Escenario, blanco, logra simular la habitación 228 de un hotel en Liubliana, Eslovenia. En ella, un actor describe cómo llegó a la interpretación de su papel. Ese mismo actor se vuelve en escena en la voz del dramaturgo de la pieza.
"La ira de Narciso", una pieza en la que se mezclan ficción y realidad; "La ira de Narciso" pone en bandeja lo que significa ser escritor. En "La Ira de Narciso" se une la ficción con la realidad.
Sí, tres veces está escrito el nombre de esta pieza, como para que resalte, para que quede claro cuál es su nombre, y que -de manera narcisista- solo se hable de ella.
La obra del dramaturgo uruguayo, estrenó ayer, Día Nacional del Teatro, en el Espacio Plural del Trasnocho Cultural, donde se mantendrá viernes a las 7:30 y sábados y domingos a las 7:00 pm. Y no es la primera vez que un texto de este autor, que parece estar muy interesado en mitos y en la dualidad del actor, se presenta como él mismo, y, al mismo tiempo, represente al personaje.
Gabriel Agüero es el protagonista de la obra, que no es un monólogo, ni un unipersonal. Solo trata de contar la experiencia de Blanco en una habitación de hotel, en la que encontró una mancha de sangre, que lo hace ser parte de una averiguación, con la que se sumerge entre lo real y lo imaginario. Con personajes distintos, personajes de la vida real y ficticios.
Al mito de Narciso se le compara con el trabajo del artista, teoría que se sustenta con esta puesta en escena en la que el dramaturgo se hace protagonista de su propia obra, agarrándose de un suceso ajeno, pero interpretado por otro y dirigido por Rossana Hernández, quien trabaja a este escritor, el mismo que en una primera vez la hizo hablar de Edipo.
En "La ira de Narciso" todo parece confuso, pero la claridad va llegando poco a poco, como quien descubre un crimen o se enfrenta a escribir un texto a pesar de las dudas.
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