revisar en una oportunidad y un espacio para él.

“Vivimos tanto en la experiencia teatral, en la televisiva, en giras internacionales, en el cine y, la mejor, en la cercanía del afecto, que reducirla a la cola de una entrevista de personalidad se me hace poco para lo que fue. José Ignacio era un hombre de mirada larga, más allá de su miopía biológica, y se esforzaba por compartirla con sus cercanos. Utilizaba para eso todo tipo de tretas desde su buena cocina que llenaba de conjeturas, pasando por artículos desnudándonos como pueblo, hasta sus piezas teatrales donde se hacía hombre y carne con nuestras fortalezas y fundamentalmente nuestras fragilidades. Fue un privilegio y una suerte del destino haber compartido su tiempo”, agrega.

-La Cinemateca Nacional le rindió un homenaje con la proyección de la película Homicidio culposo, que usted protagoniza. ¿Qué significado tiene que esta producción haya sido la más taquillera del cine nacional?
-Más que un homenaje, fue una invitación a proponer mi visión con respecto a la película que se enraizó en el ADN nacional. Era, quizá, más un homenaje a esa experiencia cinematográfica que a mí… Y gracias a Dios, porque cuando me ofrecen hacerme un homenaje me siento momificado, objeto para el recuerdo. Ya habrá tiempo para eso. Por lo pronto, me encantó la experiencia, porque los participantes no eran un grupo de sesudos culturosos, sino gente que se acercó al evento convocados por Homicidio culposo y su narrativa. De tal manera que sus preguntas fueron las que se quedaron engavetadas en la expectativa popular desde el viernes negro y su tiempo hasta hoy, cuando vivimos viernes negros semanalmente. Por otra parte, la fascinación del venezolano con una película y unos personajes con los que se identificó porque de alguna manera coincidían con su discurso, hizo de Homicidio el éxito taquillero más importante de Venezuela, hasta hoy, cuando fue superada por un remake de una película brasilera… caso bueno para el análisis. Pero será para después, otro día y en otro escenario, tal vez en otra entrevista.

-¿Qué sucedió con el proyecto que lo llevaría a Netflix y se engavetó por la pandemia. ¿Cree que se retome?
-Buena pregunta, me la hago todos los días. Hasta ahora todos los involucrados nos mantenemos a la expectativa.

-Usted ha sido considerado como uno de los galanes más cotizados del país. ¿Se atrevería a decir cuáles de sus amores lo ha marcado?
-Afortunadamente, marcar con hierro no se estila después de Monagas, sino, mi pobre espalda sería un mapa porque es verdad que he pasado por varias administraciones. No quisiera hacer una lista en ningún orden porque sería injusto con la número dos. Por aquello de evitar la injusticia, nombro a mis hijos en orden de aparición, y mira que cada uno de ellos para mí han sido mis grandes maestros y cable a tierra. Ahora, mis compañeras han sido ese azote que te despierta y recuerda que siempre hay esperanza para ti y para la humanidad. Entonces sí, estoy profundamente marcado por el amor.

-¿Cómo ha enfrentado este período de confinamiento?
-Me sirvió para revisar, entender y replantear prioridades, compartir de manera entrañable con Jeanco, el último en orden de aparición, me enseñó que el karate es el mejor entrenamiento de crecimiento que se me ha dado, porque lo puedo practicar en dos metros cuadrados sin perder su esencia. Me enseñó que mis verdaderos afectos se extienden más allá del abrazo y la distancia. Y que el hombre como especie necesita un susto de vez en cuando para descubrir la suerte que tiene al habitar en el mejor planeta del cosmos.

-¿Sigue siendo Venezuela su prioridad?
-Insistimos con mis amores y por ende mis debilidades, que mi tierra fuera mi prioridad nunca fue un esfuerzo; por el contrario, siempre fue una necesidad orgánica, telúrica, simbiótica. La he disfrutado toda de una manera sensual como a una amante. Desde las maravillas de mi casa de los páramos, como lo apasionante de Viviana, Ka Ina y Canaima y después los llanos, manga, caballo y toro… Y yo en la aventura, en el riesgo, en maravillarme como Simón frente al mar Caribe azul y plata. Cómo te lo explico: nunca estuve trabajando fuera del país más del tiempo indispensable para hacer mi trabajo, aprender y volver a donde pertenezco. Nunca ha sido una opción para mi hacer mi vida en otras montañas, ni con otra gente; me gusta como sonamos, aunque no siempre como votamos. En fin, me gustaría morir, con el permiso de Mireya, haciendo al viejo Firs (de El jardín de los cerezos) en el olvidado Alberto de Paz y Mateos más que en el Teatro de Arte de Moscú. Así son las cosas, como diría Óscar Yanes.
@EduardoMuriaM





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