Sol Calero: “En este momento no conecto estrictamente con una sola identidad”
La artista venezolana, residenciada en Berlín, participa, por invitación del curador Adriano Pedrosa, en la 60ª Exposición Internacional de Arte de La Biennale di Venezia, con la instalación "Pabellón Criollo"
Invitada por el director artístico del Museu de Arte de São Paulo Assis Chateaubriand (MASP), Adriano Pedrosa, en su carácter de curador de la 60ª Exposición Internacional de Arte de La Biennale di Venezia, la artista Sol Calero (Caracas, 1982) creó para la más importante muestra de arte de todo el mundo, una instalación concebida como una pintura tridimensional deconstruida que sirve como un lugar de reunión inspirado en su trabajo previo, enraizado en el arte latinoamericano, los espacios sociales y la arquitectura caribeña.
La obra, situada dentro de los Giardini de la Biennale, entre los 30 pabellones nacionales permanentes, se titula Pabellón Criollo, en directa alusión al plato típico venezolano, pero también a la mezcla de las culturas indígena, africana y europea de la región; fue realizada con materiales descartados o donados de exposiciones internacionales anteriores: la rampa redonda proviene del último pabellón alemán (construido con madera de un pabellón ucraniano anterior); el mármol falso se usó en el pabellón estadounidense; el bambú y las láminas de metal salieron de un proyecto arquitectónico etíope y australiano; la madera de proyectos pasados de Uzbekistán, Bélgica, Ghana e Italia, y los ladrillos son los que fueron retirados del muro que separaba los pabellones suizo y venezolano en 2023.
-Además de haber nacido en Caracas, ha vivido en Tenerife, Madrid, Países Bajos y ahora en Berlín. ¿Qué identidad reconoce en usted tras esta trashumancia?
-En este momento no conecto estrictamente con una sola identidad. Creo que a raíz de los procesos migratorios hay un duelo en relación a la pertenencia y el origen, la sensación de no pertenecer o de haber perdido el hogar. Siento que no pertenezco a un lugar en particular sino que más bien habito desde múltiples lugares. Con el tiempo me he dado cuenta que trabajar desde este punto es muy enriquecedor. He asumido esa multiplicidad como un tercer espacio y he tratado de sacarle el mejor provecho personal y profesionalmente. Por otro lado, en mi caso, valoro mucho la comunidad artística a la que pertenezco; una comunidad solidaria y familiar que me hace sentir en casa.
La propuesta está ubicada entre los 30 pabellones nacionales permanentes de la Biennale (Foto ANDREA ROSSETTI)
-Su trabajo tiene un fuerte componente “tropicalista” (remite al Caribe). ¿Qué lecturas hacen de él los críticos, curadores y público europeo?
-La influencia de las lecturas poscoloniales en Europa ha permitido un acercamiento mucho más diverso a mi trabajo. En mi experiencia, el diálogo ha sido siempre muy abierto y desde una posición de gran curiosidad. Por eso el intercambio ha supuesto un gran aprendizaje a partes iguales.
-Hay tres temas que subyacen en su obra: la migración, la asimilación y la identidad. ¿Traslada a sus piezas, bien sea en pintura, escultura o instalaciones, sus experiencias de vida? ¿Qué otras temáticas le interesaría explorar?
-Mis experiencias informan directamente la producción de mi obra, lo que observo y resuena en mí es muy importante. Recientemente he estado explorando con mucha atención temas relacionados con la arquitectura y la relación del cuerpo con el espacio. Por ejemplo, a raíz de viajes recientes que he hecho a Japón, empecé a descubrir muchos aspectos de la arquitectura japonesa que son increíblemente estimulantes para mí a nivel artístico. Y también me ha interesado mucho la conexión con el espacio, el arte y la naturaleza que existe en culturas budistas.
-¿Piensa en exponer algún día en Venezuela?
-Me ilusiona trabajar en Venezuela y desarrollar proyectos allí. Tengo varias invitaciones abiertas desde hace tiempo, solo estamos evaluando cuándo sería el mejor momento que coincida con mi calendario para poder empezar.
Un calendario que, por lo pronto, está bastante ocupado. Después de su participación en Venecia -hasta noviembre próximo-, Sol Calero expondrá Guanábana en el Centro de Arte Dios de Mayo de Madrid; luego, también en noviembre, tendrá una individual en la galería berlinesa ChertLüdde, y finalmente presentará la instalación permanente Gracious Hosts en la sede de la Bauhaus, en la ciudad alemana de Dessau.
@juanchi62
La obra, situada dentro de los Giardini de la Biennale, entre los 30 pabellones nacionales permanentes, se titula Pabellón Criollo, en directa alusión al plato típico venezolano, pero también a la mezcla de las culturas indígena, africana y europea de la región; fue realizada con materiales descartados o donados de exposiciones internacionales anteriores: la rampa redonda proviene del último pabellón alemán (construido con madera de un pabellón ucraniano anterior); el mármol falso se usó en el pabellón estadounidense; el bambú y las láminas de metal salieron de un proyecto arquitectónico etíope y australiano; la madera de proyectos pasados de Uzbekistán, Bélgica, Ghana e Italia, y los ladrillos son los que fueron retirados del muro que separaba los pabellones suizo y venezolano en 2023.
Pabellón Criollo es una instalación inmersiva y participativa (Foto ANDREA ROSSETTI)
Coherente con su línea de investigación, Sol Calero parte así de la práctica de la pintura expandida con la arquitectura vernácula y los códigos culturales de América Latina y su diáspora. Pero a diferencia de las obras que anteceden a Pabellón Criollo, que representan espacios con una funcionalidad específica -una peluquería, una casa de cambio, una escuela de salsa, una agencia de viajes o un restaurante-, su instalación invita a la conversación, al encuentro, en un contexto, si se quiere, caribeño.
Desde su estudio en la capital alemana, Calero, poco conocida en el país, responde a las preguntas de El Universal:
-Usted dejó Venezuela a los 17 años. ¿Qué cosas del país se han quedado en usted y que, además, se cuelan en sus obras?
-Mis memorias de Venezuela están estrechamente enlazadas con la naturaleza y la luz. También, la disposición positiva y celebratoria del venezolano ha sido una gran inspiración; la manera de encontrar soluciones rápidas y adaptarse a situaciones extremas con creatividad. Por otro lado, recuerdo momentos muy oscuros; el estado de alerta y paranoia como resultado de la inseguridad de la Caracas que me tocó vivir. Esto es algo que me ha llevado mucho tiempo superar. Pero también ha sido un gran aprendizaje, ya que tener la mente en alerta y en constante cambio, son aspectos que ayudan mucho a movilizar la creación artística.
Coherente con su línea de investigación, Sol Calero parte así de la práctica de la pintura expandida con la arquitectura vernácula y los códigos culturales de América Latina y su diáspora. Pero a diferencia de las obras que anteceden a Pabellón Criollo, que representan espacios con una funcionalidad específica -una peluquería, una casa de cambio, una escuela de salsa, una agencia de viajes o un restaurante-, su instalación invita a la conversación, al encuentro, en un contexto, si se quiere, caribeño.
Desde su estudio en la capital alemana, Calero, poco conocida en el país, responde a las preguntas de El Universal:
-Usted dejó Venezuela a los 17 años. ¿Qué cosas del país se han quedado en usted y que, además, se cuelan en sus obras?
-Mis memorias de Venezuela están estrechamente enlazadas con la naturaleza y la luz. También, la disposición positiva y celebratoria del venezolano ha sido una gran inspiración; la manera de encontrar soluciones rápidas y adaptarse a situaciones extremas con creatividad. Por otro lado, recuerdo momentos muy oscuros; el estado de alerta y paranoia como resultado de la inseguridad de la Caracas que me tocó vivir. Esto es algo que me ha llevado mucho tiempo superar. Pero también ha sido un gran aprendizaje, ya que tener la mente en alerta y en constante cambio, son aspectos que ayudan mucho a movilizar la creación artística.
-Además de haber nacido en Caracas, ha vivido en Tenerife, Madrid, Países Bajos y ahora en Berlín. ¿Qué identidad reconoce en usted tras esta trashumancia?
-En este momento no conecto estrictamente con una sola identidad. Creo que a raíz de los procesos migratorios hay un duelo en relación a la pertenencia y el origen, la sensación de no pertenecer o de haber perdido el hogar. Siento que no pertenezco a un lugar en particular sino que más bien habito desde múltiples lugares. Con el tiempo me he dado cuenta que trabajar desde este punto es muy enriquecedor. He asumido esa multiplicidad como un tercer espacio y he tratado de sacarle el mejor provecho personal y profesionalmente. Por otro lado, en mi caso, valoro mucho la comunidad artística a la que pertenezco; una comunidad solidaria y familiar que me hace sentir en casa.
La obra se realizó con materiales descartados y donados de exposiciones anteriores (Foto ANDREA ROSSETTI)
-En 2015 visitó Venezuela. Ha dicho que encontró un país que está “desapareciendo”. ¿Cómo ha expresado este sentimiento en su obra?
-En mis últimos proyectos he trabajado sobre el concepto de “la ruina” o de los espacios abandonados. Me interesa observar qué ocurre con el paso del tiempo en estos espacios. Mi reflexión me ha llevado a explorar la relación entre lo humano y la naturaleza; cómo la naturaleza se apodera y conquista cualquier resquicio de una forma muy orgánica. Estos son algunos de los temas que se derivan de cómo he observado la diáspora venezolana y de mi inquietud sobre los espacios que habitamos. Por otro lado, recientemente tuve la oportunidad de ir a Venezuela, después de mucho años sin visitar, y tuve la dicha de conocer proyectos, algunos nuevos y otros que llevan tiempo, en los cuales se está haciendo un gran trabajo etnográfico y de archivo artístico. Fue muy enriquecedor para mí encontrarme con estas iniciativas y estoy segura de que muchas referencias permearán proyectos venideros.
-¿De qué referentes artísticos ha partido Sol Calero para crear su propio discurso?
-Mis referencias son muy amplias y a medida que va pasando el tiempo, se siguen expandiendo. Por un lado, las vanguardias artísticas latinoamericanas siempre han sido una gran inspiración. El modernismo en Brasil, los conceptualismos del Sur y especialmente los movimientos que surgieron a partir de dictaduras en Latinoamérica. También, la arquitectura y el diseño influyen mucho en mi proceso artístico.
-En 2015 visitó Venezuela. Ha dicho que encontró un país que está “desapareciendo”. ¿Cómo ha expresado este sentimiento en su obra?
-En mis últimos proyectos he trabajado sobre el concepto de “la ruina” o de los espacios abandonados. Me interesa observar qué ocurre con el paso del tiempo en estos espacios. Mi reflexión me ha llevado a explorar la relación entre lo humano y la naturaleza; cómo la naturaleza se apodera y conquista cualquier resquicio de una forma muy orgánica. Estos son algunos de los temas que se derivan de cómo he observado la diáspora venezolana y de mi inquietud sobre los espacios que habitamos. Por otro lado, recientemente tuve la oportunidad de ir a Venezuela, después de mucho años sin visitar, y tuve la dicha de conocer proyectos, algunos nuevos y otros que llevan tiempo, en los cuales se está haciendo un gran trabajo etnográfico y de archivo artístico. Fue muy enriquecedor para mí encontrarme con estas iniciativas y estoy segura de que muchas referencias permearán proyectos venideros.
-¿De qué referentes artísticos ha partido Sol Calero para crear su propio discurso?
-Mis referencias son muy amplias y a medida que va pasando el tiempo, se siguen expandiendo. Por un lado, las vanguardias artísticas latinoamericanas siempre han sido una gran inspiración. El modernismo en Brasil, los conceptualismos del Sur y especialmente los movimientos que surgieron a partir de dictaduras en Latinoamérica. También, la arquitectura y el diseño influyen mucho en mi proceso artístico.
La propuesta está ubicada entre los 30 pabellones nacionales permanentes de la Biennale (Foto ANDREA ROSSETTI)
-Su trabajo tiene un fuerte componente “tropicalista” (remite al Caribe). ¿Qué lecturas hacen de él los críticos, curadores y público europeo?
-La influencia de las lecturas poscoloniales en Europa ha permitido un acercamiento mucho más diverso a mi trabajo. En mi experiencia, el diálogo ha sido siempre muy abierto y desde una posición de gran curiosidad. Por eso el intercambio ha supuesto un gran aprendizaje a partes iguales.
-Hay tres temas que subyacen en su obra: la migración, la asimilación y la identidad. ¿Traslada a sus piezas, bien sea en pintura, escultura o instalaciones, sus experiencias de vida? ¿Qué otras temáticas le interesaría explorar?
-Mis experiencias informan directamente la producción de mi obra, lo que observo y resuena en mí es muy importante. Recientemente he estado explorando con mucha atención temas relacionados con la arquitectura y la relación del cuerpo con el espacio. Por ejemplo, a raíz de viajes recientes que he hecho a Japón, empecé a descubrir muchos aspectos de la arquitectura japonesa que son increíblemente estimulantes para mí a nivel artístico. Y también me ha interesado mucho la conexión con el espacio, el arte y la naturaleza que existe en culturas budistas.
-¿Piensa en exponer algún día en Venezuela?
-Me ilusiona trabajar en Venezuela y desarrollar proyectos allí. Tengo varias invitaciones abiertas desde hace tiempo, solo estamos evaluando cuándo sería el mejor momento que coincida con mi calendario para poder empezar.
Un calendario que, por lo pronto, está bastante ocupado. Después de su participación en Venecia -hasta noviembre próximo-, Sol Calero expondrá Guanábana en el Centro de Arte Dios de Mayo de Madrid; luego, también en noviembre, tendrá una individual en la galería berlinesa ChertLüdde, y finalmente presentará la instalación permanente Gracious Hosts en la sede de la Bauhaus, en la ciudad alemana de Dessau.
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