El actor exclama con un tono calmado y potente: "se nos acabó la fiesta". Acto seguido, saca una paloma blanca de su saco ocre y la suelta hacia el público. Su actuación tiene algo de acción performática, bordea los límites del arte no objectual. Pero el mensaje es claro y conciso, no cabe duda alguna de que ahí, en la puesta en escena de El cadáver exquisito, Marco Antonio Ettedgui, ha ejecutado bellamente un proceso comunicativo sin precedentes.

Después de todo esa era su premisa: "El arte es comunicación".

Hace 37 años Ettedgui y la muerte se vieron cara a cara en la última escena de la obra Eclipse en la casa grande, que presentaba el grupo Autoteatro en la Sala Rajatabla. Posteriormente Carlos Giménez crearía un premio con su nombre para aupar y premiar el trabajo de jóvenes creadores -menores de 35 años- que se encuentran, al igual que Ettedgui, en la búsqueda experimental de su propio lenguaje escénico.

Este año, la decimoctava edición del Premio Marco Antonio Ettedgui premia la trayectoria de Daniel Dannery, cineasta egresado de la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela.

Dannery es director de varios de los éxitos de taquilla que han marcado pauta en la escena cultural local. Primero Rojo de John Logan, un texto sobre la relación entre el pintor Mark Rothko y su ayudante. Le sigue I.D.I.O.T.A, del español Jordi Casanovas que hace temporada actualmente en Trasnocho Cultural, y acaba de estrenar Las Trenzas, o sobre la ausencia, un monólogo de su autoría donde explora en clave de "sueño pesadillezco" temas como la soledad y la muerte, vinculados siempre con el país.

La mención honorífica fue para el director Orlando Arocha, uno de los principales promotores e impulsores de La caja de fósforos, en compañía de Diana Volpe y Ricardo Nortier. 

Como ganador de la mención internacional se premió la labor de Pepe Bablé, creador del Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz.