Inés Muñoz Aguirre relata los días del confinamiento
En sus redes sociales, la dramaturga, periodista y escritora comparte en un diario sus crónicas desde el inicio de la pandemia
Dramaturga, periodista, novelista, poeta, editora, asesora y emprendedora de numerosos proyectos comunicacionales. Inés Muñoz Aguirre es una mujer multitasking, movida por una definida pasión: la escritura. Por eso, desde el inicio del confinamiento social, de manera natural tomó, no papel y lápiz, sino su laptop, para reseñar cada día las experiencias motivadas por el forzoso encierro.
Fue así como surgió en las redes sociales su Diario del confinamiento, en el que invita a recorrer, desde los detalles de su cotidianidad, emociones y reflexiones, estos 87 días del retiro obligatorio impuesto por la emergencia del Covid-19 en el mundo.
-¿Qué la motiva a compartir sus vivencias en un diario digital?
-Escribir cada día significa un momento de reflexión. En el primer momento no me imaginé que se convertiría en un diario. De hecho, al principio identifiqué los días que pasaban con un recuadro en negro. Era lo que sentía en ese momento, y con el tiempo se ha ido transformando en contenido y en imagen. La verdad es que no es un texto cuidado en el sentido literario; por el contrario, es un texto espontáneo que con el tiempo se ha convertido como en una conclusión del día vivido.
Señala que llegar a estas 87 publicaciones ha significado también disciplina y compromiso. “Nunca me imaginé que lo que empecé a hacer como un desahogo se convertiría en el acompañante de mucha gente que entra en mi Instagram, que es desde donde originalmente lo publico, y luego me escriben un WhatsApp o me envían mensajes privados comentándome. Con el tiempo aprendes que el valor de las redes no son los likes, porque hay cientos de personas que ven lo que publicas y que por una razón u otra no dejan rastro de que estuvieron por allí. Eso me gusta mucho, porque me llevo muchas sorpresas, las cuales a mi entender no tienen que ver con que te lean, tiene más que ver con lo que generas en el otro”.
Como novelista, ya Muñoz Aguirre había de alguna manera abordado la situación del país en Anclados, su más reciente producción literaria, en la que se refería a los cambios vividos en el país político. Ahora, la plataforma de Facebook le permite asumir otro tipo de cambio y una forma inédita de comunicación con sus lectores.
“Hace unos días –relata- una amiga de la familia me comentó que ella está tan impactada con el encierro, que ahora sabe cuántos días lleva encerrada porque entra cada noche en el Facebook a leer el diario. O como cuando escribí diciendo que el futuro ya está aquí, mientras los políticos se tienen que enfrentar a un juego de ajedrez con la vida, y recibí un 'print' de pantalla en la que un señor de 93 años pedía a su familia que entraran en el Facebook a leer ese post. Entonces comprendí que lo mejor de esos textos, que dicho sea de paso son cada vez más breves, es que son compañía para muchos y todos los que los leen son mi compañía”.
-En lo personal, ¿cómo le está afectando la pandemia y cómo ve el problema para el país?
-Trabajar desde mi casa para mí no es una novedad. Ya hace mucho tiempo que prefiero hacerlo así. Trabajo en mi estudio, miro el jardín, y chateo mucho, porque detesto hablar por teléfono. Así que en ese sentido no me afecta. Por el contrario, mientras más tiempo pasa, menos quiero salir. Las pocas veces que he abierto la puerta para ir a hacer algo en la calle, casi siento terror. No es sólo el riesgo de la enfermedad, es que afuera hay una ciudad destruida. Hay gente que parece deambular, sucios, harapientos, descuidados. Gente que pasa por el lado de tu carro y te miran con una mezcla de hambre, rabia y mendicidad. Esa destrucción de todo es una gran tragedia. Un país que venía en deterioro acelerado y que de buenas a primeras se tiene que enfrentar a la pandemia casi desnudo de todo, sin hospitales, sin agua, sin electricidad por nombrar los aspectos básicos para hacer frente a una situación como esta. A veces pienso que el demonio se escapó del infierno y que recorre nuestras calles.
Reconoce, dice, que somos una sociedad que ha cometido muchas equivocaciones a lo largo de su historia: “La riqueza petrolera manejada desde el comienzo con cierta ignorancia frente a la importancia de la inversión en educación, el cultivo del paternalismo de Estado que sembró la creencia de que la solución de los problemas es tarea de otros, el creernos ricos, ser fanfarrones con esa riqueza, y tantas otras cosas de incidencia social han sido el caldo de cultivo de lo que nos pasa. Pero, a la vez, salvando entonces a tanta gente que se preparó, estudió, que trabajaba las veinticuatro horas al día para salir adelante, la gente que apostó a hacer negocios, a dar empleo y lo mejor de sí para un país de progreso, te hace afirmar que Venezuela no merece lo que le ha pasado.
-¿Cree que esto terminará algún día?
-Todo pasa. Sin embargo, hay procesos que son muy largos porque creo que tienen que ver con la percepción que se tenga de ellos y la forma en que se enfrenten las cosas. Hace diez años escribí una obra de teatro que se llama Estado de sitio. Recuerdo que Antonio Delli y José Antonio Barrios realizaron una lectura en la Fundación Herrera Luque, la sala estaba abarrotada y algunas personas concluyeron que era un poco exagerada. ¿De qué habla? De dos hermanos confinados en un apartamento, de escasez de alimentos, falta de agua, racionamiento eléctrico, invasiones, expropiaciones y la toma de la calle por bandas armadas que se enfrentan entre sí. Hoy la leo y me da escalofríos. Lo que quiero decir con esto es que mientras una sociedad no sea capaz de reconocerse a sí misma con sus virtudes y defectos, no puede determinar cómo salir de sus problemas. En relación al Covid-19, pasará también, pero pasar es una cosa y erradicar es otra. Vendrá la vacuna, pero la enfermedad estará allí como el VIH y como tantas otras que están y reaparecen cada cierto tiempo, en medio de la vorágine de la vida.
-¿Cambiará la Humanidad con esta experiencia?
-Es la gran pregunta. Los primeros días de mi diario escribía desde el dolor que te produce pensar que algo se te arrebata. Todas las reflexiones daban cuenta de un gran cambio, las imágenes de las ciudades vacías te colocaban frente a fotografías que sólo creías posibles en la ciencia ficción. Los animales invadían las ciudades y se hablaba de un reclamo de la naturaleza que al confinar a la gente pasaba hasta a recuperar la capa de ozono. Creo que el Covid-19 ha sentado a los gobernantes a jugar una partida de ajedrez. ¿Cuántos saldrán victoriosos? No lo sé. El asunto es que comenzó la desescalada, como se ha identificado la salida del confinamiento, y el comportamiento inmediato de la gente ha demostrado que no cambió nada. Quedan miles de familias enlutadas, la economía mundial por el piso, ya estamos en medio de una gran recesión histórica y será a partir de ella que vengan los cambios. Desde el punto de vista laboral habrá que reinventarse, mientras se impone la tecnología a todos los niveles.
Fue así como surgió en las redes sociales su Diario del confinamiento, en el que invita a recorrer, desde los detalles de su cotidianidad, emociones y reflexiones, estos 87 días del retiro obligatorio impuesto por la emergencia del Covid-19 en el mundo.
-¿Qué la motiva a compartir sus vivencias en un diario digital?
-Escribir cada día significa un momento de reflexión. En el primer momento no me imaginé que se convertiría en un diario. De hecho, al principio identifiqué los días que pasaban con un recuadro en negro. Era lo que sentía en ese momento, y con el tiempo se ha ido transformando en contenido y en imagen. La verdad es que no es un texto cuidado en el sentido literario; por el contrario, es un texto espontáneo que con el tiempo se ha convertido como en una conclusión del día vivido.
Señala que llegar a estas 87 publicaciones ha significado también disciplina y compromiso. “Nunca me imaginé que lo que empecé a hacer como un desahogo se convertiría en el acompañante de mucha gente que entra en mi Instagram, que es desde donde originalmente lo publico, y luego me escriben un WhatsApp o me envían mensajes privados comentándome. Con el tiempo aprendes que el valor de las redes no son los likes, porque hay cientos de personas que ven lo que publicas y que por una razón u otra no dejan rastro de que estuvieron por allí. Eso me gusta mucho, porque me llevo muchas sorpresas, las cuales a mi entender no tienen que ver con que te lean, tiene más que ver con lo que generas en el otro”.
Como novelista, ya Muñoz Aguirre había de alguna manera abordado la situación del país en Anclados, su más reciente producción literaria, en la que se refería a los cambios vividos en el país político. Ahora, la plataforma de Facebook le permite asumir otro tipo de cambio y una forma inédita de comunicación con sus lectores.
“Hace unos días –relata- una amiga de la familia me comentó que ella está tan impactada con el encierro, que ahora sabe cuántos días lleva encerrada porque entra cada noche en el Facebook a leer el diario. O como cuando escribí diciendo que el futuro ya está aquí, mientras los políticos se tienen que enfrentar a un juego de ajedrez con la vida, y recibí un 'print' de pantalla en la que un señor de 93 años pedía a su familia que entraran en el Facebook a leer ese post. Entonces comprendí que lo mejor de esos textos, que dicho sea de paso son cada vez más breves, es que son compañía para muchos y todos los que los leen son mi compañía”.
-En lo personal, ¿cómo le está afectando la pandemia y cómo ve el problema para el país?
-Trabajar desde mi casa para mí no es una novedad. Ya hace mucho tiempo que prefiero hacerlo así. Trabajo en mi estudio, miro el jardín, y chateo mucho, porque detesto hablar por teléfono. Así que en ese sentido no me afecta. Por el contrario, mientras más tiempo pasa, menos quiero salir. Las pocas veces que he abierto la puerta para ir a hacer algo en la calle, casi siento terror. No es sólo el riesgo de la enfermedad, es que afuera hay una ciudad destruida. Hay gente que parece deambular, sucios, harapientos, descuidados. Gente que pasa por el lado de tu carro y te miran con una mezcla de hambre, rabia y mendicidad. Esa destrucción de todo es una gran tragedia. Un país que venía en deterioro acelerado y que de buenas a primeras se tiene que enfrentar a la pandemia casi desnudo de todo, sin hospitales, sin agua, sin electricidad por nombrar los aspectos básicos para hacer frente a una situación como esta. A veces pienso que el demonio se escapó del infierno y que recorre nuestras calles.
Reconoce, dice, que somos una sociedad que ha cometido muchas equivocaciones a lo largo de su historia: “La riqueza petrolera manejada desde el comienzo con cierta ignorancia frente a la importancia de la inversión en educación, el cultivo del paternalismo de Estado que sembró la creencia de que la solución de los problemas es tarea de otros, el creernos ricos, ser fanfarrones con esa riqueza, y tantas otras cosas de incidencia social han sido el caldo de cultivo de lo que nos pasa. Pero, a la vez, salvando entonces a tanta gente que se preparó, estudió, que trabajaba las veinticuatro horas al día para salir adelante, la gente que apostó a hacer negocios, a dar empleo y lo mejor de sí para un país de progreso, te hace afirmar que Venezuela no merece lo que le ha pasado.
-¿Cree que esto terminará algún día?
-Todo pasa. Sin embargo, hay procesos que son muy largos porque creo que tienen que ver con la percepción que se tenga de ellos y la forma en que se enfrenten las cosas. Hace diez años escribí una obra de teatro que se llama Estado de sitio. Recuerdo que Antonio Delli y José Antonio Barrios realizaron una lectura en la Fundación Herrera Luque, la sala estaba abarrotada y algunas personas concluyeron que era un poco exagerada. ¿De qué habla? De dos hermanos confinados en un apartamento, de escasez de alimentos, falta de agua, racionamiento eléctrico, invasiones, expropiaciones y la toma de la calle por bandas armadas que se enfrentan entre sí. Hoy la leo y me da escalofríos. Lo que quiero decir con esto es que mientras una sociedad no sea capaz de reconocerse a sí misma con sus virtudes y defectos, no puede determinar cómo salir de sus problemas. En relación al Covid-19, pasará también, pero pasar es una cosa y erradicar es otra. Vendrá la vacuna, pero la enfermedad estará allí como el VIH y como tantas otras que están y reaparecen cada cierto tiempo, en medio de la vorágine de la vida.
-¿Cambiará la Humanidad con esta experiencia?
-Es la gran pregunta. Los primeros días de mi diario escribía desde el dolor que te produce pensar que algo se te arrebata. Todas las reflexiones daban cuenta de un gran cambio, las imágenes de las ciudades vacías te colocaban frente a fotografías que sólo creías posibles en la ciencia ficción. Los animales invadían las ciudades y se hablaba de un reclamo de la naturaleza que al confinar a la gente pasaba hasta a recuperar la capa de ozono. Creo que el Covid-19 ha sentado a los gobernantes a jugar una partida de ajedrez. ¿Cuántos saldrán victoriosos? No lo sé. El asunto es que comenzó la desescalada, como se ha identificado la salida del confinamiento, y el comportamiento inmediato de la gente ha demostrado que no cambió nada. Quedan miles de familias enlutadas, la economía mundial por el piso, ya estamos en medio de una gran recesión histórica y será a partir de ella que vengan los cambios. Desde el punto de vista laboral habrá que reinventarse, mientras se impone la tecnología a todos los niveles.
@weykapu
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