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Ana María Hernández: “Para mí era importante escribir sobre la música del renacimiento”

Hace tres años migró a Perú, desde donde hoy esta venezolana publica con Amazon “El cuaderno de Juana Francisca”, novela histórica que aúna sus dos pasiones: el periodismo y la música antigua

  • MARITZA JIMÉNEZ

18/04/2020 01:00 am

En 2010, Ana María Hernández ganó una minilatop en una rifa. “Aquí voy a escribir mi novela”, se dijo esta especialista en música antigua, pasión que comparte con la escritura y el periodismo. Diez años más tarde, desde Lima, donde hoy reside, nos entrega los resultados en El cuaderno de Juana Francisca, una fascinante aventura novelística que la sumergió en el pasado musical de la guitarra y la primera ciudad del continente, Cubagua.
 
Se trata de un bien narrado texto en el que Hernández, haciendo gala de su cuidada formación musical y literaria, atrapa al lector desde la primera página con un relato en el que ficción y realidad se entretejen en documentos reales, cartas, partituras musicales de su autoría, y hasta ilustraciones, para entregarnos una historia en la que las relaciones musicales entre España y las nuevas tierras son puestas en relación en la vida de la mestiza Juana Francisca, intérprete de la guitarrilla y la vihuela, en la Nueva Cádiz del siglo XVI.
 
“Tenía en mente esa historia desde hacía tiempo”, afirma, contando el origen de su proyecto que surgió como una imaginativa performance para acercar al público a este instrumento musical:
 
-Desde 2007, yo venía realizando un ciclo de conciertos con la guitarrilla o guitarra renacentista. Para ello, me había comprado un traje renacentista y había ideado una especie de guion para llevar a cabo el concierto en el que me presentaba a mí misma como Juana Francisca, la trovadoresa (la palabra no existe como tal en el castellano, viene siendo una especie de invención a la italiana), una señora que le contaba a sus invitados, es decir, el público, algunas anécdotas sobre la música.
 
-La idea surgió –continúa- porque me parecía que entrar en seco a un escenario con un instrumento tan extraño y poco conocido, largar una hora u hora y media de música dejando que la gente siguiera un programa, aplaudiera cuando yo levantara la mirada y sonriera como diciendo "esto es todo amigos", y luego prosiguiera con mi instrumento, era algo un tanto frío y distante. Tal vez con un instrumento moderno, con música más o menos conocida podría ser. Pero con una guitarrilla, no lo creía grato. Pues bien, del espectáculo a preguntarme sobre el personaje, quién era, por qué, de dónde venía y hacia dónde iba, fue una sola cosa. Y así surgió la idea de la trama. Ya en el camino, y durante los diez años que me tomó investigar y escribirla, la novela creció, se enrareció, cambió y fue abandonada a su suerte hasta que finalmente decidí retomarla y concluirla.

-Y esa decisión se produce en Lima, donde reside actualmente.
-Sí. Me vine a Perú en octubre de 2017, huyendo de la hambruna y la falta de posibilidades para conseguir más ingresos para alimentar a mi familia. Es decir, las mismas razones por las que se ha ido y se sigue yendo tanta gente. Luego, como venezolana migrante me parecía importante adaptarme más y mejor a mi nuevo país estudiando, involucrándome más con la gente, y terminé escogiendo una maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Debo decir que yo hice tres semestres de la maestría en Musicología Latinoamericana en la Universidad Central de Venezuela, y no proseguí porque se interpuso la decisión de emigrar por las razones harto conocidas. Mi primera opción aquí había sido la maestría en Musicología de la Pontificia Universidad Católica del Perú, pero es un programa muy costoso. Entonces, como en la de Escritura Creativa tienes que presentar una obra concluida para poder graduarte, escogí esta novela que estaba a medio hacer. Así que tomé el toro por los cachos y me senté a terminar la investigación y a escribir y componer la música que la acompaña.
 
-¿Cómo se da en usted esa relación entre la música y la escritura?
-Todo comienza con mi relación con la música, que es prácticamente desde que tengo uso de razón. Siempre fui músico. Comencé con el cuatro, que aprendí a tocar antes de aprender a escribir y a leer, es decir, tendría menos de tres o cuatro años de edad. Luego, desde los ocho años, la guitarra. Y me planteé ser músico profesional al salir del bachillerato, en 1980. Pero no contaba con el apoyo de mi familia respecto a la música, y me instaron a "estudiar algo serio". Primero fue Estadística, pero, viendo que lo mío no era la matemática, me inscribí en Comunicación Social, en la Universidad Central de Venezuela, y fue amor a primera vista. Estudié la carrera en paralelo con la música. Yo no sabía que podía escribir, nunca lo hubiera ni siquiera soñado. Siempre me gustó leer y aprender, sobre todo eso, aprender. Creo que esa sí es mi pasión: aprender lo que sea. Por eso, ser periodista es uno de los oficios que más amo, porque estás en contacto directo con la realidad, con lo desconocido, con el descubrir, descifrar, indagar, aprender.

“Con el paso del tiempo, y justamente entrevistando escritores, empecé a preguntarme si yo misma podría ser escritora de ficción. Y durante muchos años fui pergeñando historias, poemas, relatos. La escritura periodística me ayudaba en cierta forma, y comencé a escribir muchas cosas. Por supuesto, el leitmotiv es la música, porque es mi mundo. En casi todos mis escritos, lo musical es el tema. No siempre, pero es preponderante, diría que en un 90 por ciento. He indagado en otras temáticas, y me ha gustado hacerlo, pero lo musical siempre aparece de manera recurrente. Y dentro de lo musical, la guitarra, que es mi instrumento principal”, prosigue.

-¿Qué fue lo más difícil de escribir la novela?
-Que por el hecho de tratarse de una novela histórica, tenía que calzar o acomodar la ficción que quería contar con la historia de los personajes reales que aparecen en la novela, que no son pocos. Por ejemplo, la cacica Isabel y Francisco Fajardo son parientes directos de mi personaje, tía y primo, para ser más exactos. Luego está la parte musical. Para mí era importante escribir sobre la música del renacimiento. Y sobre todo, saber de dónde vienen todas esas melodías que muchos compositores reprodujeron y publicaron en sus tratados. Dos ejemplos concretos: Guárdame las vacas y Conde Claros. Los autores renacentistas "enloquecieron" con esas dos piezas, y hay miles de versiones, por lo cual yo necesitaba saber por qué, qué eran esas famosas vacas, quién era el Conde Claros. Así surgieron los cuentos que relata el papá de Juana Francisca, don Rodrigo Alvar de Rojas.

-¿Por qué se ambienta en Cubagua?
-Primero, porque en el libro Enciclopedia de la música en Venezuela, de Alberto Calzavara (editado por la Fundación Pampero en 1987), está citada una carta, que reproduzco en la novela, dirigida a don Antón de Lucenilla, donde el sacerdote recibe una cantidad de instrumentos musicales. Según Calzavara (dato que adoro), es el primer indicio de la llegada de instrumentos a Venezuela. Como la novela es música, tenía que vincular mi personaje con ese dato, y la única manera era ubicando a Juana Francisca en Cubagua.

-Por otra parte, la historia de Cubagua siempre me pareció fascinante, el comercio de las perlas, el maremoto que destruyó Nueva Cádiz. En esto, el libro de Isaac J. Pardo, Esta Tierra de Gracia, y la novela Cubagua, de Enrique Bernardo Núñez, fueron esenciales. En Cubagua estuvo el poeta Juan de Castellanos, y se sabe que aprendió música y vihuela en esa isla. ¿Quién le enseñó? Entre ir escribiendo e ir investigando, descubrí que la historia o Historia (con mayúscula) tiene grietas, que los historiadores se ocupan de investigar y documentar, y los escritores de imaginar. Allí entran mis personajes, en esas grietas sobre lo que no se sabe o no se tiene certeza. Y me puse a inventar toda mi trama.

-La novela denota un arduo trabajo de investigación. ¿Cómo fue esa relación entre investigación y escritura?
-Investigación y escritura iban de la mano. A medida que me iba haciendo preguntas, surgía la investigación, y a veces los datos encontrados me daban pie para alargar la historia. En algún momento tuve que poner límites. Al principio, la novela iba a ser contada en dos planos, en la actualidad y en el pasado. Pero sentí que se iba a complicar la escritura, sobre todo para diferenciar las voces. Sentí que para guardar la distancia iba a tener que convertir la parte histórica en un amaneramiento renacentista enrevesado, y preferí dejar todo el relato en el pasado, haciendo uso de una voz narrativa discreta, invisible. Para la parte de los cuentos sí usé un registro más cercano al renacentista, que diera esa impresión. Cuando los personajes hablan, lo hacen en ese registro. Cuando Juana Francisca o los guaiqueríes hablan en su lengua, empleo el castellano neutro actual.

Ana María Hernández: "Creo que esa sí es mi pasión: aprender lo que sea" (OSWER DÍAZ MIRELES)

Ana María Hernández cuenta con una reconocida trayectoria como periodista cultural, ejercida en los diarios El Globo, donde mantuvo la columna “Viva la música”, y El Universal, de cuya página web fue administradora de contenidos. Además es profesor ejecutante de guitarra clásica, egresada de la Escuela Juan Manuel Olivares, y una de las pocas especialistas en guitarra barroca en Venezuela.

“Pero no la única”, aclara. “Por cierto, la guitarra de la novela es una guitarrilla o guitarra renacentista. No es una guitarra barroca. Pero, sí, es cierto que somos unos raros, aunque cada vez menos. Intérpretes de instrumentos históricos sería el término más adecuado, y el papá de los helados es Bartolomé Díaz, por cierto Director de Cultura de la Universidad Metropolitana. Él fue fundador de la Camerata de Caracas con Isabel Palacios, y ha sido el maestro y mentor de todos los que tocamos música antigua en instrumentos de cuerdas pulsadas (al menos, los que estudiamos en Venezuela). Ha sido maestro de Rodrigo Riera, por ejemplo, de Hugo Quintana, y muchos más que ahora no recuerdo. Y, entre las mujeres están Doris Benmamán y Salomé Sandoval, que además son cantantes.

-¿Por qué la pasión por la música antigua?
-La música antigua para mí es más que una pasión: me fascinan esos sones del pasado, la simpleza, lo minimalista de la música. Y cuando en 2006 descubrí una guitarrilla (guitarra renacentista) en el taller de Claudio Lazcano del Castillo (lutier y guitarrista que trabaja en Chacao), me enamoré del instrumento. Se lo compré y luego busqué a Bartolomé para que me instruyera. Después tomé clases de guitarra barroca y de vihuela, otro instrumento renacentista.

-¿Cómo ha sido su vida en Perú en estos tres años?
-Mi vida en Perú dio un giro de 180 grados. Si en Venezuela era una profesional más o menos conocida, acá soy una más del montón. Comencé vendiendo arepas y tizana, como la mayoría de los venezolanos. No tuve éxito. Intenté crear una revista, no funcionó. Envié CV's por huacales, y nada. Entonces, reina de la resiliencia, retomé mi guitarra y abrí un perfil en TusClases y desde allí me ofrezco como profesora de música. Tengo algunos alumnos. Incluso en esta cuarentena, sigo activa a través de Skype o cualquier otra plataforma. Claro, cuento con el apoyo de mi esposo, el principal proveedor. Entre los dos echamos para adelante y estamos aquí, con cierta estabilidad.

-Por cierto, su novela ha sido publicada en una plataforma digital, Amazon. ¿Cree que es el futuro de la literatura?
-Creo que el medio digital es el presente y futuro. Amo los libros en papel, me encantan. Pero me parece que también es oportuno utilizar las plataformas digitales, sobre todo por la posibilidad de expansión, de llegarle a más lectores en más partes. Confieso que la cuarentena actual fue lo que me llevó a tomar la decisión de editar por KDP de Amazon, que es un modo gratuito con distribución mundial. No sé qué va a pasar, cómo va a cambiar el mundo después de que esto del Covid-19 pase. Con toda seguridad, los medios no van a ser los mismos. Y, sí, sentía la necesidad de publicar lo que ya tuviera listo para ser leído. En este sentido, he publicado dos poemarios, Veinte Sextinas y Rosa Flamígera, un libro biográfico en homenaje a mi padre, Un hombre formidable, y un tríptico narrativo, Pura y ruda, tres historias que se entrelazan en torno a la violencia, y, por supuesto, El cuaderno de Juana Francisca. Pronto iré publicando más cosas, en la medida en que sienta que ya la obra no me pertenezca, sino que necesite lectores para sobrevivir.

@weykapu
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