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A CONTROL REMOTO

De la mesa a la pantalla

Tanto por su abundancia como por su ausencia, la comida ha sido una presencia insustituible en el cine de todos los tiempos

  • AQUILINO JOSÉ MATA

04/02/2024 01:00 am

Casi lo primero que preocupó al cine no fue la comida, sino la falta de ella. De allí escenas míticas como la de Charlot comiendo una bota en La quimera del oro (1925). El hambre es también protagonista de otros clásicos como Las uvas de la ira (John Ford/1940), en torno al drama de los campesinos estadounidenses en la depresión económica de los años treinta. Pero la comida también ha servido para arrancar carcajadas. El primer tortazo en la gran pantalla lo protagonizó Ben Turpin en la película muda Pie in the face (Tarta en la cara, 1909). Chaplin y Stan Laurel y Oliver Hardy fueron otros que usaron este dulce e infalible recurso.

Jack Lemmon dibujó sonrisas cuando en El apartamento, de Billy Wilder, utilizó una raqueta de tenis para escurrir la pasta que cocinaba para Shirley McLaine. Más crudo es el humor de los Monthy Pyton en El sentido de la vida, de Terry Jones, en la que un hombre come hasta literalmente reventar. Ninguna de las películas de Alfred Hitchcock, quien se pasó media vida haciendo dieta y la otra disfrutando de opíparas comidas, logra abrir el apetito, pues normalmente si los personajes comen, mueren, o se juntan a comer para matar, tal y como lo destaca el historiador del cine Asier Mensuro. Fue capaz de hacer que un baúl en el que han escondido un cadáver sirviera de mesa para cenar en La soga.

También por su amor a la buena cocina es conocido Martin Scorsese. Fiel a sus raíces italoamericanas, traspasó esa pasión de la mesa a la pantalla. Así lo puso de manifiesto en el documental Italoamericanos (1974), rodado entre la cocina y el salón de su casa de Nueva York, que narraba la historia de su familia entre plato y plato de pasta. Su madre, Catherine Scorsese, publicó después Italoamericanos. Libro de cocina de la familia Scorsese.

Amante de la cocina tradicional española y de delicateses como el caviar y el salmón ahumado, para Luis Buñuel la comida tiene un papel relevante. O su total ausencia, como en Los olvidados (1950) sobre el hambre en las capas más desfavorecidas de la sociedad mexicana. Pero no sólo le sirve como vehículo de denuncia, sino como sátira contra el mundo burgués en El discreto encanto de la burguesía, donde uno de los protagonistas, antes de morir, estira la mano para hacerse con una última loncha de jamón, o en Viridiana, con los mendigos sentados en la mesa reproduciendo La última cena de Da Vinci.

Francis Ford Coppola produce sus vinos y muchas de sus películas están cofinanciadas por vinateros californianos. Es llamativa la escena de la primera parte de El padrino, cuando Corleone (Al Pacino) enseña a preparar espagueti y revela que su secreto es añadir chianti a la salsa de tomate. Menos habituales son los biopics de cocineros fuera de los documentales. Una de las excepciones es Vatel (Roland Joffé, 2000), largometraje basado en la vida de François Vatel, quien concibió la gastronomía como arte y se suicidó al no recibir suficiente pescado para la fastuosa Fiesta de los Tres Días que Luis II de Borbón ofreció al rey Luis XIV.

¿Y cómo olvidar en este muy somero recorrido al sedante gazpacho de Mujeres al borde de un ataque de nervios, una receta de Almodóvar para lidiar con situaciones complicadas?
@aquilinojmata






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