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Blanca Elena Pantin: “La poesía está llamada a decir lo que se niega”

Bajo el sello Dcir Editores, la periodista, poeta y editora rompe un silencio de diez años con “Estructura/Venado en fuga”, libro dual entre la crítica y el autoexilio

  • MARITZA JIMÉNEZ

04/05/2020 01:00 am

La crisis venezolana ha originado el mayor número de migrantes en nuestra historia. Muchos son los que se han ido. Pero también los que se han quedado, apartándose en exilio voluntario. Uno de ellos es Blanca Elena Pantin (Caracas, 1957), quien, después de diez años, rompe el silencio con el poemario Estructura/Venado en fuga, publicado por Dcir Ediciones, en el que esta periodista, poeta y editora conjuga dos mundos de signo contrario, para expresar el universo que la lastima y aquel en el que se refugia.

En el primer caso, es la realidad política que en 2014 llegó al paroxismo con escenas de dolor para las que no alcanza el lenguaje. Fragmentos, palabras sueltas, pronombres y el tono irónico, develan en Estructura las instancias del poder. 

Pero la segunda parte del libro está constituida por el mundo de los afectos familiares, las memorias, las criaturas de la naturaleza, como ese Venado en fuga, título procedente de una noticia del diario brasileño O Globo, y que podríamos pensar deviene su metáfora de ese animal cuyas imágenes no vacila en presentarnos al cierre, revelándose como fotógrafa.

-¿Cuál es la historia de este libro de signo dual?
-Mi último libro publicado (edición de autor), Poemas cosidos, fue de 2010. La circulación de Estructura/Venado en fuga se me impuso en 2019, después de largos años de escritura. Los primeros poemas de Estructura, son de 2004 y los últimos, de Venado en fuga, de 2014, cuando decidí ponerle punto final después de las protestas de ese terrible año de represión y muertes. Se me hizo necesaria la escritura del libro, lo digo a modo de coda al final. Era mi voz, pero también la voz del testigo. La estridente luz de ese primer poema es la oscura sombra que se proyectaba sobre el país. Recuerdo ese día, el momento, de una claridad meridiana, un cielo de un azul hiriente y el acto oficial, el escenario castrense que se llevaba a cabo, a plena luz del día. Esa primera parte del libro, Estructura, son poemas de ese andamiaje del poder al que no podía ser indiferente. Sobre esa asfixiante parte se escribe Venado en fuga, una fuga hacia lo luminoso en clave de ese venado en su salto.

“A Edda Armas, de Dcir ediciones, y a María Clara Salas, del comité editorial, debo su edición”, afirma. “Cuando decidí que el libro debía circular, preparé con una amiga diseñadora un archivo en PDF y se lo envié a personas cercanas, una de ellas, Edda, que a la semana me llamó para proponerme la edición en papel en el catálogo de Dcir. Me gusta contarlo porque así fue y pone de manifiesto la atención y sensibilidad de Edda y María Clara al momento de leer el libro”.

Blanca Elena Pantin, comunicadora social egresada de la UCAB en 1982, forma parte de la generación de esa década dorada del periodismo cultural en Venezuela. Primero en El Diario de Caracas, luego en El Universal y Últimas Noticias, compartió el oficio con la escritura poética, desplegada en libros reconocidos por la crítica: Poemas del trópico (Monte Ávila Editores, 1992), El ojo de la orca (Vitrales de Alejandría, 1997), Diagnóstico/Días concretos (Ediplus, 2003), Diario de guerra (Cincuenta de cincuenta, 2004) y Poemas cosidos (2010).

“Creo que los libros son en definitiva uno solo, una sucesión, uno da paso a otro”, reflexiona en torno a la continuidad de su obra. “En todos me reconozco y creo que eso es importante al momento de escribir: reconocerse. Esa continuidad puede leerse en los últimos, por ejemplo. Diario de guerra  dio paso a Estructura/Venado en fuga. Mi querida amiga y poeta Claudia Schvartz posteó estos días en las redes un poema de Diario de guerra. Ya era guerra la guerra y así la vi desde los primeros días, hace ya largos años. Lo bello dejaba al descubierto el horror. No sé bien cómo explicarlo, no era ése el silencio, en todo caso, de la calma, sino el silencio del espanto. En estos días de pandemia, distópicos, reviso anotaciones y me sorprendo de lo anotado hace apenas nada, eternidad. 'Protéjanse', anoté de un sueño, no como profecía sino como mandato”.

Una escritura que ha sido registrada en las antologías El hilo de la voz. Antología crítica de escritoras venezolanas del siglo XX, de Yolanda Pantin y Ana Teresa Torres (Fundación Polar, 2003); Las voces de la hidra, poesía venezolana de los años 90, de Miguel Marcotrigliano (Ediciones Mucuglifo, 2002), El coro de las voces solitarias, una historia de la poesía venezolana, de Rafael Arráiz Lucca (Editorial Eclepsidra, 2003) y Nubes, poesía hispanoamericana, de Edda Armas (Ed Pretexto y Decir ediciones, 2019), entre otras.

-¿A qué se debió su retiro del periodismo?
-Mi último trabajo en una redacción fue entre 2009 y 2014, cuando renuncié a Últimas Noticias. Trabajaba como editora de los corresponsales. Lecturas diarias de la pulverización del país. Ese año, se hizo insostenible permanecer allí después de los hechos de febrero y marzo de 2014. Renunciamos muchos, una manera de decir no a la mentira y a la propaganda que se pretendía imponer. Entonces me dediqué a cosas más amables, al jardín de mis padres, al abuelazgo, a visitar a mis hijos, afuera como tantos y tantos, miles!, y a la fotografía, a observar pájaros…

-La ironía es el arma de la primera parte de su libro.
-El discurso del poder es un discurso cínico, de imposición a la fuerza. Por eso se hace insoportable. No sé si ironía, prefiero pensar en desmontaje de la mentira. Tuve noción de guerra desde inicios de la guerra. De hecho, antes de Estructura/Venado en fuga escribí Diario de guerra, así llamado. En la introducción de Estructura, la poeta y traductora argentina Laura Estrín, llama así a la poesía de guerra: poesía de guerra: “La poesía es un frente a todo sistema que consuela sin son. La poesía siempre compone una estética trágica. La poesía es esa reserva de verdad, de historia hacia la que sólo los poetas no manifiestan indiferencia”. Y en ese horror, las criaturas, la naturaleza, la vida con sus cosas amables, lo inasible.

Pantin ha sido igualmente una dedicada editora, que nos ha rescatado voces como las de la también periodista Miyó Vestrini, ya fallecida, Mónica Montañés, Ana Teresa Torres, Elisa Lerner y Claudia Schvartz.

-¿Cuál es para usted la relación de la poesía con la realidad?
-Vengo pensando mucho en poesía y traducción, a la que Verónica Jaffé tanto se ha dedicado. ¡Palabras mayores! (su monumental traducción y versión libre de Cantos hespéricos de Hölderlin y más recientemente, De la metáfora, fluida). Para ella, y así lo creo, la poesía es traducción. Traducir la realidad es muy complejo. La realidad es la realidad, escribió Mandelstam en sus Cuadernos de Voronezh. Traducir, ser testigo de esa realidad y decirla, nombrarla, y en esa realidad, la vida, lo que sigue, la belleza, el espacio interior que protege. La poesía está llamada a decir lo que se niega.

De Turmero, el asombro
-Fernando Rísquez dijo que la poesía es la emoción hecha lenguaje como testimonio de la inteligencia. ¿Cómo se manifista esa emoción en su poesía?

-En el asombro, y espero no dejar nunca de asombrarme. Estos días me asombra a diario un azulejo con su saludo en la ventana. Poemas de asombro, podría titular un libro y de pronto lo haga. Espero que ese asombro se lea en mi poesía.

-¿Cómo recuerda su infancia en Turmero?
-Crecimos entre caballos y cultivos de algodón y tabaco. Una primera infancia y adolescencia en ese lugar todo naturaleza y días en la bella casa de mis abuelos maternos, de la hacienda San Pablo y encuentros con nuestros primos de Caracas, un país nuestro, nuestro país. Todo asombro. Cuando veo fotos mías de muy niña, me veo en ese estado, de asombro y tengo recuerdos muy tempranos de detenerme y recoger pequeñas plumas, lo que sigo haciendo hoy, o verme en contemplación, también del mar en el que pasábamos largas temporadas. Un día de 1978 murieron dos de mis 10 hermanos en la Gran Sabana, poco después mis abuelos y la casa de San Pablo se cerró. La mudanza fue entonces a la casa primera, la de Paya, la de la infancia de mis padres, primos hermanos, y a esa casa volvimos, casa-jardín. No anoto muchos sueños, pero sí algunos. “Toda escritura viene de ti, madre”, anoté hace poco, de un sueño. No sé si responde la pregunta, en todo caso nada de lo que escribo podría sin esa bella hacienda y sin la casa-jardín de nuestros padres.

-Tal vez sea odiosa la pregunta, pero ¿qué diferencias encuentra entre su poesía y la de su hermana Yolanda?
-Prefiero hablar de lo que nos convoca, que es mucho: misma infancia, misma casa, mismo jardín, mismos padres, mismos hermanos. La poesía de Yolanda ha recogido de bella manera esa memoria común. En Bellas ficciones está todo, la Biblia lo llamamos entre nosotras y así es: está todo. Me ha dedicado hermosos poemas y yo otros. En estos años nos hemos llamado jardineras del jardín donde todo lo que está pasa por nuestros padres. Yolanda leyó siempre mucho, ¡una ratona de libros! Yo lo hice después. Ahora compartimos fervores, a Silvina Ocampo, por ejemplo, entre otros y otros.

@weykapu
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