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Elías Pino Iturrieta: "La historia es un espejo retrovisor”

El historiador venezolano reflexiona sobre la realidad venezolana entre las calamidades de la política y la pandemia

  • DULCE MARÍA RAMOS

31/08/2020 01:00 am

¿Para qué sirve la historia? En estos tiempos donde imperan los influenciadores, las redes sociales y la banalidad, es justamente la historia una de las áreas del humanismo y el conocimiento que permite entender un presente lleno de incertidumbres y miedos.

En la serie de entrevistas Voces en el Caos, El Universal entrevistó a Elías Pino Iturrieta, historiador y numerario de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela. Destacan entre sus publicaciones: La mentalidad venezolana de la emancipación, 1810–1812; Las ideas de los primeros venezolanos; Castro, epistolario presidencial (1899–1908); Positivismo y gomecismo; Ideas y mentalidades de Venezuela; Fueros, civilización y ciudadanía; Venezuela metida en cintura, 1900–1945; Ventaneras y castas, diabólicas y honestas; Nada sino un hombre. Los orígenes del personalismo en Venezuela; País archipiélago. Venezuela, 1830–1858La mirada del otro: viajeros extranjeros en la Venezuela del siglo XIX, y El divino, Bolívar.

—Independientemente de nuestra profesión u oficio, ¿por qué es fundamental que como ciudadanos nos acerquemos a la historia?
—Metafóricamente, la historia es un espejo retrovisor. El viajante debe mirar todos los elementos del sendero y uno de esos elementos importantes es lo que deja atrás, sin eso es imposible llegar al final de ese viaje. La historia no se repite, lo que sucedió físicamente desapareció, pero puede orientar e influir en la vida cotidiana presente. En el caso venezolano, ver a la historia como un elemento de socorro se ha convertido en algo habitual. ¿Por qué? Hay dos elementos: el enigma y la disculpa. No entendemos el rompecabezas de la actualidad, de ahí que busquemos razones en hechos anteriores. Por otro lado, es tal la magnitud de la calamidad que preferimos mirar hacia al pasado y echarle la culpa a los antecedentes: lo que está pasando no es culpa de mi generación, es de las generaciones anteriores. Pero hay otro elemento más actual que es la manipulación de la historia desde el punto de vista político, el comandante Chávez lo utilizó como herramienta cotidiana en sus alocuciones en televisión para cambiar los recuerdos de la sociedad y para justificar el proyecto de la llamada Revolución Bolivariana. Entonces, esa figura esencial para la sociedad venezolana que es Bolívar se convierte en un compañero de viaje extraño, socialista... hasta físicamente sufrió una metamorfosis.

—De ahí la importancia en los últimos años, en la sociedad venezolana, de la figura del historiador.
—El proyecto político de los últimos años colocó a los historiadores en primer plano. Los historiadores no han sido figuras muy presentes en los medios de comunicación; sin embargo, en las últimas dos décadas nos buscan más para saber nuestra opinión, como si uno tuviera la posibilidad de predecir el futuro.

"Por otra parte -prosigue Elías Pino Iturrieta-, la propuesta histórica del chavismo se ha trasladado a los manuales escolares para que la nueva generación tenga una idea distinta de los antepasados y una visión del socialismo del siglo XXI. Muy pocas veces una sociedad que vive su vida cotidiana tiene tan presente ese pasado al que busca como explicación, como excusa y también como salvavidas. Cuando a una sociedad le cambian su memoria y su pasado necesita buscar un norte, por eso crece el interés por los libros de historia y los historiadores".

—Usted afirma que la historia no se repite, pero cuando uno analiza el fenómeno chavista hay muchas similitudes con el pasado, a pesar que no son los mismos personajes ni las mismas circunstancias históricas. ¿Por qué la sociedad venezolana cae en los mismos errores: creer en un mesías, a quien le damos nuestro futuro, y luego ese mesías se convierte en un gobernante autoritario, en un dictador?
—Hay fenómenos recurrentes en la historia; es decir, que están presentes en la vida de una sociedad a través del tiempo. Es imposible que exista de nuevo un Gómez o un Monagas, pero existe el personalismo. La historia sirve para saber cómo se construyó ese personalismo de Gómez o de Monagas y cómo se solucionó. ¿Cómo la historia tiene utilidad? Cuando vemos cómo hicieron nuestros antepasados para librarse de Gómez y Monagas. En el caso de Monagas, la sociedad se libró con una guerra civil que desembocó en la Guerra Federal; de Gómez no se deshizo, murió como patriarca celebrado en su cama por el miedo que sembró en la sociedad. Ahora si pensamos en Pérez Jiménez, fue un golpe de estado elitesco. Ese fenómeno del personalismo se reproduce con Chávez y se reproduce distinto. No éramos felices, éramos infelices y frustrados y por eso la sociedad se entregó a Chávez. Entonces, se deben buscar en la historia las claves de un fenómeno que tuvo diferentes expresiones a través del tiempo, pero que no es el mismo.

"Pensemos un momento, ¿por qué la generación actual de dirigentes no encuentra la llave de la puerta de la república, de la libertad y la democracia? Porque no conocen la historia, porque no se preguntan lo que tú me has preguntado, porque creen que la historia comienza el día que ellos nacieron. La historia no les va a dar la receta, pero les puede dar pistas", continúa.
 
—Un fenómeno curioso de las últimas semanas son los intelectuales opositores que quieren destruir los referentes democráticos.  
—El chavismo, con Chávez como historiador, hizo un relato, que empieza con Guaicaipuro peleando con el conquistador español y termina con Chávez. La oposición, por su parte, no ha hecho relato. Es decir, la historia del chavismo es una memoria antirrepublicana, la memoria republicana que tiene que hacer la oposición no existe. La oposición no ha entendido que la política debe tener una raíz. Además, el intelectual tirapiedras busca ascender en la escalera intelectual atacando por ejemplo a Margot Benacerraf. Quiero saber de un intelectual importante y de valía que haya levantado la voz en contra de Margot Benacerraf, quien es una muestra de las excelencias que nos dio la democracia representativa. ¿Quién respalda a esos voceros que lanzan críticas a las obras de la democracia representativa? ¿Qué tienen por detrás? Nada. Su efímera celebridad y la posibilidad de salir en los medios. No podemos confundir democracia con el trabajo intelectual, que es algo específico y no tiene que ser producto de la opinión pública, puede dirigirse a ella o valerse de ella, pero no es su fundamento. Es lamentable que se cuelen y se filtren estas figuras tan nocivas, por fortuna sus mensajes son efímeros. El pasado, a pesar de todos los esfuerzos del gobierno y la ignorancia de la actualidad, no se puede cambiar. Y por fortuna, los críticos superficiales no van a permanecer.
 
—¿Y hasta qué punto esta libertad que nos ofrecen las redes sociales de decir y opinar sobre lo que queramos es buena?
—Hay un problema entre defender la libertad de expresión y defender la verdad. ¿La libertad de expresión tiene que rendirse ante el trabajo intelectual y la verdad? No. El problema no es la ama de casa que puede decir lo que quiere o el que hace el trabajo intelectual y considera que algo es verdadero. Los intelectuales de alto nivel casi no participan en las redes sociales, pero tenemos el caso, por ejemplo, de Pérez Reverte -independientemente que te gusten o no sus novelas-, quien tiene las agallas y las credenciales para decirle a alguien que está equivocado. De lo contrario, como decía Umberto Eco, lo que va a predominar es la ignorancia. No se debe mirar el Twitter y actuar en consecuencia. Por eso yo quiero un líder que mire Twitter, pero que su conducta no esté determinada por una tendencia. La obligación de un líder político y un intelectual es traducir la realidad más allá de la jaula abierta de Twitter. Mi maestro José Gaos decía: “La única aristocracia que existe es la aristocracia del pensamiento”.
  
—Y ahora hablando de la coyuntura que nos afecta: ¿la pandemia ha favorecido al gobierno?
—Una de las constantes de la historia universal ha sido el miedo. De hecho, es un tema que me interesa y que he desarrollado en mis columnas en Runrunes. Para entenderlo, recomiendo el libro El miedo en occidente, de Jean Delumeau, ahí el autor hace una relación desde el miedo a la noche hasta la peste negra. Ahora bien, el rasgo predominante de la vida en la actualidad es el miedo, ¿a quién favorece ese miedo? A mí que me recluyo para proteger mi vida hasta que se encuentre la solución. A Maduro porque es un miedo caído que lo favorece ante una sociedad venezolana que ya ha estado recluida por hambre, por falta de combustible y por desesperanza. Así que el Covid-19 es tan importante para Maduro como el FAES.

Un fenómeno que ocurrió en Chile y ahora ocurre en Venezuela es el enfrentamiento entre la diáspora y los que se quedan en el país.  
—Por primera vez en la historia de Venezuela se produce una mutación esencial en la sociedad: éramos sedentarios y de repente nos volvemos nómadas. Desarrollamos los valores propios del arraigo para que predominen hoy los valores del desarraigo. Por eso, no significa una tragedia personal, es un caos en la sociedad y ante ese caos busco un responsable: el que se fue es el culpable, el que se quedó es el valiente. Además, el que se fue puede opinar porque es tan venezolano y tan parte del problema como el venezolano que se quedó. Esta disgregación social duele porque lo que más atesorábamos se rompió: pertenecer firme y seguro a una tribu, a un lugar. De ahí que esta diáspora se caracteriza por dos desolaciones: la desolación de los que emigraron y la desolación de los que se quedaron.

—Cuando el venezolano emigra enfrenta el peso de migrar y el peso del gentilicio. De alguna manera nos convertimos en la escoria de Latinoamérica.
—Esto ocurre por dos razones: por la cantidad y porque nos creíamos el ombligo del mundo, los hijos del paraíso que mirábamos con desdén a los inmigrantes. No podemos olvidar que mirábamos mal a los portugueses, ni hablar de los ecuatorianos, haitianos o dominicanos. Nosotros éramos los dueños, los ricos, los poderosos, los blancos que recibíamos a la escoria y podíamos ser benevolentes con esa escoria. Teníamos el petróleo y a Simón Bolívar. ¿Qué es lo que se lleva cuando se emigra? El orgullo. Cuando alguien emigra se lleva sus prejuicios, su altivez y su soberbia hasta que esa nueva realidad le permita ser modesto. Con esto no quiere decir que justifico el maltrato a los venezolanos en el exterior, pero lo explico como causa nuestra, y cómo demuestro lo contario cuando la mayoría se llevó en sus maletas su prejuicio y su orgullo. Es un tema que los estudiosos del exilio deberían manejar con más franqueza.
 
A lo largo de la conversación ha mencionado varias veces al petróleo, ¿fue una maldición para Venezuela?
—Al contario, fue una bendición, la salvación para Venezuela. El país a principios del siglo XX era muy pobre. Gracias al petróleo nos convertimos en cosmopolitas. Lamentablemente, el chavismo mató a Pdvsa. Yo soy una criatura de una sociedad petrolera, estudié en una universidad pública como la UCV, salí del país y pude hacer un postgrado y así como yo muchos jóvenes de mi época. No podemos mirar al petróleo con malos ojos porque corremos el peligro de distorsionar el entendimiento cabal de la realidad.

—¿Será posible reconstruir el país?
—No sé cómo vamos hacer, pero sí sé que lo hicimos. La peor crisis que tuvo Venezuela fue el horror y la ruina de la Independencia, de la proclama de guerra a muerte salimos e hicimos una república que fue modelo en su época. También de la Guerra Federal, con el tratado de Coche más o menos los godos y los liberales atemperaron sus diferencias y pudieron vivir en paz relativa y se hizo un proceso de reconstrucción. Otra crisis fue el gomecismo, pero salimos de la vergüenza de América, como decía Pocaterra, y a pesar de los odios acumulados se inició un proceso de transición que condujo a la democracia representativa. Nuestros antepasados lo hicieron. La historia nos indica que las crisis son pasajeras, que los protagonistas de las crisis tuvieron herramientas para salir de ella. Gracias a la linterna de la historia tenemos una luz, sólo hay que buscarla.

—Y finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira Elías Pino Iturrieta?
—Miro a través de la ventana de mi deformación profesional, miro desde un postigo que pretende observar cosas que no están a mano, que ya pasaron y que seguramente son ilusorias; de allí la posibilidad de una observación que no sea habitual. En conclusión, una ventana vieja y antigua, la ventana de un historiador.

@DulceMRamosR
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