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Israel Centeno: "me fui del país para salvar mi vida"

El autor de "Calletania" se instaló hace diez años en Estados Unidos, donde hoy su escritura empieza a ser objeto de reconocimiento.

  • MARITZA JIMÉNEZ

05/01/2020 01:00 am

La vida de Israel Centeno pareció superar cualquiera de sus novelas. Una historia que comienza por una persecución "literaria", terminó en Estados Unidos, donde hoy, después de más de una década, su literatura empieza a ocupar el lugar que merece en las consideraciones editoriales. 

Aunque sus reconocimientos empiezan con la poesía a fines de los 80, cuando gana el concurso del Instituto Iberoamericano de Cooperación para el género, su trayectoria despunta como narrador una década más tarde, cuando reconocidas editoriales dan cabida a títulos como "Calletania" (Monte Avila, 1992; "El rabo del diablo" (Eclepsidra, 1993); "Hilo de cometa" (Planeta, 1996) o "Exilio en Bowery" (1999). 

En el nuevo siglo, su novela El complot (Alfadil, 2002), que dará origen a su destierro, debido a las amenazas de alguien que se sintió acusado en la novela por el asesinato del doctor Julio Iribarren Borges, ocurrido en 1967, a manos de la guerrilla de la época. 

-"A tu hijo lo vamos a matar", amenazaron a mi madre. En un solo día le hicieron 80 llamadas. "Sabemos dónde estudian tus hijas", me dijeron. Pero yo sabía que no era nada personal. Esto tenía que ver con algo más complejo que algún día contaré en mis memorias. Así que en 2010 salí de Venezuela, con pasaje sin retorno, con toda la intención de sacar al resto de mi familia de aquella situación de peligro inminente. 

-Ese año -continúa- llegué a Estados Unidos, con una visa de turista, y logré sobrevivir durante diez años como alguien que dictaba talleres literarios. Traje conmigo muchas heridas que aún no cierran, muchos golpes que aún duelen, y la incomprensión de mucha gente que le restaba importancia a lo que me sucedía, afirmando que era un mito. 

Del "mito" a la realidad
Aunque muchos no creyeron en su historia, incluso algunas editoriales dejaron de responderle a pesar de tener contrato firmado, siente el respaldo de otros, como Ana Teresa Torres, quien incluye su caso en su "Diario en ruinas", y el apoyo de amigos en España que lo contactan con City of Asylum Pittsburgh, organización a la que tuvo que demostrar el peligro que corría. 

Hoy, en Estados Unidos dice haber encontrado su segunda ciudad, "un lugar al que me he ido arraigando poco a poco, aunque no ha sido fácil. He tenido trabajos que van desde hacer de chofer en Uber, servir de ayudante en una sala de emergencias hasta ser interprete médico. He luchado por encontrar un espacio para trabajaren lo que sé hacer. 

"No ha sido fácil -relata-; sin embargo, mantengo mis esperanzas, a pesar de no haber tenido mucha suerte con los editores, me mantengo activo escribiendo, leyendo. Ahora disfruto leer en su idioma original obras que antes leía en traducciones. 

Nuevo despertar literario
Pero, después de diez años, su obra empieza a recuperar su espacio. La editorial de City of Asylum agenció la traducción al inglés y posterior edición de "El complot", su polémica novela, primero a través de su revista Sampsoniaway y luego una segunda edición en Phoneme Media, editorial de Los Ángeles. 

-También editaron un chapbook al que quiero mucho, de nombre Bamboo City, en edición bilingüe, un libro híbrido entre poesía y narrativa, y con Sudaquia se reeditó La casa del Dragón y otros dos libros, uno de cuentos, que incluye el cuento ganador del concurso anual del diario El Nacional, "Según pasan los años"  y la novela "La Marianne". 
 
Igualmente recibió en 2013, durante las protestas en Venezuela, un ofrecimiento de Lesbia Quintero, de Lector Cómplice, para publicar "Jinete a pie".  
"Me alegró mucho saber que existía alguien en Venezuela que no me había olvidado y estaba dispuesta a apostar por mí. Aunque se trataba de una editorial pequeña y sin muchos recursos, Lesbia consiguió los medios para pagar la edición. No conforme con eso, también logró una traducción al portugués. Comprendí que esa edición sería una manera de estar presente en aquel momento trágico del país", afirma. 

Por otra parte, Kalathos, en España, anuncia en su catálogo 2020, la publicación de dos novelas mías El arreo de los vientos y La torre invertida, segunda y tercera parte de la trilogía gótica de Morel. Por si fuera poco, Taller Blanco de Colombia, reeditará pronto otra de sus novelas, "Retrato de George Dyer", publicada originalmente por Periférica en España, en 2007. "Esto es para celebrar", expresa. 

-¿Por dónde va su literatura hoy?
-He ido desarrollando un libro sobre un personaje que ya toqué en "Bajo las hojas", el detective Rubén Tenorio y tengo pensado comenzar pronto una novela de la que ya he hecho algunas anotaciones. Hasta los momentos parece que es un thriller político sobre secuestros y espionaje. En conclusión, sigo siendo un escritor inquieto, que indaga en las formas y recurre en los temas. 

-¿Cómo ve la literatura venezolana?
-Prometedora, activa, saludable. Han aparecido nuevos autores y las editoriales venezolanas, a pesar de la crisis, han hecho una resistencia encomiable, se han reinventado, han permanecido.

El año que cierra ha sido bueno para algunas voces que se han posicionado con contundencia en el mercado internacional. Los autores que están en la diáspora se mantienen escribiendo y editando, creo no exagerar si digo que en todos los continentes. 

"También -añade- han aparecido trabajos críticos sobre literatura venezolana, homenajes a autores a los que debemos mucho, Ednodio Quintero, Victoria De Stefano, Ana Teresa Torres, Eduardo Liendo y otros que siguen produciendo. La poesía, como siempre, esplende. Algunos autores se han convertido en promotores, gestores y embajadores a su vez de la literatura venezolana, por nombrar a dos, diría que Antonio López Ortega y Nelson Rivera lo hacen con ahínco a través de sus espacios. 

-¿Regresaría a Venezuela?
-Hay muchas heridas abiertas, pienso que todavía hay riesgo para mi vida. Así que no me planteo regresar, quizás para no sufrir. Creo que Venezuela se ha convertido más que en un territorio tangible. Siento que no existe la Venezuela que conocí. No tendría claro hacia dónde volver ni para quién.  





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