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Federico Vegas: “Los venezolanos fuimos arrollados por el futuro”

El autor venezolano publicó en España su más reciente novela "Los años sin juicio", con la editorial Kalathos

  • DULCE MARÍA RAMOS

16/08/2020 01:00 am

Cuando era niño, una vez le escuché a mi padre decir:
—El hombre que en tiempos de catástrofe permanece optimista y sereno cuando todos están desesperados, es que no tiene puta idea de lo que está pasando.
Recuerdo que sentí miedo, como si, de golpe, me hubieran obligado a colarme en un territorio prohibido. Quisiera tener su cruda visión de la vida ahora que enfrento las consecuencias de lo que una vez llamé «exceso de optimismo». No sé qué habría pensado mi viejo de lo que voy a contar. Los jueces más exigentes son los que todo lo perdonan y ya no están para juzgarnos.

Federico Vegas, escritor y arquitecto venezolano, decidió que la patria es donde viven sus hijos y nietos; por eso, en los últimos años, pasa sus días entre España y República Dominicana. Si bien, la novela Falke (2005) marcó su carrera literaria, que empezó con el libro de cuentos El borrador (1996), en su prolífica obra como narrador y ensayista destacan los títulos Miedo, pudor y deleite (2008), Sumario (2010), Los peores de la clase (2011) y Los incurables (2012).

Habla con entusiasmo de la nueva novela de Camilo Pino, Crema Paraíso, y a partir de su lectura quiere ser un escritor que vea a la literatura con placer: “El lector quiere que lo entretengas y también que le retuerzas el alma. Cuando termino un libro, logro desentenderme de él, espiritual y afectuosamente. Uno escribe, definitivamente, para uno mismo”.

Su más reciente novela Los años sin juicio (2020), revive en él sus temores, pero también lo que sufrió su amigo Herman Sifontes Tovar, directivo del grupo Econoinvest detenido junto a sus socios por el gobierno de Chávez en el año 2010. De ahí que personaje y persona se transfiguran en una historia íntima y humana que retrata sólo una arista de estos años aciagos del país, que a ratos respira con la poesía de Montejo cuya obra se convierte en una forma de oración.

Vegas recuerda que cada vez que iba a visitar a su amigo en la cárcel, el pánico invadía su cuerpo. Escribir el libro para ambos fue, de alguna manera, una terapia: “No es lo mismo escribir sobre Mandela o Pablo Escobar que sobre este personaje; es un ser humano normal enfrentado a estas circunstancias”.

-¿Cuál fue su interés en escribir este libro, en particular en asumir esa voz en primera persona como si fuera su propia historia?
-Primero, una incapacidad crónica de escribir en tercera persona. Nunca lo he podido hacer, a lo mejor es porque soy muy egocéntrico o narciso. Lo segundo, en este caso trabajo un personaje y una persona, digo persona porque es un buen amigo. ¿Por qué me llama la atención que este personaje esté preso? Por varias razones, una muy egoísta: tengo terror de ir a la cárcel. Cuando estaba en Venezuela y escribía, tenía la sensación de que mis artículos podían hacer que me metieran preso, no quería aceptar que como intelectual no tenía ninguna incidencia en la vida nacional, y por lo tanto, era más conveniente para el régimen de que existieran intelectuales que hablan mal del ellos, esa sensación de que se pueden decir cosas -que antes no se podían decir, por ejemplo, en el gobierno de Lusinchi porque ibas preso seguro- hoy si permaneces en el rango de escritor no les importa, en ese sentido han sido muy inteligentes. Todos esos miedos son una búsqueda romántica de convertirme en un perseguido y de que si eres escritor venezolano y no estás preso, algo no estás haciendo bien.

-De hecho en epílogo menciona que ese temor viene también por algo que vivió en su juventud.
-Sí. El proceso de escritura me sirvió para escarbar en ese miedo. Fue una superación de algo que estaba confuso dentro de mí y lo enfrenté.

-¿Cómo fue el proceso de escritura?
-Me iba enviando cosas al correo y yo lo iba interpretando. Me dio absoluta libertad, de hecho hay partes donde él habla mal de sí mismo porque por más que tú hagas las cosas bien te estás aprovechando ya que formas parte, sin quererlo, de un sistema perverso que sostienen en pie el sistema que le da continuidad a un régimen. Es un sistema perverso.

-Todo escritor tiene una obra que marca su carrera literaria, en su caso fue Falke.
-Fue desconcertante. Recuerdo una llamada de Ramón J. Velásquez. Pero mi momento más emocionante como escritor fue cuando conocí a Salvador Garmendia. Un día estaba en un restaurante almorzando con mis tíos, siento que alguien me abraza y era Salvador Garmendia; me dieron ganas de llorar porque yo lo adoraba. Para mis tíos, Garmendia era un personaje excéntrico, pero para mí era mi héroe. Siempre estaba esa inquietud de escribir, recuerdo que a los veintiún años dejé la carrera de arquitectura, en ese momento mi psiquiatra era Francisco Herrera Duque, quien quería convencerme de que me olvidara de la literatura. Tiempo después le dio una úlcera. Irónicamente dejó la psiquiatra y se dedicó a escribir, así que esa úlcera me salvó.

-En una frase del libro usted resume la figura de Chávez: “Es un personaje difícil para un libro de historia y demasiado fácil para una novela”.
-Chávez da para todo y para nada. De hecho, lo comparo con la imagen del Quijote porque es una figura trágica. En el caso de Chávez, genera una tragedia y tiene un final trágico, recuerdo ese momento cuando muerto en vida dice que Maduro era el hombre que lo iba a sustituir.

"Chávez para ser histórico tiene demasiadas cosas y para ser un personaje de una novela es muy inverosímil, que con el tiempo provoca ya rechazo de hablar tanto de él. Borges decía que uno siente que el tiempo va del pasado hacia el futuro, pero no es así, si no estás atento ese porvenir, esa idea de futuro corriente, te arrolla, te hunde y eso es lo que le pasó a Venezuela. Y Chávez fue un celebrador del futuro y fue un absoluto irresponsable por esa corriente, por eso los venezolanos fuimos arrollados por ese futuro", prosigue.

-Por otra parte, los personajes femeninos, de alguna manera, van configurando la vida del protagonista.
-Es así. La madre, la esposa, la amante. Sin embargo, no estoy satisfecho, especialmente en su relación con la esposa. Es decir, no me siento satisfecho en cómo traté el tema de la mujer en este libro, porque yo no podía cambiar ni la mentalidad de él ni la mía. Nuestra generación tiene enormes deformaciones, por fortuna eso está cambiando. En algún momento de la novela él dice que su tendencia natural era ser infiel y por su formación moral o religioso ser esposo, al estar en la cárcel descubre que la tendencia natural era estar con su esposa y su familia.

-Al leer su novela podemos trasladar esa realidad a todo el país; es decir, por las circunstancias terribles en que se ha convertido la vida cotidiana -la falta de agua, transporte, luz-,  todos estamos presos.
-Con la pandemia y la cuarentena todo se ha intensificado y para estos gobernantes opresores esto fue muy conveniente porque convirtió un caso particular en algo universal; es decir, puedes poner en práctica ciertas medidas y ante los ojos del mundo estás haciendo lo correcto. Así que sí, los venezolanos están presos en una tierra donde no existen libertades. Y pensar que Venezuela fue un lugar elegido por Dios como un paraíso, y la gran proeza del chavismo fue convertir ese paraíso en un infierno.

-Y finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira Federico Vegas?
-Es una ventaja donde veo mi infancia y mi vejez. Hay siempre un niño perplejo, inseguro y que quiere saberlo todo, y a su vez un viejo a veces optimista y a veces pesimista, que cree saberlo todo.

@DulceMRamosR 
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