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Johnny Gavlovski: "La poesía va a tener que aparecer para hacer frente al horror"

El dramaturgo y psicólogo reflexiona sobre las heridas que dejará la pandemia de coronavirus en los lazos sociales. Para él, la palabra que mejor define al venezolano de hoy es "desamparo"

  • JUAN ANTONIO GONZÁLEZ

02/05/2020 01:00 am

No es que los personajes de las obras del dramaturgo venezolano Johnny Gavlovski (Caracas, 1960) sean arquetipales, pero para un espectador común y corriente; valga decir que no posee la formación que éste tiene como psicoanalista y psicólogo clínico, las criaturas que habitan algunas de sus obras, desde Concierto para tres silencios (1987) hasta Par de tres (2013-2014), pasando por La última sesión (2000), son lo suficientemente representativas de los estados del alma por los que se atraviesa en algún momento. Por muy tangenciales que le resulten a ese espectador, siempre hay puntos de conexión emocional con esos seres ficticios que, definitivamente, deben su existencia a la realidad. Y al que mira, al que observa a los actores que les dan cuerpo y sentimientos, no le queda otra salida que atajar esos fragmentos de espejos regados desde el escenario a todo el patio de butacas; no le queda más remedio que sentirse retratado, identificado, con aquello que ocurre en el teatro.

Desde su particular confinamiento, que ha llenado con música, con los videos que pesca en la web -y que le interesan, claro- o comentando en sus redes sociales sobre arte y películas, Gavlovski responde a las preguntas que más que formularle al artista, se le hacen a un especialista que trabaja con la psique, con la mente humana; ello, con la esperanza de entender una coyuntura que roza lo irracional, que nos coloca frente a lo incomprensible y que, lo peor de todo, nos ha obligado a ceder espacios de libertad y a distanciarnos del otro.

-¿Qué efectos supone desde el punto de vista de la psicología una pandemia como la del coronavirus?, ¿cómo cree que la percibimos la mayoría de los venezolanos?
-Una pandemia como la del coronavirus es algo que nos asalta, que al principio no podíamos nombrar, que no sabíamos de qué se trataba, que toca nuestro cuerpo. Dentro del psicoanálisis de orientación lacaniana, esto es lo que nosotros llamamos "lo real". Lo real, dentro de la teoría de Lacan, tiene que ver con aquello que es difícil, que es imposible, mejor dicho, de simbolizar, aquello que es difícil de poner en palabras. En consecuencia, toca el cuerpo y se expresa dentro de lo que Lacan llamaba como el único afecto verdadero; es decir, la angustia. Una pandemia como la del coronavirus es algo que liga la angustia con el cuerpo, con algo que desde un principio nos costaba determinar: qué es eso que veíamos, que ocurría lejos y que no nos iba a tocar a nosotros..., pero que, de repente, nos aísla en nuestras casas, nos coloca en cuarentena, no podemos tocarnos, no podemos salir, hay un peligro que está afuera y que muchas veces es difícil asimilar, conceptualizar.

"¿Cómo la percibimos los venezolanos? En un espectro muy amplio que va desde la ansiedad a la angustia, al pánico, a la depresión... Se viene a sumar a una situación que ya venimos viviendo con el elemento económico, con el social, donde termina por afianzar la dificultad de tener control sobre nuestra realidad inmediata, en lo económico, en la posibilidad de poder planificar, en la posibilidad de saber qué va a pasar mañana. Dependiendo de la estructura de cada quien, se reflejará de una forma subjetiva diferente", agrega Gavlovski.

-¿Se puede o se debería estar preparado para una situación con ésta?
-Es muy difícil, porque como dije es algo que nos toma por sorpresa. Sin embargo, esto advierte de la importancia que tienen que tener dos gremios que hasta el momento no han sido precisamente los más privilegiados: en primer lugar, el gremio de al salud y en segundo lugar, el gremio de la educación. Si estamos adecuadamente preparados desde el punto de vista educativo para esto, podemos saber cómo comportarnos. La cuestión de la educación abarca una educación para la salud adecuada y una estructura para los medios que tienen que ver con el mundo civil, los enfermeros, los trabajadores sociales, los psicólogos, los terapistas ocupacionales, los médicos... que son los que deberían estar mucho mejor preparados y contar con mejores infraestructuras que las que lamentablemente ahora tenemos.

-¿Cómo puede alterar la psiquis de las personas este largo período de confinamiento?, ¿Y el distanciamiento social?
-Cada persona tiene una estructura de personalidad particular, diferente, y a cada quien nos toca de una manera distinta lo que ocurre, la información que recibimos. En función de esa estructura de personalidad, cada quien percibe la situación e interpreta los mensajes. Lo que para unos es una maravilla porque puede estar disfrutando en su casa y haciendo una cantidad de cosas que en épocas normales no tenía tiempo para hacerlas, para otros no lo es por el hecho de no tener control sobre lo que está pasando y estarse contaminando todo el tiempo con la búsqueda de noticias sobre el coronavirus -no precisamente las noticias relacionadas con cómo se solucionará la situación, sino con las que se refieren a la cantidad de muertos, a la incertidumbre, etcétera-. A cada quien lo va a afectar de una manera diferente: la desorientación personal, la desorientación en tiempo, por ejemplo, ¿qué día es hoy?, la rutina... Aunque hay una rutina positiva que tiene que ver con cómo voy a conservar mis hábitos para poder mantener mi cable a tierra dentro de todo esto. Aquellos que se dejan llevar por el día a día, sin establecer una rutina sana, van a empezar a verse afectarlos en términos de desorientación, de angustia. Por supuesto, a la mayoría de las personas, en lo tocante a la parte económica, como esto nos está dejando sin percibir ingresos con los cuales satisfacer las necesidades básicas, el confinamiento nos golpea también en un rango que va de la tristeza a la depresión.

-¿Cuál es la actitud más sana para enfrentar una cuarentena como ésta?
-En primer lugar, sostener los hábitos; en segundo lugar, discernir la información sana que uno va a recibir. Si uno empieza a escuchar solamente noticias negativas, que muchas veces no sabemos de qué fuentes vienen, se va a retroalimentar con lo negativo. Este es un momento no solamente para aprender a filtrar, sino para aprender a buscar centro. ¿Qué me da a mí centro dentro de todo esto? Buscar hablar con las personas que sepamos nos pueden orientar, personas preparadas que nos pueden orientar, hay muchos personajes con cursos improvisados que se hacen pasar por personal del mundo de la psiquiatría, la psicología, la medicina, que realmente no están preparados y, aún con toda la mejor buena intención, no ayudan con los mensajes. Hay que buscar tener centro, mantener los hábitos y buscar compartir con otros, ayudar a otros, comunicarse con otros, porque en la medida en que mantenemos el lazo con nuestros seres queridos, mientras que ayudamos a otros, nos estamos ayudando. Es un momento de profundo aprendizaje.

"Frente a la posibilidad real de la muerte, también tenemos que pensar en cómo es la posibilidad real de nuestra vida", dice Gavlovski (CORTESÍA)

-¿Está el hombre de hoy preparado para enfrentarse a la posibilidad real de la muerte?
-Theodor Adorno decía que después de Auschwitz no sería posible escribir poesía, refiriéndose a que después de Auschwitz comenzó una comercialización de la muerte. Sin embargo, hoy la muerte viene en forma de guerra bacteriológica, y es que esto es una guerra bacteriológica. Algunos creemos que puede ser así. Y si así es, se hace todo mucho más cruel porque estamos bajo la influencia de la guerra no como se concebía antes, sino en una forma mucho más sutil y más atroz. Lo relativo y lo transitorio de la vida va a tomar en nuestra psique formas subjetivas nuevas, inéditas, que están por descubrirse, frente a la posibilidad real de la muerte. Yo creo que frente a la posibilidad real de la muerte, también tenemos que pensar en cómo es la posibilidad real de nuestra vida, y cómo potenciarla día a día. Lo que tenemos es eso, el día a día.

-Siendo, en apariencia, las personas de la tercera edad las más vulnerables al Covid-19, ¿no se estará desplazando a los ancianos de su lugar en el orden social, como los sabios de la tribu?, ¿qué implicaciones traería esto a la memoria colectiva?
-Yo no creo que esta situación esté desplazando a los ancianos de su lugar en el orden social. Yo creo que cada día más, con lo acelerado de la tecnología, a partir de cierta edad ya uno está desplazado. Hay un quiebre generacional importante, la forma de pensar de los millennials choca con las generaciones precedentes, la inmediatez de las generaciones actuales choca con la paciencia de las generaciones precedentes. Cuando una persona tiene más de cuarenta años no es de la tercera edad, pero a los cuarenta años es mucho más difícil conseguir un trabajo, y no se hable de una persona de cincuenta y menos de una de sesenta. Pero eso no ocurre en todos lo espacios, en la universidad donde trabajo (la Metropolitana), hay un respeto por el profesor que tiene tiempo trabajando; en esa universidad existe la figura de los profesores en formación, y creo que es deber de uno ayudar a la formación de recursos y de relevos generacionales, como ha sido toda la vida. Cada vez más, las nuevas generaciones se están quedando sin memoria. La inmediatez que ofrece la tecnología, la inmediatez en la satisfacción de las necesidades, como me dijo una vez alguien, muy joven, "para qué voy a llenar mi cabeza de datos si tengo Google", están dejando de lado el placer de leer, de investigar... Eso viene desplazándose desde hace mucho tiempo, y eso propina un golpe de la memoria colectiva... El que no conoce de dónde viene, no sabe a dónde va... Y así estaremos lamentablemente condenados a repetirnos.

-Muchos dicen que después de la pandemia, la humanidad será otra. ¿Cómo nos cambiará en nuestro fuero interior, en nuestro pensamiento, en nuestra psicología, el coronavirus?
-Hay gente que está tratando de dilucidar, adivinar, prever, las consecuencias después de que pase la pandemia. Yo creo que es demasiado pronto para saberlo. Son elucubraciones, hipótesis que uno todavía no puede medir. Soy mucho más cauto. No puedo saber qué es lo que va a pasar con nosotros después de la pandemia, pero sí sé que nuestra vida a ser diferente por un buen tiempo. Eso me preocupa mucho, especialmente con lo que tiene que ver con el lazo social, que pienso va a quedar afectado duramente. ¿Qué heridas nos va a dejar la pandemia? Pues estarán en los lazos sociales; por ejemplo, la comunicación en las universidades, o en los centros educativos, está apuntando cada vez más a las plataformas tecnológicas, y yo creo que el contacto del profesor con el alumno no lo sustituye ninguna computadora. Ese contacto humano no lo sustituye nada. Todo esto me recuerda a las profecías orwellianas, todas las utopías que conocemos de Aldoux Huxley hasta acá, empezando por Un mundo feliz y pasando por Matrix, por 1984. Las heridas están abiertas todavía y no sé cómo van a cicatrizar. Sólo sé que si le damos paso a la tecnología en un cien por ciento, tendremos que enfrentarnos a lo que planteaba H. G. Wells en La guerra de los mundos, cuando tuvo que aparecer un virus para acabar con el poder de las máquinas... y así sucesivamente.

-¿Cómo aprecia la reacción de los artistas ante la realidad actual?
-Los artistas estamos desarrollando un rol de crecimiento personal y apoyando el crecimiento colectivo, extraordinario. Cuando ves a un artista asomándose a un balcón o a una ventana para entonar una melodía, para cantar, cuando ves que estamos abriendo por Internet las obras de teatro, los conciertos, le estamos diciendo al mundo que lo que nutre el alma, lo que nutre el espíritu, lo que nutre el crecimiento humano, lo que nos hace compartir y emocionarnos, es el arte. Y allí es donde se tienen que enfrentar arte y tecnología; volviendo a Adorno y su frase "después de Auschwitz no será posible escribir poesía", pues en este momento la poesía va a tener que aparecer para hacer frente al horror... No queda otra.

-¿Escribiría una pieza teatral sobre la pandemia?, ¿qué aspectos destacaría en ella?
-No sé si pueda escribir una pieza teatral sobre la pandemia. Cuando escribí La última sesión estaba muy tomado por el tema de lo que me tocó vivir en Vargas, que fue en el orden de lo traumático, y necesité escribir esa obra para poder exorcizar todo el horror que viví. Ahora estoy concentrado en los videos, comentando sobre el arte, compartiendo, escuchando música, viendo cómo puedo hacer para compartir con un público más grande a través de mi cuenta de Instagram (@artepsico2018), comentado filmes, dialogando... Pero esa obra de la que mucha gente me ha preguntado, todavía no calza. No soy de los dramaturgos que dicen me voy a sentar a escribir sobre esto, no puedo hacerlo. Necesito la musa, por eso no tengo una producción tan grande de obras de teatro como otros colegas. 

-Tomando en cuenta que vivimos en confinamiento ante la aparición de un virus que ha acabado con las vidas de cientos de miles de personas en todo el mundo; que el sistema de salud venezolano está desmantelado; que la desconfianza en las cifras oficiales es enorme; que la gente está mal alimentada, que no posee recursos para comprar ni alimentos ni medicinas... en fin, que Venezuela se ha convertido en un país de calamidades e incertidumbres, ¿cómo definiría desde el psicoanálisis al venezolano de hoy?
-Puedo ubicar el venezolano de hoy en una sola palabra: el desamparo; el desamparo ante lo insoportable de lo que estamos viviendo, de la falta de medicinas, de las colas para los alimentos, de que este tema del confinamiento nos ha golpeado a todos en el bolsillo y ya tienes que medir qué vas a comprar, que el aumento de los precios por las fluctuaciones del dólar hace que cada vez sea menos lo que el venezolano de a pie puede ir a comprar. La incertidumbre nos ubica frente al desamparo.

@juanchi62
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