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Enza García cuenta sus memorias desde la luna

La autora publicó con La Poeteca su más reciente libro, “Cosmonauta”, donde abre desde la lejanía los recuerdos de su vida en Venezuela

  • JORDAN FLORES

26/11/2020 01:00 am

La palabra cosmonauta encierra dentro de sí un significado de lejanía. No solo por denotar a los exploradores rusos que se adentraban en la incertidumbre del espacio exterior, sino también porque remarca el distanciamiento político, cultural y lingüístico entre la extinta Unión Soviética con los astronautas occidentales en plena Guerra Fría.

De ese término tan íntimo y característico toma la escritora Enza García Arreaza (Puerto La Cruz, 1987) su significado para contar su propia lejanía en Cosmonauta, libro con el que la Fundación La Poeteca cierra en nota alta un año tan atropellado para el mundo, y que estará próximamente disponible para su descarga en su página web como parte de su colección Seamos Reales, así como a la venta por Amazon y librerías físicas.

García explica que la poesía del Premio Nobel de Literatura ruso-estadounidense Joseph Brodsky le inspiró a adoptar la palabra, durante los dos años en los que la autora escribió en el International Writers Project de la Universidad de Brown, en Rhode Island, y que inició en 2018.

“La palabra cosmonauta es un guiño a cierta poesía rusa que nos acompaña en estos tiempos de irse y permanecer, sobre todo porque ese mirar a la vida privada es un ejercicio para el que uno empieza a prepararse mucho antes de efectivamente dejar la casa”, señala.

Como quien ve la Tierra desde la luna, desde su actual residencia en Estados Unidos, García revisita todos los recuerdos de estadía en Venezuela: la pobreza, la relación amor-odio con sus padres y sus dos gatos, el despertar sexual y los exnovios, los textos escritos a puerta cerrada en su habitación. “Es un libro de la vida de privada de esta persona que recuerda y anota, es un libro de alguien que primero necesita inspeccionar las grietas en la pared de su casa”, señala.

“Lo concebí en un rapto, por así decirlo, para seguir haciendo lo que más me gusta hacer: quejarme de mis padres, quejarme de mí misma, hacerme y hacerlos reír. Es un libro sobre recordar y de pronto no saber qué responder. Cuando lo releí durante el proceso de corrección, acompañada por Jacqueline Goldberg y Graciela Yáñez, me sentí un poco avergonzada casi, porque pareciera que sigo dando vueltas como un perro sobre las mismas dos o tres cosas, pero mentiría si no reconociera que también me trajo una gran alegría. Creo que la primera sorprendida soy yo: es un libro que me alegra, porque me gustan mis ruinas y mis héroes chamuscados, al menos eso he podido elegirlo”, afirma.

Aunque en Cosmonauta narra episodios de su vida tan crudos como los intentos de quitarse la vida, una infancia llena de carencias y el drama de dejarlo todo atrás por la migración, García sabe impregnar sus versos y prosa de cierto tono humorístico que solo se logra al contemplar los hechos en retrospectiva, además de la explorar así los altos y bajos de las relaciones familiares, que nunca son idílicas, pero sí reales en sus grises.

“Mis libros los hacen reír, supongo que también sienten otras cosas que no me dicen, pero me alegra que nos podemos reír un poco de las cosas que nos han sucedido y nos han llevado a ser quienes somos. Ser parte de una familia es un trabajo arduo, es una locura, es hilarante”, comenta.

De igual modo aborda su relación con el país, con la Venezuela cuya existencia le llega a modo de noticias y mensajes de sus seres queridos, pero que sabe ya no es la misma que dejó atrás. Lo describe como un proceso triste y agotador, especialmente por haber sido testigo del colapso antes de haberse marchado. García Arreaza está en Estados Unidos desde 2017, cuando ingresó al International Writing Program de la Universidad de Iowa. “Me avergüenza no ser optimista, pero es que cuesta mucho si uno vive preparándose para lo peor, si la familia de uno sigue allá”.

Por eso reconstruye ese país desde “lo pequeño y lo privado” a través de la nostalgia, esa que llega por lo anecdótico, o como dice, “un homenaje a las cosas que nos hicieron bien”, con pequeños detalles que se filtran en versos como:

Recordaba la vida alquilada, la promesa que intentaba ser, el odio, el fracaso, los malos polvos y los bellos ojos, los libros, el perfume, los adultos fallidos, los niños del maíz, el solo puño y la gafa paridera, aquello que ya no existe, por suerte, pero que vuelve a embrujarme, no tener real para ordenar lo que quisiera en Franca, la suegra que dijo que yo era un mal partido para su muchacho tan bello y especial.

Este es el segundo poemario de García Arreaza, quien publicó El animal intacto en 2015 con Ediciones Isla de Libros. Posee ya una trayectoria como narradora, con libros de cuentos como Cállate poco a poco, el cual ganó el V Concurso para Autores Inéditos de Monteávila Editores en 2007; o El bosque de los abedules, ganador del III Premio Nacional Universitario de Literatura, publicado en 2010 por la editorial Equinoccio y reimpreso en 2016 por Sudaquia. También ha publicado Plegarias para un zorro (bid & co, 2012 / Paraíso Perdido, 2019). Desde 2013 ha incursionado además en el arte del collage, el cual alterna en las páginas de Cosmonauta con el mismo impulso creativo de sus textos.

De este modo, la necesidad de escribir de la autora puede resumirse en las primeras líneas del poemario:

A veces cuento una historia porque no puedo moverme. Pero la verdad es que me gusta volver sobre las cosas que me paralizan.

@JJFlores94



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