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Emma Rabbe: "Siento que mi país está solo"

Hace cinco años vive en Ottawa, donde le costó acostumbrarse a su nueva vida; ahora, con sus tres hijos ya encaminados, ha pensado en volver a actuar

  • AQUILINO JOSÉ MATA

25/11/2018 01:00 am

Cuando Emma Rabbe trabajaba como actriz en Caracas, estudió para fisioterapeuta en el Colegio Universitario de Rehabilitación del Hospital Pérez Carreño. Luego de graduarse hizo voluntariado en la Fundación para la Parálisis Cerebral. Nunca cobró por ello. Lo que percibía por las telenovelas le alcanzaba para cubrir sus gastos holgadamente. Ahora en Canadá, país en donde vive desde hace cinco años, la actuación quedó de lado para dar paso a la fisioterapeuta.

 -Cuando llegué no fue fácil. Uno no está educado para estos cambios. Aquí empecé de cero, con un idioma, el inglés, que no hablaba correctamente, pues era el que aprendí en casa, lleno de modismos, y no el académico, que es el que exigen para trabajar. Y para conseguir mejores oportunidades laborales en este país bilingüe, también hay que aprender francés.

Nació en Ottawa, ciudad en la cual reside, de padre canadiense y madre venezolana, pero se mudaron a Caracas siendo ella una niña. Aquí creció y se crió. “Me resultó difícil acostumbrarme a mi nueva vida: por el frío, la mentalidad, las costumbres tan distintas a las nuestras”. 

-¿Por qué se fue? 
-Porque mi papá se encontraba muy mal de salud, estaba desahuciado. También para que mis tres hijos aprendieran inglés. Mi padre me regaló cuatro años más de su vida, hasta que falleció en 2017. 

-¿En qué trabajó cuando llegó?
-Cuando me vine vendí un apartamento que tenía en Los Caobos y ese dinero lo invertí con mi hermano en un negocio de aseo de supermercados con máquinas. Era muy duro, porque además de estar pendiente de la limpieza, debía limpiar yo misma cuando los empleados no se presentaban. Mis hijos estaban pequeños y entonces tenía que controlar mis horarios de aseo, que eran de madrugada, para luego volver a casa, hacerles el desayuno y mandarlos a la escuela; después volvía al trabajo y regresaba al mediodía para ocuparme del almuerzo. Estuve dos años en eso, hasta que mis hijos estuvieron más grandes. 

Fue entonces cuando decidió ejercer su profesión de fisioterapeuta, que es la que desempeña desde hace tres años. 

-Para complementarla, estudié una certificación de enfermería, que me ha permitido trabajar en hospitales residenciales, donde vive gente con enfermedades que requieren ayuda de fisioterapeutas. La mayoría de mis pacientes padece Alzheimer. Al principio lloraba al verlos, pero te vas acostumbrando y buscas hacerles la vida más feliz. Allí se me sale mi espíritu latino: los abrazo, los beso, les bailo, les canto. Ellos se ríen y me miran raro, pero al hacerles la vida más llevadera, son más agradecidos. 

-¿Y cómo se siente ahora después de cinco años en Canadá? 
-Gracias a Dios estoy bien, con mis hijos. Daniel Alejandro, el mayor, tiene 19 años, ya está en el college y estudia para ser policía. Diego, de 17, cursa el último año de bachillerato y el chiquito, Calvin, “mi bebé” de 11 años, está en sexto grado. Aunque todos están súper adaptados, siempre recuerdan a Venezuela, sobre todo los dos mayores: su comida, sus amigos, su gente… 

-¿Ha hecho amigos en Canadá? 
-Aquí no es fácil hacer amigos. Mis amigos son mis hermanos, mi mamá y mis familiares más cercanos. Mis amigos quedaron en Venezuela, los que hice en la escuela, en mi trabajo.  

-¿Tiene pareja? 
-Hay una persona con la que salgo, es canadiense y se llama Chris. Tenemos cuatro años de relación. Él se quiere casar, pero lo estoy pensando; mejor dicho, yo no pienso mucho en eso (ríe). Sentimentalmente me siento bien así. 

-¿Y qué cuenta de su faceta artística? 
-Hago comerciales publicitarios con Pedro Díaz, un actor de Rajatabla que se vino hace 20 años y creó la Fundación Churún Merú, que entre otras cosas hace danzas folklóricas venezolanas para eventos culturales latinos. Con ellos animo los eventos donde se presentan y donde haya venezolanos participando, aunque aquí en Ottawa somos pocos, como 500 aproximadamente, ya que la gran mayoría está en Calgary, Montreal y Toronto. 

-¿Ha hecho algo como actriz? 
-Poco. En Calgary hice el monólogo La Habana sin tacones, basado en el libro de la periodista venezolana María Elena Lavaud. También preparo una obra de teatro con mi historia en el Miss Venezuela. Yo la escribí, pero como no sé dialogar, se la entregué a Leonardo Villalobos (actor, productor y ex animador de Sábado Sensacional) para que trabaje esa parte, tal y como lo hizo hace varios años con Cosas de dos entre tres, una comedia en la que participé en Venezuela. Contaré todo lo que viví en el certamen, cosas positivas y negativas. 

-¿Como cuáles? 
-(Ríe) No lo puedo decir. Pero voy a contarlo todo. Unas dicen que su paso por el concurso fue un desastre, otras que no, que es mentira lo que se afirma. Yo contaré las cosas desde mi perspectiva, producto de mi experiencia, lo que viví y nadie me podrá desmentir. Pienso montarla en Canadá y también en Venezuela, así como en otros países donde la población venezolana sea numerosa. El gusanillo de la actuación nunca me ha abandonado. 

-¿Ha vuelto a Venezuela? 
-Fui en 2015. Allá todavía me quedan familiares, aunque la mayoría se han ido. Están desperdigados tratando de subsistir en otros países. Lo que no le perdono a este gobierno es la manera cómo separó a las familias. Uno se reunía antes en Navidad, o para fin de año, pero ahora ellos acaban de emigrar, están en peor situación que uno. Verlos es más difícil. 

-¿Regresaría si cambian las cosas? 
-Sin ninguna duda. Y me reinsertaría como actriz. Mis hijos están en el derecho de tomar la decisión que quieran, incluso la de quedarse, pero yo volvería a mi país, de eso estoy más que segura. 

-¿Cree que esto ocurrirá? 
-Estoy esperanzada porque en Venezuela se arregle la terrible situación que atraviesa, aunque hemos tenido demasiadas decepciones, propiciadas por ambas partes, el gobierno y la oposición. Siento que mi país está solo. Veo una nube negra que lo impide emerger. 
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