Espacio publicitario

Michelle Roche Rodríguez: "La educación y la honestidad son fundamentales para el ejercicio de la libertad”

La escritora y periodista venezolana, radicada desde hace cinco años en España, publica su primera novela "Malasangre" con la editorial Anagrama

  • DULCE MARÍA RAMOS

28/08/2020 01:00 am

—¿Qué pasará cuando tu esposo sepa que eres una malasangre? –me dijo, poniendo énfasis en cada silaba de la palabra.
Como yo no conocía el adjetivo, mi madre lo definió con palabras alarmantes: «mala», «torcida», «aviesa». También «mal inclinada» y «fuera de regla». Cada palabra se montaba sobre la otra formando un enorme cono invertido donde imágenes siniestras avanzaban en tirabuzón, atravesándome en su trayecto hacia el centro del infierno”.
(Fragmento de Malasangre)

Michelle Roche Rodríguez es recordada por su trabajo como periodista cultural y a pesar de haberse graduado en la carrera de Comunicación Social en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), en realidad su verdadera inquietud era la escritura, pasión que la acompaña desde los diez años. Desde que emigró a España se ha dedicado más a la vida académica y al oficio de escritora, aunque todavía tiene tiempo para el periodismo en el espacio web Colofón Revista Literaria, que fundó en el año 2014. Ha publicado Álbum de familia: Conversaciones sobre identidad y cultura en Venezuela (2013), Madre mía que estás en el mito (2016) y la colección de cuentos Gente decente (2017, Premio de Narrativa Francisco Ayala). 

Su más reciente libro Malasangre es su primera novela. Una historia que acompañó a Roche Rodríguez durante quince años y que relata la historia de Diana Gutiérrez, una adolescente maltratada por sus padres y su novio, voraz lectora –asunto sospechoso para la época-, y quien además descubre que es portadora de una enfermedad maldita para la religión y la moral, la hematofagia, en la Venezuela a principios del siglo XX, en plena dictadura de Juan Vicente Gómez, junto a la modernidad que trae el petróleo, la peste de la gripe española y donde la mujer era concebida como una mercancía que las familias tenían para ofrecérsela al mejor postor y poder salvar así su patrimonio o garantizar su futuro. Gracias a la aparición del excéntrico Vito Modesto Franklin -personaje que apareció también literariamente en la novela Rocanegras (2007) de Fedosy Santaella-, la adolescente podrá instruirse y entender la sociedad patriarcal y militar en la que vive. Esa mirada al pasado para comprender al país, apostando por el realismo gótico, lejos del canónico realismo mágico o la novela negra, permite a Roche Rodríguez contar a Venezuela desde otro matiz, lo que hace de Malasangre algo distinto dentro de la literatura venezolana publicada recientemente y que, de alguna manera, logra estar en consonancia con autoras latinoamericanas de su generación que experimentan en el mismo género, como la escritora argentina Mariana Enríquez y la ecuatoriana Mónica Ojeda.
 
—Usted dedica su novela a los historiadores, y lo que queda demostrado cuando se termina de leer Malasangre es que lo vivido en Venezuela a principios del siglo XX se repitió de alguna manera en el siglo XXI, y que los culpables de la desgracia nacional son el petróleo y la fe desmedida en los mesías. ¿El ejercicio literario es una forma de entender lo que nos sucede y, quizás, para dejar un testimonio a las futuras generaciones?
—No escribo con una idea de posteridad. Mi interés está en construir discursos universales. Si Malasangre queda como referencia para el futuro es un valor agregado. Lo que me importa del ejercicio literario es comprender qué me sucede a partir de mis distintas identidades: como venezolana, como mujer, como adulta... Luego, intento vincular esas situaciones particulares con una comunidad más amplia.

—Cuando se habla del vampirismo en la novela, más allá del personaje de Diana, se compara el boom petrolero como una especie de vampirismo social: “chupábamos la sangre de nuestra tierra”. ¿Quizá con esa falsa promesa de modernidad que nos ofrecía el petróleo vendimos nuestro futuro?
—El problema ha sido el rentismo. El antropólogo Fernando Cornil se refiere a nuestra relación con el petróleo en un libro que tiene el sugestivo título de El Estado mágico, en donde analiza cómo la riqueza del petróleo ha servido, principalmente, para crear la ilusión de que quien produce la modernidad es el gobierno (cualquiera de los gobiernos en la historia del país), y no los venezolanos. El proyecto moderno debe ser colectivo: o lo alcanzamos todos o ninguno de nosotros. Así que si sólo el Estado se considera moderno, flaco favor le hace a sus ciudadanos.

—Una presencia determinante en la novela, que no puede pasar desapercibida, es la actriz Theda Bara. A partir de ahí, se hacen comparaciones entre la esposa y la vampiresa, o entre lo que sería una buena o mala mujer. ¿Cómo observa usted el manejo de los arquetipos femeninos en el mundo del cine, o en el cultural; arquetipos que hoy no han cambiado y se siguen manejando con otras caras?
—Asistimos a un momento de profunda revisión de los estereotipos sobre lo femenino en las industrias culturales, porque hay presiones desde todas partes para mostrar imágenes veraces de las mujeres. Theda Bara me permite situar al lector en el contexto exacto del vampirismo al que me refiero, porque la vamp de los locos años 20 es una criatura del patriarcado, cuando reacciona al alcance del movimiento sufragista de la época. Si cada época produce a sus monstruos, qué es peor: ¿una mujer que reclama sus derechos o los hombres que, sabiéndola vulnerable, la satanizan?

—El personaje de Modesto recuerda un poco a Santos Luzardo en Doña Bárbara; es decir, el hombre que viene con la cultura, que trata de educar a Diana... en fin el contraste entre la modernidad y la barbarie, en este caso de una sociedad muy pueblerina que apuesta a la modernidad con el petróleo. ¿De alguna manera estas personas adelantadas a su época o que cuestionan su sociedad son los verdaderos enemigos de los conservadores o de los regímenes totalitarios?
—La diferencia entre ambos personajes es que Santos Luzardo es un moralista en quien Rómulo Gallegos vertió su vocación pedagógica y Modesto es un maestro improbable: un traficante de vida disipada. Modesto es un personaje tomado de la época de Gómez, que no se sabe si pertenece a la realidad o a la leyenda, pero en quien se cristalizaban muchos miedos de la sociedad de la época. El discurso sobre su «degeneración» no es casual, está embebido en la mentalidad positivista de la época, cuando a cualquier persona que fuera diferente se le consideraba enferma o animalesca y, por ende, incapaz del desarrollo. Santos Luzardo reinterpreta el positivismo para la mentalidad democrática. Pero, en mi opinión, el verdadero liberal es Modesto, el libertino que sabe con exactitud cómo funciona la sociedad en la que vive porque ha padecido la incomprensión y el maltrato.


"Le tengo más miedo a los militares que a los vampiros", afirma Michelle Roche Rodríguez (CORTESÍA)

—A lo largo de la historia, el lector de hoy reflexiona sobre el avance del feminismo; por otra parte el personaje de Diana se rebela y cuestiona las reglas que le quieren imponer en relación a lo que debe ser una mujer: sólo una mercancía para el matrimonio o “un parasito del hogar”. Tomando en consideración lo anterior, ¿se considera una escritora feminista?, ¿desde dónde construye su feminismo?
—Me considero una mujer feminista y en mi obra los discursos de género son fundamentales. En 2016 publiqué acá en España Madre mía que estás en el mito (Sílex), un ensayo en el que hago una reconstrucción histórica del perfil de la Virgen María para demostrar cómo ella propone un modelo imposible de mujer que sirve de artefacto cultural para mantener subyugado a todo el género.

—En una entrevista usted afirmó que hoy se está replanteando el canon literario y que el realismo mágico ya no puede explicar la realidad latinoamericana, cosa que sí se puede hacer desde lo gótico o el realismo gótico. Algo novedoso de su novela, dentro de la literatura venezolana de los últimos años, es explicar la realidad desde otra mirada. ¿Cómo observa usted el fenómeno de lo gótico en la literatura venezolana, tomando en consideración que este género tiene mayor fuerza en otros países de América Latina?
—En Venezuela hay varios escritores que han echado mano del género gótico en sus obras, como Carlos Sandoval, Norberto José Olivar y Fedosy Santaella. Pero en la entrevista que citas, yo me refería a las obras de autoras iberoamericanas que utilizan lo fantástico con el objetivo deliberado de mostrar la bestialidad debajo de lo cotidiano, como hace Mariana Enríquez en Nuestra parte de la noche, donde la obsesión por la vida eterna es una extravagancia más de una élite acostumbrada a tener el poder absoluto, o Mónica Ojeda, que en Mandíbula se refiere a la teoría del terror blanco de H.P. Lovecraft para desmontar a las familias felices. Guadalupe Nettel tiene más tiempo haciendo esto, cuando integra lo insólito en sus descripciones del mundo físico y localiza las taras sociales en los cuerpos de las mujeres. La declaración sobre la imposibilidad de que el realismo mágico defina las realidades contemporáneas latinoamericanas da para un ensayo completo, sólo permíteme decir que quienes escribimos en el presente tenemos el enorme privilegio de asistir a la difuminación de las fronteras literarias. Por eso me siento tan cercana a los proyectos literarios de mis compatriotas como a los de las autoras de otras partes de Latinoamérica.

—Un lector venezolano tendrá muchas lecturas de Malasangre, especialmente en el aspecto político, pero qué lectura espera de un lector extranjero.
—En realidad, no espero ninguna lectura en particular. Los comentarios de quienes la han leído en España y México, por nombrarte sólo dos lugares, son muy diferentes. Fernando Marías, que presentó la novela en España se refería a la posibilidad que abría Malasangre de mirar al ser humano como vampiro de la naturaleza. Otros lectores han subrayado el retrato del patriarcado a partir de su manifestación más radical: un gobierno militar.

—La realidad política y social que se vive en la novela de alguna manera supera lo fantástico, ¿por qué representar el miedo ante los militares y no ante una vampira?
—Porque, en realidad, le tengo más miedo a los militares que a los vampiros.

—Algo que buscan Diana y Modesto, los llamados "malasangre", es la libertad. Para usted, ¿qué implicaciones tiene este concepto?
—La libertad es poder hacer de tu vida lo que quieras. Y eso pasa por conocer bien el mundo donde te mueves y por la entereza de cumplir tus aspiraciones hasta sus últimas consecuencias. Por eso, la educación y la honestidad con uno mismo son fundamentales para el ejercicio de la libertad.

—Usted está estudiando a Teresa de la Parra en su tesis doctoral. ¿Qué tanto tiene Diana de Ifigenia? En su caso como escritora, ¿cuál ha sido la influencia de Teresa de la Parra?
Ifigenia fue una inspiración fundamental para Malasangre: ambos libros son novelas de formación sobre mujeres que se ambientan en la misma época. Lo más importante, sin embargo, ha sido comprender cómo la mentalidad de profundas contradicciones de Teresa de la Parra era sintomática de las mujeres cultas venezolanas de la época. Allí se abrió la posibilidad para que existiera Diana Gutiérrez.

—En sus futuros proyectos literarios, ¿va a seguir explorando en los géneros de la novela histórica y el realismo gótico?
—No estoy segura sobre el gótico, pero la novela que tengo en mente también es de época. Hay otra dictadura militar a la que le quiero hincar el diente.

—Y finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira Michelle Roche Rodríguez?
—¡Nunca había pensado mi ventana! Mi ventana real es muy triste: da hacia el patio blanco de mi vecino. En cambio, mi ventana literaria está llena de colores tomados de las obras de muchos escritores diferentes, de países ubicados en todos los continentes y de diversas manifestaciones artísticas.

@DulceMRamosR
Siguenos en Telegram, Instagram, Facebook y Twitter para recibir en directo todas nuestras actualizaciones
-

Espacio publicitario

Espacio publicitario

Espacio publicitario

DESDE TWITTER

EDICIÓN DEL DÍA

Espacio publicitario

Espacio publicitario