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Elia K. Schneider, la irreductible, falleció en Los Ángeles

La artista sucumbió a una condición de salud contra la que luchó por 27 años. Su obra en cine y teatro refleja su interés por contar las historias de sobrevivientes

  • JUAN ANTONIO GONZÁLEZ

28/08/2020 09:05 pm

Se podía o no estar de acuerdo con la manera en la que, en lo formal o en lo discursivo, presentaba en sus películas problemáticas sociales como las de los niños de la calle, pero sería mezquino no reconocer en Elia K. Schneider a una de las cineastas venezolanas de más diáfana visión sobre aquello que quería hacer de su oficio: un lanzallamas capaz de estremecer consciencias o, cuanto menos, capaz de obligar a la discusión pública de aquellos temas de los que, en colectivo, solemos hacemos la vista gorda.

“(Elia) partió esta mañana después de 27 años de lucha, peleando con una condición de salud. Estoy devastado”. Así confirmaba, desde Los Ángeles, el deceso de la directora de cine, teatro y televisión Elia Schneider, su esposo y productor José Ramón Novoa.

Huelepega: la ley de la calle (2000), Punto y raya (2004), Des-autorizados (2010) y Tamara (2016) son el resultado del quehacer creativo de una artista que sabía escoger sus temas, que entendía la provocación como una manera de buscar la acción, el cambio y hasta la revisión del propio oficio.

Nadie habló de los niños de la calle como ella lo hizo, descarnadamente. A veces demasiado para la hipocresía social. De hecho, cuando esas criaturas que viven y crecen a la intemperie y que aplacan el hambre aspirando los vapores de pegamentos eran tema del cine venezolano, lo eran de forma tangencial, como una referencia más del paisaje humano del país, pero Schneider asumió el riesgo de poner a protagonizar esa calamidad y, aún más, de recrearla en la ficción con actores menores de edad para retratar una realidad vergonzosa, agudizada en las últimas dos décadas de populismo y autoritarismo. Por Huelepega se enfrentó a las autoridades del segundo gobierno de Rafael Caldera. Ella se defendió con vehemencia y logró que su película se viera sin ningún tipo de censura.

Con su pareja de vida y de arte: José Ramón Novoa (CORTESÍA)

Caraqueña de nacimiento, Schneider siempre destacó el hecho de haber sido hija de sobrevivientes del Holocausto; ello, para que se entendiera la preponderancia que en su obra tienen los personajes que sobreviven a toda costa, como los dos soldados desertores de Punto y raya, uno del lado colombiano y otro del venezolano, aspecto éste que en los últimos tiempos adquiere una significación especial.

De joven fue estudiante de danza y ballet clásico. Luego estudió Psicología en la Universidad Católica Andrés Bello, de la que egresó en 1978, para posteriormente viajar a Nueva York, donde cursó una maestría en la Escuela de Artes Tisch de la universidad de esa localidad estadounidense. Un año después fundó en Caracas la compañía Teatro Dramma, con la que llegó a presentarse en el teatro experimental La Mama, de la Gran Manzana. Era profesora de la Academia de Actuación Stella Adler de Los Ángeles.

A propósito de la presentación en 2018 de la obra Citizens of The Gray or This Dark Thing that Sleeps in Me, en el Theater for the New City, de Nueva York, Schneider aportó a El Universal su personal visión del teatro: “Para mí, el teatro es el único lugar que me permite ser libre, creando y expresando cosas que jamás podría lograr en otras artes. Creo que el hecho de no tener que rendirle cuentas a nadie ni hacer concesiones de ningún tipo es lo que lo hace tan poderoso. También es la posibilidad de acercarme a la belleza y la armonía y de seguir creyendo en el arte como única posibilidad de cambio transformador de la sociedad. El cine es otra cosa. A pesar de todas las experiencias que he tenido en este medio, no termino de entender por qué jamás se siente libre y creativo como el teatro”.

En su última película, Tamara, inspirada en la vida de Tamara Adrián, abogada transexual venezolana, reconocida activista por los derechos de las mujeres, de las minorías sexuales y las categorías denominadas LGBT, y electa como diputada a la Asamblea Nacional, se repite esa dualidad que signa toda la obra de Elia Schneider: por una parte, bebe sin falsas posturas ni intenciones mezquinas de la realidad, y por la otra, su ubica del lado de aquellos que han sido víctimas de injusticias, los relegados de lo “socialmente aceptado”, los excluidos, perseguidos… los sobrevivientes. Quizás como ella se sintió muchas veces y contra lo que nunca tuvo miedo de luchar.

Precisamente, esta nota la cierra el actor que dio cuerpo y alma a la Tamara de Schneider, Luis Fernández: "Elia Schneider no era fácil. Tímida, creativa, poco simpática y sin anestesia. De entrada eso nos hizo conectar, porque soy todas las anteriores también, y como Elia, sentimos un punto de orgullo en ello. Su extraordinario talento como directora la hacía luminosa en el set que tuve el privilegio de compartir con ella y su cinematográfica y maravillosa familia. En ese lugar de creación que nos hizo infinitamente felices, además de una gran película, se creó un vínculo indisoluble y profundo. No soy bueno con despedidas, mucho menos con homenajes póstumos y nostalgias (cosas que de seguro a Elia irritarían sobremanera). No soy bueno haciendo públicas mis emociones fuera de mi trabajo (cosa que Elia entendería perfectamente). Prefiero celebrarla hoy a ella y a su legado. Como mujer, esposa, madre e hija, roles por los que la vi navegar durante este tiempo compartido, más íntimo de lo que anticipamos. Como profesional de ética vertical y mano firme. Como creadora y contadora de historias en las que fui apenas una pieza. Siempre le estaré agradecido por haberme dado uno de los personajes de mi vida. Por haberme hecho parte de su intenso proceso. Mi abrazo a José Ramón y a Joel, y a su madre, mi querida Ibi. Lamento las películas que te quedaron pendientes, Elia".

@juanchi62
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