El artista plástico Carlos Zerpa rescata en un libro la memoria de uno de los nombres más famosos de la Lucha Libre en Venezuela, o Catch as Catch Can, desaparecida en los años 70 después de casi dos décadas deleitando a su fanaticada: Y en esta esquina... ¡El Dragón Chino! Cuando la lucha era de verdad, verdad.

“Mi historia es sobre el Dragón Chino, para ponerlo en una altura de héroe, así como lo es El Santo para los mexicanos”, afirma el artista nacido en Valencia en 1950. “Es una historia con su toque de realismo mágico, para engrandecer al personaje”, afirma, relatando que el libro surge después de una exposición suya, Kick boxer, en la sala Mendoza, y en una de sus obras colocó una imagen del Gran Lotario.

“Él fue a la exposición y tuve el placer de abrazar a uno de mis héroes. Después, Vladimir Havriluk, autor de las máscaras del Dragón, fue a visitarme y me sugirió hacer este libro”.

La lucha libre americana fue uno de los espectáculos que gozó de mayor popularidad en Venezuela entre fines de los años 50 y hasta los 70, cuando niños y adultos seguían rigurosamente por las pantallas de la Cadena Venezolana de Televisión la magia de aquellos combates entre los buenos y los malos del ring.

El presidente Raúl Leoni la prohibió con un decreto ejecutado con mayor rigor por su sucesor, Luis Herrera Campíns, por considerar que “producía muchas lesiones a niños y jóvenes que imitaban a los luchadores”. Entre sus protagonistas, Zerpa parece recordarlos a todos:

-Los nombres de estos luchadores del Catch as Catch Can, llegan a mi mente: el Tigrito Ring, el Santo (el enmascarado de plata), Blue Demon, Black Shadow, el Gran Lotario, Dark Buffalo, Ray Mendoza, Joao Benfica, Huracán Ramírez, el Dr. Nelson, el Enfermero, el Ciclón Venezolano, el Rayo de Jalisco y Mil Máscaras. También a Heny Awed, el Chiclayano, el Gladiador Croata, Bassil Battah, el Gran Jacobo, el Gorila, con su máscara peluda, que llegaba encadenado y enjaulado al ring, conducido por una mujer malvada llamada “La Dama de las Cadenas”.

-Pero el Dragón Chino -continúa- era el más rudo de todos los rudos, el hombre temido por todos, quien con un pedazo de hierro que se sacaba de las vendas golpeaba a su contrincante y lo hacía sangrar de verdad.... y luego con su sustancia “Tóxica” que untaba en los ojos de sus oponentes y los desesperaba con el ardor, haciendo que se revolcaran por la lona con el dolor tan fuerte que se les salían los ojos y se les ponían ojos como el fuego.

Aunque Zerpa no quiere develar al hombre detrás de la máscara, el famoso Dragón Chino nació en Chile como Carlos Jorge Prussing Wilson, en 1920, y después de sus años de gloria, murió solo, en una pensión barquisimetana, a los 82 años. El artista recuerda como, en su Valencia natal, a sus once años, a escondidas de su padre, lo veía en aquella pantalla en blanco y negro.

Y cuando su familia se mudó frente a la plaza de toros Arenas de Valencia, pudo ver en vivo, por primera vez, el espectáculo. “Sentirme luchador, practicar las llaves y encarnar a mis héroes, fue importante, ya que ésta fue mi primera aproximación a un combate, teatral pero casi real. Admiraba a estos gladiadores, todos ellos estupendos atletas, acróbatas y actores; ellos eran mis héroes”, añade el artista, que ostenta cinta negra en Karate Do Shotokan.

Zerpa es un creador polifacético, iconoclasta, que no duda en apelar a cualquier medio de expresión artística para expresarse en función de las necesidades del momento. Además de la pintura, en la que rescata la dimensión de los objetos más cotidianos, están sus famosas vitrinas, o sus performances, llenos de objetos e imágenes vinculadas con la memoria, con la “patria de la infancia”.

Ese ejercicio lo lleva a la palabra escrita, con la publicación de seis libros hasta ahora, en los que atesora recuerdos y vivencias escurridizos como el tiempo: Kick Boxer, sobre artes plásticas y artes marciales; Batido Pingüino, que narra sus experiencias en la radio en los años 90. Envena aborda el performance en Venezuela y el mundo; Balas de plata son relatos de personajes que le gustan y Buen rock esta noche, una memoria del rock en la Valencia de los años 60 y 70.