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Artista venezolano aplica en Francia método Etievan a la enseñanza del arte

Desde hace cinco años, Enrique Etievan fundó en París una escuela que lleva a la educación artística el transformador sistema creado por su madre en la Venezuela de los años 70

  • MARITZA JIMÉNEZ

14/09/2020 01:00 am

El apellido Etievan se asocia en Venezuela al de un transformador sistema pedagógico fundado por Nathalie De Salzman de Etievan en la década de los 70, en Carrizal, estado Miranda, en torno los postulados de Gurdjieff sobre una educación dirigida a despertar conciencia e infundir a los niños la seguridad en sí mismos para enfrentar la vida con responsabilidad e inteligencia emocional.

Sobre esos fundamentos, el artista venezolano Enrique Etievan (Caracas, 1972), hijo de De Salzman y el publicista Jacques Regis Etievan, desarrolla desde hace cinco años en el Distrito 16 de París una escuela que ya cuenta con 40 estudiantes, centrada en la recuperación de la enseñanza de los métodos clásicos de la pintura al óleo y la confianza del artista en sí mismo como vía para desarrollar su camino.
  
“No sé si suena pedante decir que un venezolano está enseñando el hacer y las técnicas de la pintura al óleo, que hoy se están perdiendo frente a otras más contemporáneas, como el acrílico y la pintura a través de medios digitales”, afirma este joven creador cuya pintura representa una propuesta que se abre camino entre el surrealismo y el hiperrealismo para dar cuenta de la realidad urbana de este tiempo.



“Mi método y enseñanza de la pintura parte de que todo el mundo puede llegar a tener un buen nivel como pintor, pero más importante es tener la confianza y el conocimiento de sí para emprender estos estudios”, explica.

-De esta forma –continúa– no solamente enseño la técnica, sino que le doy las herramientas necesarias al alumno para que pueda profundizar en sí mismo y encontrar la confianza, la paciencia para pintar lo que desee. Enseño lo que he aprendido durante todos estos años como artista, a nivel personal y a nivel técnico, porque tiene que haber un equilibrio entre las dos para poder pintar y crear.

Enrique Etievan realizó estudios en el Instituto de Arte Federico Brandt (1990-1993) y fue asistente en los talleres de los escultores Nidia del Moral, Sidia Reyes, Marcos Salazar Delfino, y el pintor Carlos Sánchez Vegas. Además, tomó clases de técnicas de pintura antigua en el Instituto de Arte de Florencia, Italia, y de dibujo y grabado con los artistas venezolanos Abilio Padrón, Oswaldo Varenzuela y Andel Hernández.

Su obra ha sido expuesta desde 1995 en individuales y colectivas en Estados Unidos, Colombia, Perú y Venezuela.

Pero sin duda que las ideas de su madre aplicadas a la enseñanza influyeron en su propio proceso artístico, según señala al hablar de su trabajo:

“Influido por las ideas de mi madre sobre la educación del sentimiento, desde que empecé a pintar, a la edad de 16 años, siempre tuve claro que ser artista era ser un comunicador de su tiempo, de su momento, y también una manera de conocerse a sí mismo. Pienso que el mensaje tiene que ser positivo y honesto. Con esta filosofía como base, empecé primero a investigar sobre la pintura religiosa. Pero en ella no pude encontrar una vía de expresión para mí en la cual sintiera que podía expresarme libremente”.

En esos años, dice, empezó el proceso político y social que actualmente vive Venezuela, y decide investigar y profundizar en el realismo mágico y el surrealismo para expresar esa realidad mediante imágenes y símbolos culturales cotidianos.


 
“Mi obra estuvo marcada por esa corriente durante muchos años, hasta el momento en que vine a Francia, y me di cuenta de que mi trabajo era muy regionalista y sólo podía ser entendido por personas que hubieran vivido el proceso venezolano. Hoy pienso que el arte debe ser universal, ir más allá de las fronteras, de las razas y las culturas, para enfocarse en aquello que nunca cambia ni ha cambiado en el ser humano: El miedo y el amor, lo femenino y lo masculino, la vejez y la juventud”, agrega.

Lo femenino en dos series 
El tema de la mujer ha sido recurrente en la pintura clásica. Etievan lo retoma en las dos nuevas series que lo ocupan actualmente. La primera, son retratos resultantes de una investigación de dos años en el metro parisino. La segunda, es la sugerencia del cuerpo más allá de su presencia física.
 
“Son retratos de mujeres que dejan ver la adicción contemporánea y universal al dispositivo celular”, afirma sobre la primera, y relata:

“Cada vez que iba a trabajar a mi escuela tomaba un trayecto de dos horas en metro, para llegar a mí sitio de trabajo, y así pude observar la influencia que tenemos con los teléfonos inteligentes o los celulares, apartándonos de toda influencia externa para concentrarnos en ese pequeño rectángulo luminoso. En estas imágenes he tratado de captar la parte emocional y psicológica, a la manera de los retratos renacentistas”.

-De esa interacción –continúa– pongo en valor esa luz y la atención que ponemos tantas horas del día en esta nueva tecnología. Esta luz es una nueva luz, que nunca antes estuvo presente en la historia del arte. También los personajes a los cuales retrato siempre están pintados en grises. Esto tiene un doble discurso. De esta forma trato de contar cómo nos sumergimos en este aparato y cómo la vida está no en el retratado, sino en el teléfono, y también es el color predominante durante muchos meses en París”.

En cuanto a la segunda serie que trabaja actualmente, lleva por título Desnudez y en ella, a través de las telas y sus pliegues, podemos ver cuerpos que, en las tensiones y formas del movimiento, nos permiten leer qué hay detrás de ellos. 
“En la historia del arte siempre se ha mostrado la belleza física femenina”, indica Etievan. “Yo trato de hacer lo contrario. Trato de mostrar la belleza interior femenina”.



@weykapu
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