Gestos. Movimientos acompasados. Silencio. Estas fueron las únicas herramientas que utilizó el mimo francés Marcel Marceau para, desde los escenarios del mundo, contar a la gente historias de esperanza. Lo hacía a través de Bip, ese personaje de cara blanquísima y aire de arlequín, cuya inmensa humanidad oscilaba con impresionante facilidad entre la alegría y la tristeza, entre la comedia y la tragedia. Bastaba tenerlo a pocos metros de distancia para intuir que detrás de la afabilidad del artista, había un dolor que él prefería tapar con maquillaje. Era -daba esa impresión- un payaso triste. En algún momento de su vida, el propio Marceau sentenció: “El arte del mimo es el grito desgarrado del alma”. Un grito inaudible, en su caso.

Y no podía ser de otra forma, pues siendo un joven de 16 años, Marcel Mangel (verdadero nombre de Marceau) y su familia debieron huir de Estrasburgo a Limoges cuando, durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército alemán invadió Francia. Eran judíos, y por lo tanto presas de caza para los nazis. Su padre carnicero fue detenido por la Gestapo y enviado al campo de concentración de Auschwitz, donde fue asesinado.

El apellido Mangel cambió a Marceau para no ponerse en evidencia ante las cada vez más constantes requisas de los nazis. Sin embargo, la dignidad se impuso al miedo: Marcel y su hermano Alain se unieron a la resistencia francesa... Eran los tiempos en que el primero se debatía entre ser pintor o actor, pero la realidad de la guerra lo obligó a actuar. 

Esta es la historia que el cineasta venezolano Jonathan Jakubowicz (Caracas, 1978) decidió contar en su tercer largometraje, Resistance (Resistencia), cuyo estreno en las salas de cine se ha visto retrasado por la pandemia del Covid-19, aunque el propio realizador explica que acaba de entrar en cartelera en Nueva Zelanda y "es probable que en España y Alemania abran los cines pronto y esté en salas. En Latinoamérica también sería lo ideal, pero es una situación impredecible. Afortunadamente, la gente en Estados Unidos está viendo muchas películas en casa, y nos ha ido muy bien a pesar de lo inesperado de la situación".

El filme cuenta los días de Marceau en la resistencia francesa (CORTESÍA)

-Cuando lo conocemos es un artista egocéntrico que se está buscando. No sabe si es un actor o un pintor, sólo sabe que quiere llegar muy lejos y le molesta que el mundo real, a través de una guerra, se interponga en su camino. Pero poco a poco vemos cómo esa misma guerra es la que le hace encontrar su camino, no sólo como ser humano, sino también como artista. Y en ese sentido creo que es una historia muy universal: la vida tiende a enseñarnos de maneras inesperadas, y a veces aquello que pensamos que nos detiene, en realidad nos está empujando en la dirección correcta.

-Jessy Eisenberg encarna a Marceau. ¿Por qué lo escogió y cómo se desarrolló el proceso de composición del personaje?
-He sido su fan desde Social Network. Escribí el guión pensando en él, pues leí que su madre había sido payaso profesional. Jesse se crió viendo a su mamá pintándose la cara de blanco, como Marceau, para salir a trabajar. Además, sabía que Jesse, como yo, perdió familia en la guerra, y pensé que le podría inspirar esta historia. Al tener listo el guión se lo envié y desde entonces trabajamos muchos meses juntos, primero en el guión y después en su técnica como mimo, para lo cual se preparó un montón. Fue una experiencia increíble de principio a fin. Jesse es un genio, no sólo como actor, en general es genial, y uno siempre se está riendo con él. Y eso era muy positivo en una película que se desarrolla en un contexto tan duro. Trabajó por siete meses en su preparación y en el set fue una colaboración muy estrecha. Al final nos hicimos grandes amigos y estoy seguro que volveremos a trabajar juntos.

-"Resistencia" es una palabra que toca de cerca a los venezolanos. ¿Tuvo en mente al país cuando concibió su película?
-Es inevitable para mí tener a Venezuela en mente, en todo lo que hago. La película trata de una realidad muy diferente a la nuestra, pero sin duda está llena de temas que los venezolanos sentirán muy cercanos. Pero mi comunicación directa con el país se mantendrá a través de la segunda parte de Las aventuras de Juan Planchard, que estoy a punto de publicar. Es una novela mucho más amarga, que desnuda al cartel revolucionario en una escala mucho mayor que la primera. Maduro y su banda han subido el nivel de sus guisos internacionales, y pienso que la novela ayudará a comprender cuál es la estructura de la que es, sin duda, una de las organizaciones criminales más importantes del mundo.

-¿Cree que el mundo necesita de héroes civiles como Marceau?
-Es urgente, y lo estamos viviendo a nivel mundial con la epidemia. Sólo civiles que fueron a la universidad a formarse como médicos, nos pueden ayudar. No hay arma alguna que destruya la enfermedad. Claramente, como venezolano es inevitable despreciar todo lo militar. No creo que exista un ejército tan mediocre, cobarde y corrupto como el nuestro. Pero incluso en el resto del mundo, hace falta enaltecer la valentía de los héroes sin uniforme, necesitamos seres humanos que asuman la responsabilidad de sus actos y actúen por el bien de los demás.

-A su juicio, ¿cuál es el rol del artista en un mundo y una realidad como la que se vivió en Europa durante la Segunda Guerra Mundial y la vivimos ahora con el Covid-19?
-No creo que los artistas tengan un rol general, cada quién hace lo que puede con lo que tiene. En lo personal, trato de comunicar valores en los que creo, y elijo historias que pienso nos pueden hacer reflexionar. Lo único que pienso que no debe hacer un artista es callar ante la injusticia. Si se estudian los primeros diez años de la revolución, encuentras muy pocas obras de arte comprometidas. Había una complicidad tácita, con cineastas intentando que les aprueben proyectos en el CNAC y en La Villa del Cine. Esos creadores son, en parte, responsables de la debacle posterior. Se molestan mucho conmigo cuando se los digo, pero tienen sangre en las manos. La complicidad fue terrible y las consecuencias se deben asumir.

Reino Unido/Francia/Alemania/Estados Unidos, 2020

Duración: 120 minutos

Guión y dirección: Jonathan Jakubowicz

Compañías productoras: Riverstone Pictures, Epicentral Studios, Pantaleon Films, Bliss Media, Vertical Media, Ingenious Media

Fotografía: Miguel I. Littin-Menz

Música: Angelo Milli

Elenco: Jesse Eisenberg, Edgar Ramírez, Ed Harris, Clémence Poésy, Alicia von Rittberg, Bella Ramsey, Matthias Schweighöfer, Vica Kerekes, Karl Markovics, Géza Röhrig, Aurélie Bancilhon, Félix Moati, Karina Beuthe, Steffen Jung, Philip Lenkowsky, Christian Clark, Tobias Gareth Elman, Kue Lawrence, Arndt Schwering-Sohnrey, Ryan Hadaller, Louise Morell, Michael Koschorek, Iva Sindelková