París acoge una retrospectiva del artista venezolano Manuel Mérida
La muestra “Retrovisor” se presenta en la galería parisiense Meyer Zafra Space y reúne 50 años de la obra de este artista, escenógrafo y decorador carabobeño
Con el título de Rétroviseur (Retrovisor), se presenta hasta el 27 de marzo en la galería Meyer Zafra de París, una retrospectiva del artista plástico, escenógrafo y decorador Manuel Mérida (Valencia, estado Carabobo, 1939), en la que veinte trabajos y una instalación dejan ver una de las más originales contribuciones de la llamada “segunda generación del arte cinético”, que florece en Europa al amparo de ese espacio expositivo.
“Se trata de una generación que asume la abstracción como credo”, afirma Liliane Zafrane, directora de esa galería que ha constituido una plataforma de lanzamiento para estos artistas desde que, bajo la influencia del venezolano Jesús Soto, abrió sus puertas a fines del año 2000, orientada al arte óptico, cinético y a la abstracción geométrica. Francisco Salazar, Darío Pérez Flores, César Andrade, René Ugarte, amén de otros latinoamericanos, integran la lista.
“En mis obras, manipulables o motorizadas, trato de introducir el movimiento para incorporar la posibilidad del cambio perpetuo y evidenciar la calidad de la materia y su comportamiento”, ha dicho el artista a propósito de un trabajo al que llama “abstracción en acción”: cajas ante las que el espectador se siente atrapado por el comportamiento de sus arenas monocromas.


“Se trata de una generación que asume la abstracción como credo”, afirma Liliane Zafrane, directora de esa galería que ha constituido una plataforma de lanzamiento para estos artistas desde que, bajo la influencia del venezolano Jesús Soto, abrió sus puertas a fines del año 2000, orientada al arte óptico, cinético y a la abstracción geométrica. Francisco Salazar, Darío Pérez Flores, César Andrade, René Ugarte, amén de otros latinoamericanos, integran la lista.
“En mis obras, manipulables o motorizadas, trato de introducir el movimiento para incorporar la posibilidad del cambio perpetuo y evidenciar la calidad de la materia y su comportamiento”, ha dicho el artista a propósito de un trabajo al que llama “abstracción en acción”: cajas ante las que el espectador se siente atrapado por el comportamiento de sus arenas monocromas.

Cercle Sable, 1992
Mérida inicia su formación a los 11 años, cuando el maestro Braulio Salazar lo instruye en la pintura y el dibujo, y destaca como pintor informalista y gestual en los 60, en todos los salones expositivos de la década en los que recibió importantes y numerosas premiaciones.
En 1965 realiza su primera individual en el Museo de Bellas Artes, cuyo director, el connotado crítico Miguel Arroyo, lo vincula con la obra de Hans Arp, describiendo la fascinación que produce en “los niños, los jóvenes y los menos jóvenes”.
Al mismo tiempo, el artista ejerce como reconocido escenógrafo y decorador en cine, teatro y sobre todo en los más importantes canales televisivos de la época: Radio Caracas Televisión y Venevisión.
Pero en 1968, a raíz de sus conversaciones con el artista cinético Carlos Cruz-Diez, empezó a sentir la necesidad de un cambio: “Él fue muy receptivo y me sugirió viajar a París”. Así lo hace ese año en que efectivamente entra a trabajar en su taller, donde comprende los fundamentos del cinetismo y la importancia que el movimiento tendrá en su obra.
“Tenía que buscar algo diferente, pero no sabía qué”, confiesa Mérida al relatar la experiencia con la lata de Camembert que encenderá la chispa de lo que será su trabajo creador: una puesta en escena en la que el movimiento, creado por el espectador o mediante motores, actúa en la constante transformación de la obra para “evidenciar la calidad de la materia y su comportamiento”.
“Jugando como los niños, coloqué adentro aserrín y arena, la tapé con un cristal, le puse un pequeño motor. Y salió algo que me pareció interesante”, explica. “Descubrí nuevas formas de afrontar el arte, siendo yo un artista gestual”.
Mérida inicia su formación a los 11 años, cuando el maestro Braulio Salazar lo instruye en la pintura y el dibujo, y destaca como pintor informalista y gestual en los 60, en todos los salones expositivos de la década en los que recibió importantes y numerosas premiaciones.
En 1965 realiza su primera individual en el Museo de Bellas Artes, cuyo director, el connotado crítico Miguel Arroyo, lo vincula con la obra de Hans Arp, describiendo la fascinación que produce en “los niños, los jóvenes y los menos jóvenes”.
Al mismo tiempo, el artista ejerce como reconocido escenógrafo y decorador en cine, teatro y sobre todo en los más importantes canales televisivos de la época: Radio Caracas Televisión y Venevisión.
Pero en 1968, a raíz de sus conversaciones con el artista cinético Carlos Cruz-Diez, empezó a sentir la necesidad de un cambio: “Él fue muy receptivo y me sugirió viajar a París”. Así lo hace ese año en que efectivamente entra a trabajar en su taller, donde comprende los fundamentos del cinetismo y la importancia que el movimiento tendrá en su obra.
“Tenía que buscar algo diferente, pero no sabía qué”, confiesa Mérida al relatar la experiencia con la lata de Camembert que encenderá la chispa de lo que será su trabajo creador: una puesta en escena en la que el movimiento, creado por el espectador o mediante motores, actúa en la constante transformación de la obra para “evidenciar la calidad de la materia y su comportamiento”.
“Jugando como los niños, coloqué adentro aserrín y arena, la tapé con un cristal, le puse un pequeño motor. Y salió algo que me pareció interesante”, explica. “Descubrí nuevas formas de afrontar el arte, siendo yo un artista gestual”.

Orange Installation, 2020
No obstante su cercanía a los más importantes representantes del cinetismo, Soto, Cruz-Diez, Le Parc, y Lygia Clark en especial, que le aporta un elemento esencial, la percepción sensorial del espectador en su trabajo, Mérida se considera más un pintor gestual que un constructivista:
“Trabajo con todos los elementos de un artista cinético, pero no cinético clásico constructivista”, aclara el artista. “El cinético utiliza los reflejos, el movimiento real, el desplazamiento del espectador, es antimatérico. En ese sentido, yo soy todo lo contrario, soy más pintor tradicional”.
Luego de un retorno a Venezuela en 1973, el artista regresa a Francia en 1983, donde vive desde entonces y sus éxitos como decorador para grandes firmas de alta moda como Chanel, Christian Dior, Guerlain, Cartier y, especialmente, la maison Hermès, que lo contrata para decorar vitrinas y salones y las villas de lujo Cheval Blanc Randheli, en las islas Maldivas, no lo apartan de su quehacer como creador de un trabajo calificado como “único”.
Pero su experiencia como escenógrafo ha sido básica en su trabajo artístico, admite, recordando importantes instalaciones realizadas en 2013, 2015, 2017 y 2018 en Grand Palais Art París, como Usuyuki chantier, Bleu blanc rouge o Tricolore, que son, al mismo tiempo, grandes escenografías. “Si yo no hubiera tenido esta formación, no hubiera podido realizar estas instalaciones. En todo caso, no de la misma manera”.
“En París todos nuestros coleccionistas esperan con entusiasmo ver las instalaciones monumentales de Manuel en las ferias”, dice Zafrane. “Los organizadores nos deben dar un lugar amplio donde se puedan reunir masas de gente admirando esta obra hipnotizante en movimiento”.
La pandemia ha cambiado las cosas, y deben tomarse otras medidas para el ingreso masivo a las muestras. “Todo ha cambiado”, señala el artista, “pero hay que ser optimistas, y pensar que la vacuna, más temprano que tarde, nos permitirá regresar a la sociedad donde nos abrazábamos libremente...¡y sin mascarillas!”.
@weykapu
No obstante su cercanía a los más importantes representantes del cinetismo, Soto, Cruz-Diez, Le Parc, y Lygia Clark en especial, que le aporta un elemento esencial, la percepción sensorial del espectador en su trabajo, Mérida se considera más un pintor gestual que un constructivista:
“Trabajo con todos los elementos de un artista cinético, pero no cinético clásico constructivista”, aclara el artista. “El cinético utiliza los reflejos, el movimiento real, el desplazamiento del espectador, es antimatérico. En ese sentido, yo soy todo lo contrario, soy más pintor tradicional”.
Luego de un retorno a Venezuela en 1973, el artista regresa a Francia en 1983, donde vive desde entonces y sus éxitos como decorador para grandes firmas de alta moda como Chanel, Christian Dior, Guerlain, Cartier y, especialmente, la maison Hermès, que lo contrata para decorar vitrinas y salones y las villas de lujo Cheval Blanc Randheli, en las islas Maldivas, no lo apartan de su quehacer como creador de un trabajo calificado como “único”.
Pero su experiencia como escenógrafo ha sido básica en su trabajo artístico, admite, recordando importantes instalaciones realizadas en 2013, 2015, 2017 y 2018 en Grand Palais Art París, como Usuyuki chantier, Bleu blanc rouge o Tricolore, que son, al mismo tiempo, grandes escenografías. “Si yo no hubiera tenido esta formación, no hubiera podido realizar estas instalaciones. En todo caso, no de la misma manera”.
“En París todos nuestros coleccionistas esperan con entusiasmo ver las instalaciones monumentales de Manuel en las ferias”, dice Zafrane. “Los organizadores nos deben dar un lugar amplio donde se puedan reunir masas de gente admirando esta obra hipnotizante en movimiento”.
La pandemia ha cambiado las cosas, y deben tomarse otras medidas para el ingreso masivo a las muestras. “Todo ha cambiado”, señala el artista, “pero hay que ser optimistas, y pensar que la vacuna, más temprano que tarde, nos permitirá regresar a la sociedad donde nos abrazábamos libremente...¡y sin mascarillas!”.
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