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UNA ENTRADA A LA SEMANA | Crítica

El gladiador que vuelve a la arena

La secuela de esta película de culto, firmada por Ridley Scott, llegó a las salas del cine del mundo con buenas críticas y las estrellas del momento

  • CATHERINE MEDINA MARYS

24/11/2024 01:00 am

Una de las cosas que más comentan -y que más preocupan- a cinéfilos, críticos y periodistas de Hollywood es la aparente falta de originalidad de la industria que, como lo he comentado en entregas anteriores, se manifiesta en precuelas, sagas, reinicios, series, multiversos, live-actions y pare usted de contar.

Si bien la costumbre es que el autor original no se inmiscuye en el desarrollo de estas franquicias cinematográficas o televisivas, existen excepciones. El ejemplo del momento es Gladiador II, que regresa con Ridley Scott como director y con el irlandés Paul Mescal como el sucesor de Russell Crowe.

Con un presupuesto de 250 millones de dólares, Gladiador II recaudó 87 millones durante su primer fin de semana y apunta a convertirse en una de las películas más taquilleras del año.

En esta oportunidad, Scott retoma la historia de Lucio Vero Aurelio, nieto del emperador Marco Aurelio e hijo de Lucila (Connie Nielsen), quien ha encontrado la paz fuera de Roma, cuyo poder regentan los sádicos gemelos Geta (Joseph Quinn) y Caracalla (Fred Hechinger). La onda expansiva del imperio llega del brazo del General Acacio (Pedro Pascal), quien reclama la ciudad de Lucio como propiedad de Roma y él, que ahora es un prisionero de guerra, es vendido como esclavo.

El elenco lo completa Denzel Washington en un papel tan fascinante como repulsivo. Se trata de Macrino, un comerciante de esclavos y gladiadores que ve en Lucio una oportunidad de llegar a Roma por todo lo alto, congraciarse con los emperadores y acumular una cuota interesante de poder político con base en engaños y traiciones.

Es injusto comparar Gladiador con esta recuela, que funciona como remake y como secuela. Y digo que es injusto porque esta trascendía las características del género Roma para hablarnos de la familia, de la venganza, del más allá y de cómo cada cosa que hacemos en vida termina resonando en la eternidad.

Ahora bien, Gladiador II no es una mala película. Si bien Paul Mescal no posee la fuerza de Russell Crowe, es innegable su talento para interpretar a su sucesor, y tanto Joseph Quinn como Fred Hechinger sorprenden como antagonistas, haciendo guiños a Nerón y a Calígula. Pero quien realmente hace suya la película es Washington, con un personaje que se mueve con maestría en las sombras para hacer de su entorno un séquito de marionetas.

El ritmo de Gladiador II también permite al espectador perder la noción de las dos horas y treinta minutos que pasará sentado en la butaca. Hay mucha más acción, mucha más sangre, mucha más violencia que en la cinta del año 2000. Y es que esta nueva película, a diferencia de su antecesora, pareciera estar concebida no para reflexionar, sino para entretener. Gladiador II entrega pan y circo a partes iguales. ¿Hay acaso algo más romano que eso?

Otro argumento que usan los detractores de Gladiador II es su falta de exactitud histórica. No es exactamente nueva, pues a Ridley Scott no se le conoce por ceñirse al relato de los cronistas e historiadores. El primer Gladiador y Napoleón son pruebas de ello.

Pero el cine no es historia, aunque la haga, y a menos que se trate de cine documental, la exactitud histórica no necesariamente es dramática, ni crea atmósferas o narraciones trepidantes. La fortaleza de Gladiador II radica en su capacidad de engañarnos por dos horas, en las que creemos que estamos viendo una gran película sobre los gladiadores romanos.
@enlazonac





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